La jornada partida pone en valor el descanso, el recreo y el comedor.
La jornada escolar no es otra cosa que la distribución horaria de las diferentes actividades del cole. En la jornada partida las clases se dividen en horario de mañana y de tarde, con el comedor y recreo entre medias, mientras que en la jornada continua se imparten las cinco clases seguidas, permitiendo que quien no se queda en el colegio a comer, pueda salir a casa a las dos.
Estos horarios no deberían marcar una diferencia en cuanto al modelo de escuela. Pero, lamentablemente, la jornada continua refuerza un sistema nefasto impuesto por la LOMCE y los recortes en educación pública, mientras que en la escuela concertada y privada esta jornada no está planteada.
La actual ley educativa está marcada por la productividad: deberes, pruebas externas y materias instrumentales –lengua y matemáticas– en detrimento de contenidos como música o plástica, así como de la participación de las familias en las decisiones del Consejo escolar. En este contexto se enmarcan los puntos más cuestionables de la jornada continua.
Rendimiento y bienestar
A día de hoy no existe ninguna evidencia de que la jornada continua mejore el rendimiento escolar, por lo que éste no puede ser un argumento para cambiar la jornada. Lo que sí se sabe es que niñas y niños necesitan varios tiempos de descanso y dispersión. Y esto no es posible con la jornada continua, pues ofrece los mismos contenidos –de por sí excesivos– en cinco clases seguidas, sólo interrumpidas por 30 minutos de recreo. Los problemas añadidos: menos descansos y comidas demasiado tarde para el alumnado pequeño.
Para quienes defienden la jornada continua, dar clase por la tarde es cansado e improductivo. Igual de improductivo, por cierto, que las dos últimas clases de la jornada de mañana.
En cualquier caso, ¿por qué se habla de la productividad de niñas y niños de tres a doce años? Sería mejor defender su necesidad de jugar, investigar, aprender, relacionarse, tener conflictos y resolverlos, algo que la LOMCE no hace. El problema de después de comer no es tanto que no se puede aprender sino cómo y qué se quiere que aprendan.
Hay un desprecio por el tiempo de comedor y recreo. Para las instituciones educativas este espacio se considera accesorio, y la jornada continua refuerza esta idea. En el patio, donde la supervisión corre a cargo de empresas privadas y no del profesorado, niñas y niños aprenden a relacionarse, y es donde, además, se dan peleas y conflictos.
En las clases después del patio –cuando el alumnado vuelve a su grupo con sus docentes– se detectan dichos conflictos y se pueden trabajar, por lo que suprimir este espacio de encuentro es grave, más aún en un momento preocupante con casos de acoso y bullying en edades cada vez más tempranas.
En 2012 la entonces presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, promovió la jornada continua con un objetivo: facilitar que las familias dieran de comer a sus hijos en casa para ahorrarles el gasto en comedor. Entonces en los centros con jornada continua el 38% del alumnado utilizaba el comedor, frente al 72% con la partida.
Pero ¿es ésta la solución para la crisis económica? ¿No se incrementa así la presión sobre las mujeres que, haciendo malabarismos, son las que se encargarán del cuidado de sus hijos? Hay que alertar, además, de que cuando desciende la demanda de alumnado, muchos comedores están viendo reducido su presupuesto y se precarizan –con el cambio, por ejemplo, de cocina a catering–.
Urge garantizar un servicio de comedor de calidad a toda la población escolar, y exigir que nadie se quede sin beca de comedor. Para muchas niñas y niños ésta es la única vía de acceso a una alimentación equilibrada y completa.
Por último, se debe insistir en problemas de la escuela pública que la jornada continua agudiza: cierre del colegio por la tarde, menos extraescolares o reducción de la participación de las familias en colegios de contextos urbanos que, al haber tres horas diferentes de salida, pierden mucho contacto entre sí. Y precisamente hoy más que nunca se necesita una comunidad escolar organizada.
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