El racismo difuso de la prensa ibérica

Ni el histórico racismo preponderante en Bolivia ni
el proyecto de descolonización de Morales han sido
reflejados en la cobertura del referéndum.

04/09/08 · 0:14
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LA PAZ. Los medios suelen confundir “indigenismo” con política para indígenas.

Hablar de racismo en Bolivia
es hablar de un sistema
de dominación social
que lleva siglos readaptándose
a circunstancias cambiantes,
por lo que no cabe conceptualizarlo
como una pervivencia
anacrónica de un pasado colonial
pretendidamente superado, sino
como la médula de buena parte de
sus relaciones sociales actuales.
Sus manifestaciones son variadas.
La esclavitud en el Alto Parapetí, la
desposesión territorial, la exclusión
laboral y la discriminación salarial
coexisten con la biopiratería, el
desconocimiento de autoridades y
sistemas normativos comunales, el
desprecio, la invisibilidad audiovisual
y la imposición de una educación
y de una institucionalidad monoétnica
a las mayorías.

El tratamiento del Revocatorio por
parte de la mayoría de los medios españoles
tiene varias líneas: Evo no
es indígena porque no se expresa en
quechua y aymara con total fluidez.
Su “indigenismo” –término mal empleado,
que alude a la “política para
indígenas” de los no indígenas– se
traduce en un proyecto de Estado excluyente,
centralista, racista, autoritario,
exclusivo del Occidente y rechazado
por los indígenas orientales.
El origen de la confrontación no
se encuentra ni en la pobreza ni en
el racismo (del que supuestamente
los indios serían partícipes al mismo
nivel), sino en el abuso multisecular
del centralismo, que ahora adopta la
forma de un “indigenismo” revanchista
que sólo pretende sustituir a
quienes les habían gobernado y hacerse
con la mayor parte del pastel
(El País 13-08-2008).

Así las cosas, poco importa que no
analicen un ápice del proyecto de
descolonización incluyente al que
apoya más del 40% del departamento
más hostil. Da igual que dicho proyecto
se articule con el “nacionalismo
plebeyo”, que aglutina a una diversidad
de sujetos damnificados
por el neoliberalismo, sean indígenas
o no. Es irrelevante que de 1890
a 1920 el Estado diese vía libre a
barones del Oriente para que actuasen
como agentes concesionarios
las guerras de exterminio indígena,
que entre 1955-1960, Santa Cruz
consolidase su burguesía agroindustrial
con el 41% de la financiación
norteamericana a la Revolución
‘52 (Plan Bohan) o que los Gobiernos
de Banzer y Paz Zamora engrosaran
los latifundios orientales con concesiones
fraudulentas de tierras. Da
mismo que las hostilidades no estallasen
antes, cuando se marginaba
los oprimidos de los enjuagues nocturnos
entre las élites centrales y locales,
todas ellas coloniales, a fin
cuentas. Han optado por trivializar
el racismo, por negarlo o proyectar
sobre la víctima el atuendo del verdugo.
Una vez que se prescinde
las relaciones de poder en el análisis,
todo vale, incluida la especialidad
la casa, que es buscar titiriteros.
Chávez, Marx, Hitler o el flower power.
Y hasta Judas, si hace falta.

Viendo las dimensiones étnicas
la acumulación en Bolivia, para mantener
incólumes las lealtades del negocio
de la comunicación, no basta
sólo con camuflar el exhorto público
del alcalde cruceño a las FF AA para
que den un golpe de Estado días antes
del Revocatorio. Para jugar en
timba de esta otra periferia hay que
agitar los dados de la xenofobia. Por
eso nadie debería sorprenderse
descubre que en su periódico se cocina
el caldo de cultivo de un racismo
difuso de conciencias limpias.
Esperar otra cosa de ellos sería como
pedirle peras al olmo.

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LA PAZ. Los medios suelen confundir ‚Äúindigenismo‚Äù con política para indígenas.
LA PAZ. Los medios suelen confundir ‚Äúindigenismo‚Äù con política para indígenas.
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