Esta derecha sufre de una incultura política y de una falta de coordinación y argumentación notables.
listadoIgnazio Aiestaran
La pregunta relevante no es por qué se ha de estudiar filosofía, como normalmente se intenta justificar, sino cuestionarse por qué alguien decide por otra persona que no debe estudiar alguna rama del pensamiento.
Primero se despojó a los partidos políticos de ideología. Después se dejaron de leer y cumplir los programas. Luego los mítines se convirtieron en platós de televisión. Al final, la política sólo es un tuit.
Persiste una forma de despotismo ilustrado con aires de superioridad moral, especialmente entre la progresía militante e intelectual, que echa la culpa de sus errores a otros sectores de la población como chivo expiatorio.
El realismo capitalista puede soportar las contradicciones e incluso los significantes vacíos, pues siempre te dirá que no hay otra salida.
El desempleo genera consecuencias de diversa índole sobre las personas, como graves efectos sobre la salud mental y el bienestar psicológico. Pero también el cambio en la percepción moral de las situaciones sociales.
Cuando el 23 de abril las buenas conciencias europeas y sus dirigentes publiciten las palabras de Cervantes y Shakespeare, recordemos los cuerpos repudiados, perseguidos, expulsados, recordemos a Hamlet en Calais y la política de los gusanos.
¿Para qué hacerlo, si casi nadie se preocupa de ello? ¿Para qué molestarse en extender la palabra común en medio de la vulnerabilidad?
¿Cuándo empezó 2015?, ¿cuándo comenzaron aquellos gestos que han marcado profundamente, y lo seguirán haciendo, los últimos doce meses?
Las cárceles son los últimos baluartes en la línea de producción.
Expresar la política en clave de dominio masculino, con la fuerza de un macho alfa, no es cosa del pasado. La nueva política repite los viejos estereotipos contra la emancipación de las mujeres.
La radio y la televisión emiten sus ondas y sonidos. Los edificios y los muebles también. Las vigas de madera crujen a cualquier hora.
Un encuentro en Can Picafort para descubrir los hilos que mueven a Amarillo Indio, el dibujante que desdibuja nuestros límites con sus pespuntes en Twitter.