Rancias costumbres

El ‘caso Vuelta Ostrera’, último
escándalo político
de Cantabria, no ha tenido
eco en la prensa de
Madrid. Sin embargo, El País dedica
lujosas páginas de color a glosar
con prosa seudolírica y estomagante
las extrañas virtudes de
un costumbrismo rancio, basado
en sardineras y otras ajadas estampas
de color sepia. Eterna nostalgia
que no existe más que en la
mente tumefacta de quienes no se
adaptan a la realidad que suele habitar
detrás de las telarañas.

20/02/06 · 22:54

El ‘caso Vuelta Ostrera’, último
escándalo político
de Cantabria, no ha tenido
eco en la prensa de
Madrid. Sin embargo, El País dedica
lujosas páginas de color a glosar
con prosa seudolírica y estomagante
las extrañas virtudes de
un costumbrismo rancio, basado
en sardineras y otras ajadas estampas
de color sepia. Eterna nostalgia
que no existe más que en la
mente tumefacta de quienes no se
adaptan a la realidad que suele habitar
detrás de las telarañas.

Días atrás, el mismo periódico
de Polanco, hijo ilustre de Cantabria
por la mano del PP, entrevistaba
al folklórico presidente regionalista
junto a una vaca lechera.
Este sector ganadero es el que sufre
el mayor declive. Por los prados
brotan sin parar los ladrillos
de la especulación urbanística.

Hace varios años que falleció el
corresponsal de El País y no han
nombrado otro. El silencio del día
a día se contrarresta con melifluas
loas a un presente ultraconservador,
con sede en un invierno cultural
de camposanto. Lametones en
el ego a personajes de un ‘gotha’
acartonado y cuyo poder soberano
son las finanzas. Paloma O’Shea,
esposa opusetérea del todopoderoso
Botín del banco BSCH, habla al
entregado reportero como si fuera
un espíritu de la golosina en la celebración
municipal de los baños
de ola: la bahía cuya luz cambiante
puede contemplar desde la atalaya
de sus chalets, el lujo de su (subvencionado)
mecenazgo... Una sarta
de levitaciones cursis, férreamente
vigiladas por cámaras que
filman a los viandantes de la aneja
calle Pilar Primo de Rivera. Una de
tantas rúas falangistas donde sobrevuela
la purpurina de los tópicos
y los retruécanos.

Tatuada por el martillo de herejes
menendezpelayistas y la insustancial
frivolidad de Pereda, Santander
cumple 250 años de edad.
Lo hace en esas manos inmovilistas
y las de los palafreneros a su
servicio por las migas. Un espíritu
retrógrado que ilustra su callejero,
trufado de nombres y símbolos
de la última Cruzada. Plaza de
José Antonio, calles Falange, Matías
Montero -¡presente!-, Zancajo
Osorio, general Mola, Sanjurjo,
División Azul, Alcázar de Toledo,
Belchite, Héroes de la Armada,
Calvo Sotelo, Brunete... Los vencedores
se enseñorean aún a la
sombra omnipresente de la única
estatua de Franco ecuestre que se
exhibe públicamente en España.
Los amos se oponen a erradicarla
del epicentro de la ciudad. El alcalde
ex pistolero de Cristo Rey
dice que ese bronce es historia viva.
Estas cosas las oculta El País
bajo la alfombra de su prosa acuarelista.

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