LA INVESTIGACIÓN DE LAS DOLENCIAS ENDÉMICAS EN LOS PAÍSES EMPOBRECIDOS APENAS CUENTA CON FONDOS
Sólo se invierte uno de cada 10 euros en estudiar ‘enfermedades olvidadas’

Únicamente el 10% de la inversión global sanitaria
va a parar al estudio de ‘enfermedades olvidadas’,
que afectan a uno de cada tres habitantes del planeta,
según datos de Médicos sin Fronteras. Son endémicas
en los países empobrecidos y, por tanto, no
son prioritarias para el sector farmacéutico, porque
no dan beneficios.

24/05/07 · 0:00
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Cuando se trata de invertir en el
desarrollo de fármacos, el porcentaje se reduce al
1%. La investigación aplicada vive de filantropía y
choca con el sistema de patentes. Aun así, la comunidad
científica regala esperanza. Ya hay vacunas
propuestas para la malaria o la leishmaniasis.

Por cada diez euros invertidos en investigación
sanitaria, tan sólo uno va
a parar a estudios sobre enfermedades
endémicas en los países empobrecidos.
El dato, que ha difundido
la organización Médicos sin Fronteras
(MSF), explica por qué patologías
como la enfermedad del sueño
o la leishmaniasis únicamente responden
al nombre de ‘enfermedades
olvidadas’. Olvidadas, según para
quién. Aproximadamente, 2.000 millones
de personas en todo el mundo
son posibles ‘clientes’ de estas patologías.

MSF cita algunos ejemplos:
la malaria, quizá la afección más conocida
del grupo, mata a más de un
millón de personas al año, muchos
de ellos niños. El mal de Chagas, una
infección transmitida por un insecto
denominado vulgarmente ‘vinchuca’,
sin terapia efectiva en su versión
crónica, reúne a unos 18 millones de
afectados y un ‘público objetivo’ de
casi 100 millones de personas, concentradas
en Latinoamérica. Muchos
números y un mensaje entre los
colectivos que trabajan in situ: la investigación
es insuficiente.

Con todo, la primera línea de
fuego no parece la investigación
básica, que es la que más recursos
públicos reúne (al trabajar en el
origen del problema, no siempre
se garantizan resultados). Vicente
Larraga, investigador del Consejo
Superior de Investigaciones Científicas
que estudia la leishmaniasis
(enfermedad que afecta a unos 12
millones de personas en 88 países y
también se transmite por picadura
de mosquito), se muestra esperanzado
con los avances en este campo,
aunque no oculta que sigue faltando
mucho dinero.

La situación se torna dramática
en la fase preclínica, el salto
al mercado, un sector que lidera
la industria farmacéutica. Michel
Latrowska, enlace de la Iniciativa
para Enfermedades Olvidadas
(DNDi, en su acrónimo inglés), explica
las razones: “Las multinacionales
farmacéuticas se mueven
dentro de la lógica empresarial,
aunque se trate de vidas humanas.
Si no hay expectativa de negocio
con un determinado tratamiento,
no hay inversión en I+D”. Y aquí
se rompe la ecuación. El 10% del
gasto global queda reducido a un
1%. Éste es, según datos de DNDi,
el dinero que se gasta el sector sanitario
en el desarrollo de fármacos
para enfermedades olvidadas.

La organización facilita más datos:
entre 1975 y 2004, aparecieron
1.556 medicamentos nuevos y sólo
21 de ellos constituían terapias para
‘enfermedades de pobres’. Tanta
innovación mueve dinero. En concreto,
unos 518 billones de dólares
en 2004, siempre según DNDi. La
mayor parte del pastel de las inversiones
en investigación se lo llevan
las enfermedades cardiovasculares
y la creciente demanda en oncología,
gran esperanza blanca de un
sector que, como advierte el reciente
informe Intelligence 360, tiene
el crecimiento de negocio un
tanto estancado.

Hay esperanza con reservas y,
como mínimo, a medio plazo. Un
buen ejemplo son los avances en
malaria. “Se están abriendo nuevas
vías más allá de la búsqueda del
medicamento mágico”, explica
Santiago Merino, coautor de un reciente
estudio que ha identificado
en un ave silvestre, el herrerillo común,
un mecanismo de defensa
frente a parásitos que podría dar
pie a nuevas terapias para frenar el
contagio del paludismo. Una de las
razones para el optimismo compartido
es la vacuna contra la
enfermedad que ha propuesto el
científico español Pedro Alonso.

Su trabajo ha recibido una inyección
económica de la Fundación de
Bill y Melinda Gates, que tan pronto
ganan el último premio Príncipe de
Asturias a la Concordia como protagonizan
editoriales en periódicos
como Los Angeles Times, que acusan
a la institución de invertir en
empresas responsables de los problemas
que dicen querer resolver.

Avances para el futuro

Pero no sólo de filantropía privada
vive la investigación. Como explica
la doctora Graciela Diap, consultora
de la DNDi, “como mínimo el
50% de la inversión debe provenir
del sector público”. En ello está empeñada
esta organización internacional,
que se ha marcado el objetivo
de desarrollar entre seis y ocho
fármacos contra enfermedades olvidadas
para 2014. En marzo, presentaron
ASAQ, un nuevo fármaco
contra la malaria que se administra
en una dosis fija combinada de artesunato
y amodiaquina. Costará
menos de 50 céntimos de euro para
niñas y niños, menos de un euro para
personas adultas, y estará libre
de patentes. Es sólo la primera piedra
del castillo. Según sus estimaciones,
se necesitan 255 millones
de dólares en los próximos 12 años
para tener un portafolio equilibrado
de proyectos contra enfermedades
olvidadas y esos seis u ocho medicamentos
circulando.


La cura de los perros ricos

La leishmaniasis, que
padecen unos 12
millones de personas
en todo el mundo,
tiene como fuente de
infección los animales,
y afecta a roedores,
perros y diversos
mamíferos salvajes
que sufren la enfermedad
en algunas regiones
de África de forma
endémica. En seres
humanos, el mayor
riesgo está en la
‘mochila’ de los portadores.
Los grandes
desplazamientos por
guerras o emigración
económica llevan al
parásito a nuevos
lugares y provocan
epidemias como la
denunciada recientemente
en Afganistán,
con 100.000 afectados
según la OMS.
Podrían ser muchos
más. La cura de la
leishmaniasis podría
ser posible a medio
plazo. Quizá, uno de
los motores sean los
perros ‘primermundistas’,
que también
están afectados. Y
aquí aparece la paradoja.

De un tiempo a
esta parte, estos animales
domésticos se
han convertido en
auténticos miembros
de la familia. “La
gente no escatima en
gastos para curar a
sus mascotas”, explica
el investigador Vicente
Larraga. Las empresas
farmacéuticas han
visto el filón. El grupo
de Larraga, al igual
que otros equipos, trabaja
en el desarrollo
de vacunas y tiene
patentado un compuesto
que bloquea
un receptor clave para
que el parásito se una
a las células humanas
fagocíticas. A pesar de
innovaciones como
ésta, se necesita más
dinero. Parece que, en
leishmaniasis, la esperanza
para el acceso a
fármacos en países
empobrecidos está en
la cura de los perros
‘primermundistas’.

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