La autora reflexiona sobre nuestro “legado digital”, la huella que hemos dejado en nuestro uso de la red, en forma de fotos, textos, vídeos y correos electrónicos.

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Dicho sin rodeos, esparcimos constantemente nuestra vida por internet. Desde lo más irrelevante hasta lo más íntimo, compartimos en las redes sociales, contamos en mensajes o correos electrónicos y subimos archivos a plataformas para todos los gustos. Hemos aprendido a preocuparnos por salvaguardar nuestra intimidad en la red, pero a todos se nos escapa la respuesta a una pregunta: ¿qué pasará con todo eso que arrojamos al ciberespacio cuando llegue el momento de nuestra muerte? Los expertos hablan de esa cantidad de datos y de archivos que quedan colgados en la red cuando fallecemos como nuestro “legado digital”. Podemos hacer algo por controlarlo, pero dedicamos muy poco tiempo a pensar en ello.
Los expertos hablan de esa cantidad de datos y de archivos que quedan
colgados en la red cuando fallecemos como nuestro “legado digital”Blogs que bien podrían ser un libro por entregas, vídeos que competirían con grandes artistas en los museos si fueran descubiertos por quienes tienen que descubrirlos, fotos magistrales al mismo tiempo que espontáneas…, pero también los correos electrónicos apasionados y desgarrados que compartimos con nuestros primeros amores, las fotos de aquella tarde tan especial por cosas que solamente a ti te importan, ese vídeo que hiciste con una canción que tanto te gusta o un aborto de poema que te atreviste a colgar en un blog. ¿Estás dispuesto a que cuando mueras se queden perdidos por internet? ¿Te gustaría que cualquiera pudiera volver a recuperarlos cuando ya no estés aquí para abrir la boca?
Para evitar tener estas incógnitas, podemos apostar por distintas medidas que, tomadas en vida, darán cuenta de lo que pasará con nuestra huella en la red cuando fallezcamos. La primera opción pasa por confiar en las medidas que las principales plataformas digitales empiezan a tomar para tratar de resolver el problema de cómo gestionar los archivos de usuarios fallecidos. Sin embargo, aun en los gestores de estas plataformas es una preocupación incipiente y las soluciones que se ofrecen parecen estar poco desarrolladas. Llega aquí la segunda opción: crear un testamento virtual.
El testamento virtual no es muy distinto a un testamento común: se trata de un documento notarial en el que se consignan las claves de acceso a las distintas cuentas que una persona tiene en redes sociales, blogs y demás. Es el propio usuario el que decide a quién van a ir a parar esas contraseñas y qué tiene que hacer con ellas. Puede pedir que borren su paso por internet, puede pedir que sigan gestionándolo por él, puede pedir, en fin, que se haga con él lo que a él, como propietario del mismo, le parece pertinente. Ni familiares que metan las manos entre tus documentos más íntimos ni grandes magnates de internet que se queden con todo aquello que estando vivos hicimos circular por “la nube”.
Sea porque no nos gusta pensar en la muerte, sea por dejadez, muy pocos creamos ese testamento virtual. Lo del legado digital no es algo que nos preocupe demasiado. Se nos pasa por la cabeza, acaso, cada vez que conocemos la historia de alguien que ha fallecido y a quien teníamos como amigo en Facebook. Vemos aquello inundado de palabras de esperanza en el más allá y de lamentos. “Sé feliz estés donde estés”. No sabemos dónde está, pero estamos seguros de que sigue vivo en esa aséptica cuenta de Facebook, como si internet nos castigara, como si no nos dejara morirnos del todo.
Políticas postmortem
Wordpress, plataforma para la creación de blogs, no especifica qué pasará con la cuenta de un usuario fallecido, aunque de sus términos se sobreentiende que se cancelará si es debidamente notificado.
Youtube permite cancelar la cuenta y eliminar los vídeos subidos siempre que se notifique y justifique documentalmente la defunción del usuario en el plazo máximo de un mes desde que se produzca.
Gmail desactiva las cuentas nueve meses después de la defunción. En caso de que un familiar necesite acceder a la información contenida en ella, deberá documentar los hechos para que la empresa evalúe la pertinencia o no de ese acceso.
Hotmail permite a los familiares del fallecido obtener una copia en CD de todos sus mensajes siempre que se haga llegar la documentación requerida para acreditar la muerte y su relación con el usuario.
Twitter facilitará una copia de todos los ‘tuits’ del usuario fallecido a aquellos que documenten su defunción y justifiquen que son los herederos o representantes legales del mismo.
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