MEMORIA HISTÓRICA // DESDE EL ASESINATO DEL ARCHIDUQUE FRANCISCO FERNANDO HASTA LOS BOMBARDEOS DE LA OTAN
Sarajevo, la trágica historia del siglo XX

La capital de Bosnia,
destrozada tras cuatro
años de guerra a
mediados de los ‘90, vive
entre su pasado de
ciudad clave en el siglo
XX y difíciles perspectivas
para el futuro.

08/05/10 · 10:03
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A mediados de junio, en Sarajevo,
aún quedan cerezos en flor, y su
blancura se mezcla con la extensión
de tumbas islámicas que atraviesan
la ciudad. Por haber nacido
en Belgrado y por vivir en una
época en la que todavía no había
tantos cementerios, Gavrilo
Prinzip de la blancura de Sarajevo
conoció sólo los cerezos. Sin embargo,
en junio de 1914, Prinzip
no tenía ojos para estas frivolidades.
Junto con sus compañeros del
grupo de reivindicación pansalvista
Crna Ruka (Mano Negra),
Prinzip estaba en Sarajevo con
una misión muy clara: dar inicio a
la historia del siglo XX y a la I
Guerra Mundial. El proyectil que
disparó al archiduque de Austria,
Francisco Fernando, aún se conserva
en el Museo de Historia de
Viena.



Casi 100 años después, la historia
del siglo XX volvió a cerrarse en la
capital Bosnia, tras una guerra que,
como comenta a este periódico
Francisco Javier Juez Gálvez, profesor
del departamento de eslavística
de la Universidad Complutense
de Madrid, “ha significado para la
civilización occidental –la más mediática,
la más cruel– el principio de
un nuevo orden mundial”.
En el puente Latino, donde Prinzip
disparó al archiduque (tenía que
hacerlo en otro lugar de la ciudad,
pero un concatenación de casualidades
decidieron que fuese en la orilla
del río Mijacka) hoy se halla una
lápida que recuerda el acontecimiento.

Sin embargo, no representa
una singularidad de la capital bosnia:
en Sarajevo sobran las lápidas.
En la Starij Grad, el casco viejo de la
ciudad, a la altura del famoso puente,
se hallan decenas de placas de
oro con los nombres de los que murieron
en aquel lugar. Todos menos
nobles que el de Francisco Fernando.
Nombres de personas anónimas
que cayeron bajo los golpes de los
morteros serbios en uno de los asedios
más largos de la historia moderna:
cuatro años, desde el 5 de
abril de 1992 hasta el 29 de febrero
de 1996. En 1995, los bombardeos
de la OTAN sobre las fuerzas militares
de Slobodan Milosevic, el líder
serbio entonces conocido por haber
guiado las manifestaciones de 1989
en Kosovo, intervinieron para rellenar
las últimas tumbas que se habían
quedado vacías. Así, también se
pintaron de blanco los montes que
rodean la ciudad. Desde el centro se
ven los cementerios que se construyeron
rápidamente en 1996, a los
pies del Trebevic.

En este monte se
instalaron los circuitos de bobsleigh
y de luge en ocasión de los
Juegos Olímpicos invernales de
1984. Entre las curvas de las pistas
olímpicas, hoy los grafiteros se reúnen
para pintar sus obras. “A lo
largo del asedio, en las afueras de
la ciudad se mezclaban serbios y
bosnios, y no se entendía quién
tenía que disparar a quién”, recuerda
el dueño de un céntrico bar.
Las heridas cicatrizadas
No hay que sorprenderse si todavía
al entrar a Sarajevo, desde la
autovía que conecta con Belgrado,
se siguen viendo los agujeros de
proyectiles en las paredes de los
edificios. Pero en muchos casos
sus ciudadanos han convertido la
necesidad en una virtud, rellenando
de pintura rosa los agujeros dejados
en el suelo por los morteros.
Por la forma que han tomado estas
heridas cicatrizadas, se les llama
“las rosas de Sarajevo”.

Este escenario no se limita a las
afueras. Eso sí, los cambios provocados
por la reconstrucción hacen que
las sensaciones hayan cambiado.
Darse un paseo ahora por la llamada
“avenida de los francotiradores”(oficialmente
bulevar Mese Selimovica)
y mirar hacia arriba ya no produce la
misma escalofriante sensación que
provocaba el escuchar “Pazi!, snjper”
(¡Atención!, francotirador) y tener
que huir de las balas de los francotiradores
serbios, escondidos en los
altos edificios de la ciudad.

La otra historia de Sarajevo

Lo que fácilmente se ha olvidado de
Sarajevo es su interculturalidad, sobre
todo en el ámbito religioso. No es
casualidad que tenga el apodo de “la
Jerusalén de Europa”. Muchos de sus
habitantes coinciden en que lo más
absurdo de aquella guerra fue que,
de un día a otro, “nos dijeron que
nuestros vecinos eran nuestros enemigos,
que había que combatirlos”. A pesar de estar marcada por los
conflictos étnicos y religiosos, y por
la incapacidad de la comunidad internacional
de intervenir de manera
eficaz (como muestra la masacre de
Srebrenica que le costó la vida a
unas 8.000 personas), Sarajevo, más
que cualquier otra ciudad de la ex
Yugoslavia, ha representado un punto
de encuentro entre Oriente y Occidente.
De alguna manera, siempre
ha encarnado aquel espíritu de encuentro
entre civilizaciones que el
puente viejo de Mostar representa físicamente.

“En Europa, el Oriente ya
no existe, se le ha bombardeado en
Sarajevo”, escribe el escritor y periodista
italiano Paolo Rumiz en su libro
É Oriente. Es más, se le ha convertido
en un “Este que es una maraña
excluyente, mientras que –sigue
Rumiz– el Oriente era un portal que
se abría hacia nuevos mundos”.

LA GUERRA EN BOSNIA

Tras la desintegración de la Republica
Democrática Federal de
Yugoslavia, independiente desde
1945, en 1992 estalló una guerra
que ha dejado sus consecuencias
más evidentes hasta la independencia
de Kosovo (2008).

Los
líderes nacionalistas Slobodan
Milósevic y Radovan Karazdic (juzgado
en las últimas semanas en
el Tribunal Penal Internacional)
aprovecharon el final de la Guerra
Fría para impulsar la creación de
una nación serbia en el interior de
Yugoslavia.

Este hecho, junto al
enfrentamiento con Bosnia-Herzegovina
y los conflictos étnicos-religiosos
provocaron una guerra que
duró hasta 1996. Según los últimos
datos, en Bosnia murieron
97.200 personas, el 83% de los
cuales eran civiles.

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