DIAGONAL habla con
este colectivo que, por
sexto año, vuelve a
reunirse para repensar
la educación, indagar y
denunciar las causas de
la exclusión social dentro
de la escuela.
- VI EDICIÓN. Los debates se enfocan a
la construcción colectiva de alternativas./ Antonio Navia
Desde el deseo y la necesidad de tratar
de encontrar respuestas compartidas,
los VI Encuentros para repensar
la Educación se dirigen a quienes
estén dispuestos a poner en común
prácticas que orienten una acción social
transformadora que no sea cómplice
del abandono y la violencia que
se ceba en los más débiles: niños y
niñas que, por haber nacido en el seno
de una estructura familiar u otra,
estén condicionados de por vida a ser
‘listos’ o ‘tontos’, ‘buenos’ o ‘malos’,
‘incluidos’ o ‘excluidos’.
DIAGONAL: En vuestro ciclo habláis
de graves problemas como la
convivencia en las aulas, ¿se concluyen
algunas acciones o posibles soluciones
a corto plazo para el sistema
educativo?
BEATRIZ MARTÍNEZ: Las aulas
pueden tener problemas de goteras,
insonorización, falta de mobiliario,
de maestros... lo que no sobran son
niños y niñas con problemas de todo
tipo, jóvenes de bachillerato violentados
y violentos, las dos caras de la
misma moneda, estudiantes universitarios
sin cauces reales donde desarrollar
todo ese gran potencial formativo,
menores en centros de acogida
sometidos a una Ley del Menor
insultantemente olvidada por toda la
comunidad educativa, ley que permite
el uso de métodos coercitivos como
esposas e instrumentos y métodos
vejatorios, denigrantes... Si no
andamos con cuidado, esta concepción
de la escuela como receptáculo
(las aulas) donde depositar un contenido
(el alumnado) puede acabar
convirtiéndola en una inmensa prisión.
Curiosamente poca gente pregunta
por la escuela desde lo que es
realmente: un grupo humano vivo y,
por tanto, en movimiento y conflicto
que se organiza de una determinada
manera, un espacio formador de personas
y un tiempo para elaborar conocimientos
vividos que sean capaces
de explicar el mundo en el que
estamos. La escuela puede ser una
maravillosa oportunidad para generar
procesos de convivencia cuyo fin
sea ser más humanos y menos máquinas
de producir y consumir.
Lamentablemente esta concepción
no suele tenerse en mente en primera
instancia. Una escuela desanclada
de la realidad social, política, económica
y cultural en la que se vive sólo
puede generar problemas a corto,
medio y largo plazo a las personas
que la habitan y a la sociedad en su
conjunto.
D.: ¿Qué hacéis a lo largo del año?
B.M.: Hacemos lo que podemos desde
la humildad de nuestros medios y
recursos. Éste es un espacio autogestionado.
Somos conscientes de la urgencia
por cambiar el estado actual
de cosas, pero también sabemos que
educar y educarnos requiere paciencia,
reflexión y tenacidad, además de
una buena dosis diaria de rebeldía,
amor y risa, todo un proceso que se
cuece a ‘fuego lento’. Estamos en la
calle, en las movilizaciones que estimemos
oportunas, en la denuncia de
cuanto consideramos nos vulnera,
estamos junto a los más vulnerados,
ni un paso atrás ni delante. Digamos
que somos algo así como la antítesis
de cualquier ONG al uso.
D.: ¿Qué otras jornadas similares se
producen en el Estado?
B.M.: Jornadas, muchas. Encuentros
con continuidad que posibiliten organizar
el tejido social para cambiar
las cosas, menos, y que cuestionen el
sistema capitalista de raíz, menos todavía.
La cuestión no está en hacer
jornadas, sino en comprender la necesidad
de organizarnos y trabajar
codo a codo, crear un lenguaje común
que nos sirva para identificar
con claridad los intereses comunes y
rechazar con la consiguiente firmeza
cualquier moto que nos vendan.
D.: ¿Con qué colectivos que realizan
labores similares tenéis relación?
B.M.: Con bastantes que a lo largo
del tiempo han aportado cosas
muy valiosas y hemos recogido en
una publicación modesta y artesanal,
El Libro de los Encuentros, en
entregas anuales.
ABRIL LORENTE (ALUMNA DEL INSTITUTO MARÍA DE MOLINA, MADRID)
El acoso escolar es algo que
cualquier joven puede ver.
Todos los días ocurren casos.
La mayoría nunca son denunciados,
ya sea por la falta de
comunicación o porque el problema
no es reconocido.
La moda de ahora es quedar
en las salidas de los centros
y propinarse una paliza entre
dos o más alumnos, mientras
otros lo graban con el móvil.
El problema de estas peleas
es que nadie intercede, quizás
por miedo a verse agredido,
ni siquiera los profesores,
que cuando lo ven sólo se
dedican a mirarse entre sí
con desaprobación.
Esto no les ocurre sólo a los
alumnos sino también a los
profesores. Hay mucha información
sobre este tema,
incluso en las agendas escolares,
hay páginas dedicadas
a ello, y algunas charlas y
talleres. Pero la mayoría de
los jóvenes sigue todavía sin
estar concienciada. Uno de
los mayores problemas es
que muchas veces las agresiones
no son reconocidas. La
normalización de la violencia
llega hasta el punto de que
no se distingue la ficción de
la realidad. Las charlas y
folletos que nos dan no nos
motivan lo suficiente para
prestar atención. Además,
son sesiones esporádicas en
lugar de actividades más
divertidas y continuadas.
Más Información:
VI Encuentros para repensar la educación.
Todos los viernes hasta el 23 de marzo, a
las 18.30h en la Asociación Cultural
Candela, Madrid.
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