ESCUELA LIBERTARIA // EL COLEGIO SE BASA EN LOS VALORES DEL ANARQUISMO
Paideia cumple 28 años de educación libre

Educar de forma asamblearia, sustituir la competitividad de los exámenes por
el conocimiento compartido y fomentar el deseo de aprender: éstos son
algunos de los principios de la pedagogía anarquista. En Mérida, desde hace
28 años, esa teoría toma cuerpo en la práctica de la Escuela Libre Paideia.

07/04/06 · 1:58
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Paideia
AUTOGESTIÓN. Hoy cinco personas trabajan en la escuela a tiempo completo, y hay 31 personas en Primaria y Secundaria y 15
en Educación Infantil. Las aportaciones mínimas de las madres y padres se completan con las fijas mensuales de la cooperativa.

No es un colegio como los demás
colegios. En la Escuela Libre Paideia
no se mantiene el régimen de
jerarquías o las dinámicas de castigos
de otros centros. No existen
exámenes, ni aprobados ni suspensos,
ni tampoco la obligación
de repetir mecánicamente lo explicado
en las clases. Todas las rutinas
del sistema educativo llevan
aquí puestas en duda desde el 9
de enero de 1977. A cambio, se establecen
otros principios. Desde
sus orígenes, la Escuela Libre
Paideia probablemente haya sido
el centro educativo del Estado
donde con más empeño se han
puesto en marcha las ideas anarquistas
sobre igualdad, cooperación
y no autoridad.

De ahí nace una práctica educativa
basada fundamentalmente
en la iniciativa personal y en las
inquietudes de cada estudiante.
En Paideia consideran que en las
escuelas tradicionales se obvia la
capacidad de asimilar que las
personas manifiestan durante su
infancia. A diferencia de los centros
estatales o confesionales, en
la escuela libre no se siguen programas
predefinidos, sino que es
el propio alumnado quien decide
lo que desea aprender.

Libertad responsable

Para ello, el profesorado ha de dedicarse
a una tarea de orientación.
Como docentes, su función consiste
en estimular el deseo de conocimiento
e incidir en los valores y en
la convivencia. La importancia que
se da a la libertad constituye, en
este sentido, la principal motivación
del alumnado. “Quienes más
critican a la escuela confunden libertad
con no estudiar o perder el
tiempo, pero no es así”, explica
una de las responsables del centro,
Josefa Martín Luengo, “el valor
que enseñamos es el de la libertad
responsable, les enseñamos
que la libertad hay que ganársela”.

En la práctica, esto se traduce en
los compromisos de trabajo. En
Paideia se emplea la curiosidad innata
de sus estudiantes para que
sean éstos quienes, a comienzos de
la semana, se propongan una serie
de objetivos a cumplir. El compromiso
puede ir desde un trabajo sobre
una asignatura o rellenar sus
cuadernos de ejercicios de matemáticas
o lenguaje, hasta una investigación
sobre historia o una redacción
sobre valores y convivencia.

De no realizarse, no hay otro castigo
que el de no haber alcanzado
la meta propuesta. “La alumna o el
alumno -explica Luengo- demostraría
que no es una persona responsable
y por tanto necesita que le
manden, convirtiéndose entonces
en un mandado al que todos pueden
mandarle hacer cosas. Esto no
les gusta nada y procuran cumplir
sus compromisos para poder seguir
siendo personas libres”. Desde los
primeros años el aprendizaje se
identifica con la libertad. “Es fácil
comprobar que el poder, los poderes
y los sistemas autoritarios, siempre
se han fundamentando en la ignorancia,
el fanatismo y las religiones
para poder mantenerse y perpetuarse”,
argumentan desde el colectivo
Paideia, que mantiene como
uno de sus principales retos dotar a
su alumnado de un amplio conocimiento
acompañado de un agudo
sentido crítico.

Cultura asamblearia

Sin embargo, lo frecuente es que
los compromisos se lleven a cabo
sin excesivas dificultades. Se trata
de actividades elegidas libremente,
y generalmente cada estudiante se
interesa por llevarlas a cabo. A ello
se añade la satisfacción de explicar
lo aprendido al resto de compañeros
en la asamblea. Allí, una vez al
mes, exponen al resto del colegio
lo aprendido durante ese tiempo, y
es mientras responden a las preguntas
de sus compañeros donde
se dan cuenta de lo que les falta o
no por aprender.

La cultura asamblearia supone
la base misma de Paideia. Aglutina
a todas las personas de la escuela
y en ella participan desde la
profesora más veterana hasta niñas
y niños de cinco o seis años.
En ella se organiza la autogestión
de la escuela, se deciden los objetivos
para cada curso y se resuelven
los posibles conflictos. De hecho,
uno de los aspectos más destacables
de la escuela es la falta de violencia.
Por turnos, grupos de estudiantes
actúan como pacificadores.
En cuanto se producen peleas
reúnen a las partes enfrentadas
hasta que llegan al acuerdo. Si el
enfrentamiento persiste, entonces
es la asamblea la que decide.

A través del diálogo razonado,
Paideia evita los dos problemas que
actualmente marcan buena parte
del debate educativo. El acoso escolar
o la frustración del profesorado
ante la falta de interés del alumnado
aquí apenas se plantea.

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