Desgraciadamente, en este país se siguen utilizando las lenguas y la cultura como armas políticas.
Texto de Ekaitz Ortega
Tras la publicación del último informe PISA, el portavoz del grupo político Ciudadanos, Juan Carlos Girauta, realizó su personal lectura sobre los datos obtenidos en Cataluña. A pesar de ser la séptima comunidad autónoma en resultados, no le complacieron los datos obtenidos y lanzó un dardo hacia su política lingüística. Aseguró estar “absolutamente seguro que está relacionado con la inmersión lingüística, ¿o es que el castellano se aprende por ciencia infusa?”.
No es la primera vez que Ciudadanos ataca las políticas lingüísticas en comunidades autónomas bilingües. En 2015 fue el único partido político que no se sumó a la celebración del Día del Euskera y atacó su imposición en la provincia alavesa. En un documento de cuatro folios, sin el apoyo de ningún estudio en concreto, afirmó que el aprendizaje del euskera en las escuelas causaba “perniciosos efectos en la adquisición de competencias y conocimientos”. Al final del texto, en el que se cuestionaba el uso político del idioma, se podía encontrar un único comentario positivo hacia la lengua: “Ciudadanos apostará siempre por la promoción de la cultura, y por ello, del euskera”.
Dentro de la indefinición que se suelen encontrar en esta clase de comentarios cuando vienen desde la clase política, no son habituales las referencias a estudios o informes que apoyen las tesis contra el bilingüismo. Por el contrario, los estudios realizados les llevan la contraria.
A comienzos del siglo XX se compartían las tesis de Ciudadanos en múltiples países y se asociaba el bilingüismo con malos resultados escolares. El debate fue atenuándose con los años hasta quedar cerrado tras los estudios realizados por investigadores como Wallace E. Lambert en los setenta. El psicólogo de McGill University estudió durante años la política de inmersión lingüista en apoyo al francés en Canadá para lograr una sociedad bilingüe, así como el resultado que esta provocaba en los alumnos.
Lambert efectuó distintos estudios desde primaria con pruebas a estudiantes bilingües de todo el espectro socioeconómico y los comparó con sus iguales monolingües. Cada primavera, durante quince años, se seleccionaron alumnos para realizarles una extensa batería de tests individuales y colectivos con intención de estudiar su desarrollo intelectual y cognitivo, tanto a nivel de lenguaje como de conocimientos matemáticos, de comprensión o creatividad.
Durante los quince años en los que se realizaron las pruebas a estudiantes los resultados fueron claros: no se constató ningún déficit en la lengua nativa ni en los contenidos escolares. Los jóvenes eran capaces de manejar el inglés, su idioma nativo, como los monolingües, a lo que se sumaba un uso del francés que difícilmente podrían lograr los que estudiaban ese idioma como segunda lengua. Tampoco se encontraron diferencias en ninguno de los controles estándar de inteligencia y se descubrió que los alumnos bilingües superaban levemente en flexibilidad cognitiva a los estudiantes de inglés.
Se pueden discutir la aplicación de este estudio a otros países, las características sociales y políticas de cada territorio muestran sus propias características, aunque fue clave para desmontar prejuicios y comentarios despectivos sobre las políticas lingüísticas en comunidades bilingües, así como su supuesto perjuicio a los estudiantes.
Desgraciadamente, en este país se siguen utilizando las lenguas y la cultura como armas políticas. Eso no tiene visos de cambiar, pero el uso de datos concretos y objetivos ayudaría en la justificación de muchos comunicados políticos.
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