ENTREVISTA // DEREK MULLINS, RESPONSABLE DE LA DISTRIBUCIÓN Y PROMOCIÓN DE LA UNIÓN DE CINE
“Estamos en la misma situación”

Hablamos con uno de los responsables del centro
sobre las formas de producción y organización de este
proyecto que lucha contra el imperialismo mediático.

16/10/08 · 0:00
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MULLINS. “Tenemos un problema con
cómo se estructuran los medios” / Salta

DIAGONAL: ¿Cuál es vuestra relación
con la gente de la zona?

DERECK MULLINS: Hay personas
a las que les gusta mucho el trabajo
de Appalshop, y a otras no.
Entendemos que se debe a la especial
atención que ponemos a las
tensiones que genera la industria
minera del carbón. Muchas perciben
que buena parte de la producción
de Appalshop es muy crítica
con las empresas mineras y con su
funcionamiento. Algunas creen
que esa crítica se dirige hacia la vida
de los obreros mineros, pero no
es así. Mi padre es minero y fue él
mismo quien me enseñó a odiar a
las empresas mineras, precisamente,
por la injusticia con la que tratan
a la gente que allí trabaja.

D.: ¿Appalshop funciona a partir de
un modelo comunicativo concreto?

D.M.: Puede parecer que es un proyecto
muy completo en términos
de producción, pero no tendría sentido
si producimos cine y sólo lo vemos
nosotros. Es para un público,
y es tan importante como la imagen.
Intentamos hacer materiales
audiovisuales que tengan en cuenta
un uso práctico y relevante. No
todos los productores de imagen
orientan su función en este sentido.
La producción audiovisual se
suele agrupar en entretenimiento o
en educación; lo primero es algo
muy distante y comercial, y lo segundo
suele ser muy seco. Cuestionamos
cómo hacen y conciben
esto los medios, porque, o no consideran
al público siquiera, o si
piensan lo hacen mal. Todos nuestros
trabajos están atravesados por
una reflexión sobre su relevancia
de uso. Para nosotros es muy importante
que la gente cuente sus
propias historias, y eso significa
darte cuenta de la situación. Las
personas expertas que se consultan
en los vídeos son gentes implicadas
en los procesos de los que hablan.
Hay un proceso de concienciación
en el propio acto de hacer un vídeo
y esto es bastante singular.

D.: El centro tiene un equipo de dirección
y os autodenomináis “comunitario”,
¿cómo organizáis el trabajo?

D.M.: En general todo está gestionado
por las personas empleadas.
No hay un comité ejecutivo externo,
como suele pasar en organizaciones
sin ánimo de lucro. Hay cuatro
apartados básicos: la radio, la
unión de cineastas, el teatro y lo
que llamamos el corazón o núcleo
(gestión, contabilidad y mantenimiento
del edificio). Parte de la financiación
está repartida en las
tres primeras secciones. La de cine,
por ejemplo, está repartida en proyectos,
de tal forma que cada iniciativa
busca su propia financiación
y cada persona recauda dinero
para su propio salario. Cada proyecto
se autofinancia con subvenciones
y becas. Ésta es la forma de
buscar financiación.

Por tanto, cada proyecto se autodirige
y cada uno es su propio jefe.
Hay comités permanentes de gestión
de los bienes comunes. Las líneas
de mando se va formando a
partir de estos comités. Si existe
Appalshop es porque existen ideas
para un proyecto, no porque
alguien decidiera cómo conseguir una financiación para un proyecto.
Como jóvenes, teníamos que
conseguir cámaras, aprender a editar,
conseguir comunicar algo, desarrollar
una forma de coordinarnos
y de organizarnos… Todo eso
había que inventarlo sobre la marcha.
Ha sido y es un proceso continuo
de aprendizaje. No se trata de
una imagen, un vídeo, un programa
de radio, sino de todo un cuerpo de
trabajo que tiene un impacto. Ahora
habrá unas 15 personas que tienen
ideas sobre teatro, música, cine, fotografía…
Algunas pasan una temporada
y otras se quedan.

D.: ¿Cuál es vuestra relación con las
instituciones y administraciones?

D.M.: En los ‘80 sabíamos lo que
había que hacer para crear una radio
comunitaria. Requiere muchos
trámites, licencias, recursos… Nos
enteramos de que en el Gobierno
federal existían fondos para emisiones
públicas de radio y que se
repartían muy poco. Insistimos en
que ese dinero se repartiera. Al final,
se trata de insistir en ser tratados
como ciudadanos y tener acceso
a los bienes comunes del Estado.
Algunos de nuestros amigos y participantes
más radicales han criticado
en varios momentos que nos
empeñemos en tener acceso a los
fondos del Estado. Pero, si existen
estos dineros, ¿para quién son si no
es para nosotros? Para los que están
en la mesa de negociación. Por
eso nosotros también queremos estar
en esa mesa.

D.: Vuestro trabajo es una batalla
contra el colonialismo mediático…

D.M.: Siempre hemos tenido un
problema con la televisión. Si consideras
la palabra broadcasting, que
es una torre que proyecta un mensaje
a todos los receptores, es estructuralmente
lo contrario a la democracia.
Desde el primer momento,
tenemos un problema con cómo
se estructuran los medios.

En los ‘70 nos influyó mucho el
movimiento por los derechos civiles
en EE UU y buena parte del trabajo
que se hacía sobre la imagen de las
personas afroamericanas. Nos pareció
que las representaciones que
se hacían de la gente estadounidense
no eran ciertas. Nosotros éramos
americanos, aunque no supiéramos
siquiera lo que era nuestro país.
Queríamos cambiar eso y espero
que hayamos logrado algo.
Además, desde el primer momento,
nos dimos cuenta de que el público
más importante era la gente
de la montaña. La represión más
fuerte y difícil de superar siempre es
la interna. En esta zona tenemos
muchos problemas por las minas, la
explotación de gas y de carbón, la
mala calidad del agua, la contaminación,
los abusos laborales…

Si la gente de la montaña se sienta
en una mesa con los representantes
ejecutivos de una empresa y lo
primero que siente que tienen que
hacer es pedir perdón por su apariencia,
su acento, su forma de hablar,
su familia, su historia, ya han
perdido el juego de fuerzas.
El primer objetivo es superar
esa imagen de una cultura, de un
pueblo inferior que necesita ser salvado
por los americanos ricos de
otras zonas. En ese sentido, estamos
en la misma situación que la
mayoría de los países de este planeta.
Desde el primer momento te
tratan de inferior y menos importante.
En esta situación de fuerzas,
el imperialismo americano te coloca
en una posición de debilidad y te
gana siempre.

D.: ¿Y cómo gestionáis los materiales
que producís?

D.M.: Para nosotros, el uso del
copyright no significa vallar una
propiedad intelectual como propiedad
privada, sino protegerlo de un
mal uso o una posible expropiación.
Para el visionado y distribución
de materiales somos muy libres,
sólo se tienen que poner en
contacto con nosotros. Dependiendo
de los recursos que manejen o
del uso que una organización o alguien
individual quiera hacer de los
materiales, lo damos gratis o no.
Para nosotros es muy importante
proteger las imágenes. Si un cineasta
o un realizador viene aquí y hace
una representación lamentable
de la zona o de la gente, puede irse
a Nueva York y hacer lo que quiera,
mientras nosotros estamos en
las trincheras, y si hacemos una
mala representación o contribuimos
a ello son nuestros parientes,
nuestros vecinos… Es un nivel de
responsabilidad incomparable.

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