ANÁLISIS: CASOS DE CORRUPCIÓN EN LA UNIVERSIDAD PÚBLICA ESPAÑOLA
Investigar la Universidad:una tarea restringida

El II Congreso sobre la Corrupción y el Acoso en la Universidad Pública ha generado polémica. Los medios de comunicación lo han referenciado
desde la anécdota y las presiones han aflorado.

Texto de Guillem Bou, profesor de la UAB y presidente del Congreso

09/11/06 · 0:00
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/ Miguel Ángel Martín

Desde un sentido de la urgencia,
el autor plantea las primeras conclusiones de
este encuentro de profesores, estudiantes y
Personal de Administración y Servicios (PAS).

Durante siete años (los
tres de actividad previa
al primer congreso en
2002 y los cuatro últimos
hasta la realización de la segunda
edición), un equipo de personas hemos
analizado los casos de corrupción
que se dan en la Universidad
pública española y no son pocas las
conclusiones que hemos extraído.

Corrupción y acoso, por lo general,
van unidos a la casuística universitaria.
Es decir, no existe la figura
del ‘corrupto simpático’ o delincuente
popular tipo Robin Hood.
Al contrario, se trata siempre de
personas ambiciosas en extremo,
sin ningún tipo de empatía por el
prójimo, tendentes al abuso reiterado
de poder y capaces de cualquier
crueldad. En esta tesitura, por tanto,
la persona corrupta acosa sin
piedad a todos aquellos testigos no
participantes de sus corruptelas y,
por añadidura, a cualquier persona
mínimamente creativa, honrada o
con un mínimo de conciencia personal
o profesional.

Los casos de corrupción son tremendamente
complejos; ello se
debe a los múltiples recursos financieros
a que da acceso la vida universitaria
y al poco control sobre
los mismos. Además, se dispone de
un marco legal claramente insuficiente
para perseguir la corrupción
ya que las leyes, quizá malentendidas
bajo el pretexto de la ‘autonomía
universitaria’, garantizan la impunidad
de quien corrompe.

La situación de corrupción en la
asignación de plazas en la universidad
pública española no es, en absoluto,
nueva. Se remonta quizá a
sus orígenes y, como muestra, disponemos
de un artículo impagable
del mismísimo Ramón y Cajal en el
que opina que “la situación no tiene
manera de ser arreglada”.

Profesorado sin educación

A pesar de los resultados que, de
vez en cuando, aparecen en la prensa,
la universidad pública española
tiene una cantidad elevada de profesores
mediocres que han accedido
a su plaza por recomendación,
que han concursado en solitario o,
cuando ha habido otros candidatos,
a éstos se les ha hecho la vida
imposible y todo tipo de trampas
para que abandonaran.

Un detalle que se ha abordado
en el congreso es la ausencia de
educación en muchos profesores
que ocupan cargos en la universidad.
Ello hace que muchas personas
externas que han mantenido
contactos con docentes se
hayan sorprendido al constatar
la poca catadura moral de los
mismos, ya que por ser profesores
de universidad les atribuían
unas cualidades que la realidad
ha desmentido.

A ello se suma la estructura y
el funcionamiento de la universidad
en la actualidad, violentos
per se. No se parece en nada a la
idea bucólica de ‘academia’ que
posiblemente existe en la mente
de la ciudadanía.

Funciona mediante mayorías de
intereses particulares, chantajes y
coacciones, lealtades basadas en
códigos de silencio y, en definitiva,
como los juegos de poder (propios
de los partidos políticos). De nada o
de bien poco sirve a un afectado por
la corrupción o a una víctima del
acoso universitario acudir a los tribunales.
Existen sentencias que sorprenden
al más elemental sentido
común y que se basan, como se ha
reiterado en el Congreso, en un marco
legal insuficiente.

Incluso en el caso de una sentencia
desfavorable (como por ejemplo
anular un concurso público por mala
actuación de la comisión de evaluación)
la universidad tiene sobrados
recursos para eludirla (por ejemplo,
convocar de nuevo el concurso
con la misma comisión).

Hay un grupo particular entre las
víctimas de las injusticias en la universidad:
los llamados ‘idealistas
científicos’. Estas personas tienen
un perfil bienintencionado, dedicado
totalmente a la ciencia, y que
investigarían incluso en las condiciones
más precarias. Sin embargo,
estas personas son las más frágiles
cuando descubren casos de corrupción,
porque todo su esquema mental
se desmorona. De este modo tan
sencillo, aparecen cuadros graves
de depresión, de negación de la realidad
y se puede llegar al suicidio.

Hay otro grupo particular de víctimas
acosadas, mucho más resistentes
inicialmente al acoso, que,
por esta capacidad de resistencia,
reciben un trato mucho más brutal.
Estas personas suelen hundirse
tras largos procesos de atosigamiento
en los que se producen las
agresiones más insólitas.

Ningún rector de universidad
puede hacer nada contra la corrupción
y el acoso porque debe su cargo
a claustros que, precisamente, se
han formado a partir de estructuras
de votos cautivos (personas que han
tenido que votar a su jefecillo). Por
tanto, los rectores no son más que títeres
que no pueden tomar ninguna
medida anticorrupción (al día siguiente
de tomarla se enfrentarían a
una moción de censura).
Ante un caso de corrupción las
directivas del Rectorado son normalmente
tres: investigar a quien
denuncia el caso (más que al caso
denunciado), evitar que cualquier
noticia trascienda a la sociedad y,
finalmente, como se dice en el argot
de los rectores, “esperar que
amaine la tormenta”.

Así las cosas, la resolución del
problema de la corrupción y el acoso
en la universidad pública pasa, en
principio, por constituir una plataforma
de resistencia. Un grupo al
que toda persona afectada o víctima
pueda dirigirse a pedir ayuda o asesoramiento.
Y un grupo que lleve un
inventario de casos y reclame su resolución
por parte de las autoridades.
Un grupo perenne. Si viviéramos
en otro país, probablemente
tendríamos toda la ayuda estatal. En
España hay demasiada gente con
poder interesada en que la corrupción
(de muchos tipos diferentes)
nunca se investigue.

Endogamia
universitaria

Los investigadores Laura Cruz Castro,
Luis Sanz y Jaime Aja, de la
Unidad de Políticas Comparadas
del CSIC, presentaron el pasado
junio un estudio sobre trayectorias
profesionales de profesores e
investigadores en la Universidad
pública española. Las conclusiones:
el 70% de las oposiciones las
gana un candidato que concurre
en solitario, y en el 96% de los
casos es un profesor que ya trabaja
en el departamento que saca a
concurso la plaza. El informe-
basado en una encuesta a 2.588
investigadores (2.350, profesores
titulares de universidad)- reveló la
escasa competencia para acceder
a funcionario.

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