MEDICINA // LA INVESTIGACIÓN PARA LA SALUD NO HA CONSEGUIDO ACABAR CON LAS ENFERMEDADES VÍRICAS Y BACTERIANAS
Las bacterias no saben de economía

Aunque en los años ‘60 parecía haberse acabado
con la mayoría de las infecciones con descubrimientos
como el de la penicilina, en EE UU siguen
muriendo 14.000 personas cada año por infecciones
que contraen dentro del hospital en que han sido ingresados
por otros motivos. En este artículo el sociólogo
Rafael Conde apunta algunas de las causas
de esta persistencia, cuando la falta de innovación
en la investigación farmacológica supeditada a intereses
económicos no ayuda a sanar las 517 enfermedades
infecciosas identificadas por la Organización
Mundial de la Salud en la actualidad.

20/02/06 · 22:42
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PEQUEÑAS COMPAÑERAS. Cada ser humano porta 100.000 trillones de bacterias.

Si hicieras 11 montones iguales con
todas las células que llevas contigo
encima de tus zapatos en este momento,
diez montones serían bacterias,
y sólo uno, el montón restante,
lo formarían las células que te dan
forma: musculares, óseas, neuronales,
etc. En total, 100.000 trillones de
bacterias te acompañan. La mayoría
está trabajando en tu beneficio totalmente
gratis, lo que demuestra que
sus conocimientos sobre economía
son mejorables. Sin embargo, otras
bacterias no son tan amables y puede
que en este momento estén intentando
acabar contigo. No lo hacen
conscientemente, eres demasiado
grande y ni si quiera saben que existes,
pero creen que así vivirán mejor.
Se equivocan, porque si acaban contigo
no tendrán donde vivir. No te
preocupes, eres más fuerte y tienes
un sistema inmunológico heredado
que ha lidiado con ellas millones de
años y sabe qué hacer.

No obstante, algunas veces la lucha
es dura y enfermamos. Tras
unos días solemos vencer y, si no podemos
hacerlo solos, hemos inventado
medicamentos que nos ayudan
y construido hospitales donde profesionales
que portan otros tantos trillones
de bacterias consigo te cuidan
hasta que te cures. O al menos así
debería ser, pero hay algunas bacterias
que consiguen superar todas estas
pruebas y desgraciadamente ganan
la batalla. Incluso algunas se
quedan a vivir en los hospitales y esperan
allí a que ingrese un nuevo
‘hogar’. 14.000 personas mueren al
año en Estados Unidos por infecciones
que contraen dentro del hospital
en que han sido ingresados por otros
motivos. El afamado escritor de viajes
Bill Bryson se ha referido a esta
sorprendente cifra de muertes por
infecciones contraídas en los hospitales
afirmando que “los microbios
están empezando a ganar la batalla
otra vez en todas partes”.

Lo cierto es que estas cifras reflejan
un hecho concreto: aún estamos
lejos de vencer a las enfermedades.
Las cifras de la primera potencia económica
del mundo, que reflejan un
número tan elevado de infecciones
que burlan el sistema sanitario, propagándose
por los hospitales, son
una prueba de ello. Lo curioso es que
éste no parecía ser el futuro de la medicina
hace 40 años.

A principios de los ‘60, W. Stewart,
director en aquel entonces
de la Dirección General de Salud
Pública estadounidense, declaró:
“Hemos eliminado prácticamente
la infección en los Estados Unidos”.
Tenía razones para sentirse
tan optimista, pues en aquellos
años los medicamentos estaban
ganando la partida a los microbios.
Por ejemplo, la penicilina curaba
prácticamente todas las infecciones
provocadas por estafilococos, una
efectividad muy diferente a la actual.

Sin avances en la
investigación sanitaria
¿Qué ocurrió? ¿Por qué las enfermedades
volvieron a repuntar y continúan
aún hoy superando nuestra
tecnología médica? Una de las respuestas
está en el uso erróneo que
hacemos de nuestra mejor arma: los
antibióticos. Tres cuartas partes de
todos los antibióticos que se utilizan
en el primer mundo se administran
al ganado para prevenir epidemias y
estimular el crecimiento de los animales.
Esta práctica tan rentable para
la industria farmacéutica ha sido
el mejor ‘entrenamiento’ para las
bacterias, que han conseguido desarrollar
resistencias frente a nuestras
medicinas antes de transmitirse
de la población animal a la humana.
Ante las nuevas bacterias entrenadas
y resistentes a nuestras antiguas
armas existe una evidente falta de
innovación por parte de los laboratorios
dedicados a la investigación
farmacológica. Desde los años ‘70
no se ha inventado ningún antibiótico
nuevo. Los productos que han ido
apareciendo desde entonces han sido
únicamente mejoras de otros
más antiguos. Tampoco se ha desarrollado
una vacuna nueva desde
hace dos décadas a pesar de que 13
millones de personas fallecen cada
año por enfermedades infecciosas
para las que no hay prevención. De
hecho, la Organización Mundial de
la Salud (OMS) identifica 517 enfermedades
infecciosas conocidas, pero
sólo 13 vacunas.

Es evidente que hay motivos económicos
detrás de estas realidades.
Por un lado, las vacunas son fármacos
preventivos, es decir, se suministran
ocasionalmente, lo que
las hace menos rentables que un
medicamento destinado a curar
una enfermedad ya contraída, que
se administra regularmente. Además,
el desarrollo de una vacuna o
un medicamento es extremadamente
caro, lo que hace que se protejan
las inversiones de la industria blindando
las patentes, circunstancia
que aleja los medicamentos de la
población del tercer mundo, o bien
se invierta en fármacos de alto consumo
en el primer mundo, como los
antidepresivos. Los esfuerzos se hacen
claramente en la dirección equivocada.
Está claro que la economía
no entiende de virus ni bacterias, lo
que nos lleva a preguntarnos: ¿debe
estar la salud, un derecho universal,
en manos de un negocio privado como
la industria farmacéutica? No se
lo preguntéis a las bacterias: ellas
no saben de economía.

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