Los discursos sobre los
usos de ordenadores
responden a intereses de
mercado. Reapropiarse
de la tecnología implica
deconstruirlos.
Según el discurso empresarial, los
ordenadores imponen una nueva
evolución que selecciona a los sujetos
“tecnológicamente adaptados”
llamados a triunfar y liderar
el proceso. Así, aquellos que no
abracen entusiastamente las nuevas
tecnologías, se quedarán atrás
y perderán “la ola del progreso".
Bajo el frenesí que marca la idea
de progreso, resulta difícil construir
discursos críticos; nadie quiere
ser tildado de oponerse al desarrollo
y ser señalado como responsable
de “perder el tren del progreso”,
aunque esto conlleve no
preguntarse de qué tipo de tren hablamos,
a dónde nos lleva, sobre
qué tipo de vías circula o cuántas
clases de billetes tiene. Menos aún
pensamos en quiénes conducen
ese tren, con qué intenciones y a
costa de qué gastos públicos.
Al plantear la conectividad, la
tendencia dominante parte del
simple esquema “alfabetizados
versus analfabetos digitales”, y la
solución se ha centrado casi exclusivamente
en aumentar el número
de ordenadores y conexiones a la
Red sin importar su uso o utilidad
(copiando el esquema mercantilista
que medía lo avanzado de una
sociedad por el número de autos
por habitante). Sin embargo, en los
últimos años, el incremento en la
adquisición de ordenadores no
conlleva necesariamente un incremento
en su uso. Según los estudios
pioneros de Arbitron iniciados
en 1999, en EE UU tan sólo el
53% de los propietarios de un PC
lo usaban. Esta tendencia también
se observa en el Estado español,
según las encuestas del CIS.
Es previsible que las políticas de
aumento de la conectividad no
afecten a todos los sectores sociales
por igual. Es probable que existan
diferencias entre gente con pocos
ingresos y bajo nivel educativo
que hará uso de los contenidos baratos
y simples de Internet conforme
al pasivo modelo de difusión
(situándose frente al ordenador como
si fuera una especie de avanzada
televisión-consola de videojuegos),
mientras que los sectores de la población con grandes ingresos
y altos niveles de educación harán
uso de los contenidos caros y avanzados
que ofrece la Red. Este planteamiento
tiene unas repercusiones
alarmantes y manifiestas en lo
que se refiere, por ejemplo, a las
diferentes posibilidades de participación
política a través del ciberespacio,
como muestran ya algunas
experiencias realizadas.
Se lamentan los expertos de que
con la progresiva penetración de
las TIC en los hogares, las diferencias
de usos irán irremediablemente
en aumento. Esta situación,
concluyen, es un proceso inevitable
que nos deja una aparente contradicción:
un incremento de las
soluciones que pretenden solventar
aspectos más ‘técnicos’ (acceso
a ordenadores, infraestructuras de
entrada a la red, lugares de acceso...)
provoca un aumento proporcional
de diferencias en las prácticas
de uso en las tecnologías.
Sin embargo, a pesar de las mejoras
en las facilidades de uso y la
disminución de las reticencias a
las computadoras (computer-fear),
existen amplios sectores sociales
(en torno a un tercio en el
Estado español) que rechazan
usar un ordenador (la utilidad del
mismo en su vida cotidiana).
Aunque mayoritario entre las personas
de edad avanzada, este rechazo
atraviesa todas las edades
(incluidos jóvenes) y sectores sociales.
Significativamente, al preguntar
sobre tareas concretas, en
las que podría ser de utilidad usar
un ordenador, el distanciamiento
aumenta hasta una media de dos
tercios.
Ante esta situación, desde los
movimientos sociales, cabe ir más
allá y sugerir que quizás la causa
de ambos problemas (tanto del rechazo
al ordenador como de las
‘brechas’ en los usos) se encuentre
en la construcción sistémica y mediática
(exógena a la población)
de las motivaciones asociadas al
uso de computadoras. La estructura
material y discursiva de las sociedades
de la información puede
hacer énfasis en aspectos de las
TIC que despierten inquietudes y
motiven el interés individual y colectivo
en la medida en que las
prácticas y desarrollos tengan más
significado para la gente, estén
orientados a dar respuesta a demandas
sociales y tengan menos
peso las estrategias de ventas y
mercado. Esta orientación, mayoritaria
en los inicios de la Red, domina
la actividad de los hacklabs, de
gran parte del movimiento hacker,
del movimiento del software libre,
o de los grupos opuestos a las patentes
informáticas. Estas redes
las componen activistas (no usuarios
pasivos) que proponen construir
sus propios modelos de desarrollo
de las tecnologías, manteniendo
actitudes reflexivas ante
cualquier desarrollo tecnológico y
ejerciendo cotidianamente una reapropiación
social de la tecnología
para identificar sus usos útiles (individuales
o colectivos).
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