Presentamos algunas pinceladas de esta red de
locales: lugares de intercambio de habilidades
tecnológicas y de su aplicación en lo social.
Puede que para muchas personas
hacklab sea una palabra incomprensible
y difícilmente ubicable.
En el Estado español, sin embargo,
existen más de una veintena de
espacios que responden a esta denominación.
Hacklab surge de la
fusión de dos palabras, hacker y
laboratorio. Por hacker podemos
entender a la persona que no se limita
a un uso consumista de la tecnología,
sino que se propone conocerla
en profundidad, difundirla o
modificarla. En cierto modo realizan
experimentos, investigan, y
por ello se autodenominan laboratorios.
En los laboratorios de hackers
o hacklabs participan técnicos
informáticos, programadores
o ingenieros, pero también muchas
personas que desde su barrio
o ciudad quieren dejar de depender
de la tecnología como consumidores
y proponen acercarla a lo
social a través de usos descartados
por el mercado
Los hacklabs recogen la herencia
de los hackers de los años ‘60
que participaron en el desarrollo
de las redes y de la microinformática,
y suman toda la conciencia
comunitaria pública y social que
ha promovido el movimiento por
el software libre, el código abierto
y las licencias libres. El espectacular
desarrollo actual de la tecnología
presenta dos escenarios bien
distintos. Por un lado, grandes empresas
de software que han promovido
un modelo de negocio basado
en las dos caras de la misma
moneda: pago por licencia del programa
en entornos donde pueden
cobrarse (administraciones públicas
y empresas) para que así la ciudadanía
tenga que utilizarlos también,
aunque sea con copias piratas;
ambos benefician al mismo
mercado de software propietario.
Por otro, proyectos de software libre
o de código abierto que priman
el uso público y libre de los programas
pero que cuentan con un número
de usuarios, aunque considerable,
menor que el establecido.
La dimensión humana
David Clark, hacker del Massachusets
Institute of Technology y figura
clave en los ‘70 en el desarrollo
de Internet, advertía en el documento
RFC1251 (uno de los documentos
que definen la red de redes)
que “solemos pensar que las
redes conectan ordenadores, pero
su éxito no estriba en los aspectos
técnicos sino en su dimensión humana”.
Esto es algo que también
recuerdan los hacklabs con sus actividades
públicas.
Los hacklabs cuentan con una
red local conectada a Internet y
ofrecen acceso público gratuito a
la vez que realizan cursos,organizan
charlas o deciden acciones en
defensa de la libertad de las comunicaciones.
En definitiva, estos espacios
cumplen la función de difundir
la idea del uso universal y
libre del conocimiento y de su puesta en práctica. Bajo la premisa
de la libertad de información y gracias
a su independencia de toda institución
u organización sujeta a las
reglas de mercado, median entre
desarrollos tecnológicos y procesos
sociales para que los unos cobren
sentido y los otros se enriquezcan.
Procesos sociales que ya se daban
en los propios encuentros de hackers,
los denominados hackmeetings
(ver DIAGONAL nº 0).
En 1998, se realiza en Venecia el
primer evento de estas características,
autodenominado expresión de
la “contracultura” digital, pero que
desde un primer momento se reconoce
público, abierto a cualquier persona
aunque no haya tocado un ordenador
en su vida. Pues este hacker
confiere una dimensión que va más
allá de la informática tal como se entiende,
una amplitud de miras que
apuesta por la libertad de la información
y conocimiento y no sólo por utilizar
muy bien un determinado programa
o sistema operativo. En 1999,
durante el segundo hackmeeting italiano
(hackit), se presenta en Milán
el primer hacklab. El proceso es similar
en España: en 2000 se celebra
el primer encuentro en Barcelona y
al año siguiente en Bilbao se presenta
el primer hacklab, el barcelonés
Kernel Panic (expresión que significa
“error interno de sistema del que
no se puede recuperar”).
A partir de allí la mecha prende en
Bilbao, Madrid, Zaragoza o Compostela
hasta llegar a los más de 45
espacios que actualmente se reconocen
como hacklabs (la lista
completa la podéis encontrar en
http://www.hacklabs.org, donde aparecen
también sitios que sin reconocerse
hacklabs se asemejan en su
filosofía y actividades).
Si el hackmeeting es la reunión
anual por excelencia (cada vez surgen
más encuentros interesantes como
las recientes Jornadas Tecnológicas
de Seco en el Kaslab de Vallecas,
Madrid), el hacklab es el encuentro
durante el resto del año.
Además de las iniciativas realizadas
en sus propios locales (como la distribución
X-evian.org en Bilbao)
los hacklabs han destacado por la
difusión de su mensaje y su práctica
más allá de sus cuatro paredes. Así,
nos encontramos con eventos como
el Hacking the Streets, una jornada
de actividades que se realiza en un
espacio público abierto para llegar a
quienes no les conocen.
Para saber más de un hacklab o
incluso crear uno conviene leer el
pequeño manual Hacklabs, tecnologías
y redes de ensamblado colectivo
de autonomía digital, de Xavier Barandiaran,
miembro de Metabolik
Biohacklab.
Una mecha
que prendió
_ El primer hacklabab en el Estado
español se presenta durante el
hackmeeting de Leioa (Bilbao,
2001). Se trata del Kernel Panic,
un local abierto en el Centro Social
Okupado Les Naus de Barcelona,
que será el precedente para el
nacimiento de otros laboratorios
como el Wau Holland- Cielito Lindo
en Madrid, el Metabolik-Biohacklab
en Bilbao, Downgrade en
Zaragoza o la Casa Encantada en
Galicia. Son espacios asamblearios
y autogestionados.
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