El 5 de octubre de 1988 algo cambió para siempre en Chile. El gobierno de Augusto Pinochet perdía un plebiscito que habían diseñado como un trámite y se abría el paso a la democracia tras la arrolladora campaña del 'no' al régimen.

Corría el año 1988 en Chile. El general Augusto Pinochet se mantenía en el poder, al que había accedido luego del golpe de Estado contra Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973. Pero la situación no era sencilla para los golpistas: arreciaban tanto la crisis económica como las denuncias por violaciones a los derechos humanos y el resto de las dictaduras latinoamericanas ya habían caído (salvo Alfredo Stroessner, en Paraguay).
Así y todo, Augusto Pinochet Ugarte y las Fuerzas Armadas se sentían optimistas. Tenían muy presente que habían ganado por un amplio margen de 67 a 30 el plebiscito por el proyecto de Constitución Política de 1980.
Esa Constitución establecía que 90 días antes del término del mandato de ocho años de Pinochet se debía proponer un candidato para ocupar el cargo de presidente de la República, sujeto a la ratificación de la ciudadanía. Si en el plebiscito ganaba el Sí, el candidato propuesto asumiría su mandato de 8 años en marzo de 1989. Si ganaba el No, se prorrogaría un año el mandato de Pinochet y se convocaría a elecciones generales a presidente y parlamentarios 90 días antes del fin de esta prórroga.
Luego del fracaso del llamado “atentado del Cajón del Maipo” en el que el Frente Patriótico Manuel Rodríguez intentara matar a Pinochet en agosto de 1986, toda la oposición a la dictadura decidió unirse para aprovechar la brecha democrática.
Como parte de la transición que el pinochetismo creía conducir con mano segura, en febrero de 1987 se reabrieron los registros electorales cerrados desde 1973. Ricardo Solari, vicepresidente del Partido Socialista por aquél entonces, recuerda: “Había múltiples desafíos. Teníamos que armar un padrón electoral, convencer a los electores de inscribirse, pero además teníamos que ganar ese resultado y hacer que la dictadura lo aceptara”.Así comenzó una campaña “puerta a puerta” en la que las distintas fuerzas de oposición (en marzo de 1987 se había reabierto el registro legal de partidos políticos) recorrieron el país convocando a la población a registrarse en los padrones y a votar por el No. El éxito del empadronamiento, que logró registrar al 91% del universo habilitado para votar, ya anticipaba que las cosas no iban a ser tan sencillas como en 1980.
El 30 de agosto de 1988 los Comandantes de las FFAA y Carabineros confirmaron la candidatura de Pinochet, dejando de lado la postura de todo un sector de gobierno que planteaba la conveniencia de un candidato civil: “Propónese al país, sujeto a la ratificación de la ciudadanía, al Capitán General don Augusto Pinochet Ugarte, para ocupar el cargo de presidente de la República en el periodo presidencial siguiente al que está rigiendo”. El dictador acepto la nominación con un discurso televisivo, mientras que un masivo cacerolazo de repudio se hacía sentir en Santiago. El plebiscito se fijó para el miércoles 5 de octubre.
El candidato oficial fue apoyado por los partidos Unión Demócrata Independiente, Renovación Nacional, Nacional y Liberal Demócrata, entre otros. El No, por su parte contó con la adhesión de 17 partidos, entre los que se contaban la Democracia Cristiana, MAPU, Humanista, Izquierda Cristiana, Socialdemocracia y Socialista en varias versiones.
Un mes antes del plebiscito aparecieron los spots televisivos de campaña autorizados por el gobierno, con lo que por primera vez en años pudieron oírse voces opositoras en la TV. Carlos Tironi, productor ejecutivo de los spots publicitarios de la campaña por el No recuerda: “La dictadura abrió un espacio porque supuso que no había condiciones y que no teníamos capacidad. Eran dueños del poder total y de los medios de comunicación y creían que no íbamos a poder hacerlo. Se equivocaron”.
Rápidamente quedó clara la neta superioridad de la llamada “Franja del No”. A pesar de que la “Franja del Sí” contaba con todos los recursos del Estado, su estética atrasaba décadas, pasando de la solemnidad castrense a (después de contratar a publicistas argentinos) una presunta alegría juvenil sacada directamente de películas gringas de porristas [cheerleaders] de los años setenta. La campaña se centró en denunciar el estado de crisis previo a 1973, en que “el marxismo en poco tiempo había conculcado hasta el más elemental derecho humano: el derecho al pan”.
El pegadizo y efectivo slogan del No fue “Chile, la alegría ya viene” y en spots con estética ochentosa con fondo de rock, libertad, arcos iris, paz, pósters Pagsa, Flashdance, pelos largos y barbas se cantaba: “Porque nace el arco iris después de la tempestad / porque quiero que florezca mi manera de pensar / porque sin la dictadura la alegría va a llegar / porque pienso en el futuro voy a decir que no”. La campaña contó con aportes internacionales de artistas como Jane Fonda, Christopher Reeve y Sting.
Las campañas se cerraron con sendas concentraciones. El No comenzó con su “Marcha de la Alegría” el 22 de septiembre, que durante diez días movilizó a cientos de miles desde diversos puntos del país para converger en Santiago. El Sí realizó una concentración de apoyo a Pinochet el 2 de octubre.
El 5 de octubre se jugaba todo. La afluencia a las urnas fue excepcional y ya desde temprano se podía ver la tendencia a favor del No. Sin embargo, la dictadura se resistía a un reconocimiento oficial y durante todo el día sobrevoló el temor de un nuevo intento de fraude.
Genaro Arriagada, secretario ejecutivo del Comando del No, recuerda esa noche de incertidumbre: “Yo creo que el gobierno nunca imaginó perder y la noche del plebiscito el resultado lo tomó por sorpresa. Su confusión era tal que hay un momento en que se para el cómputo y la televisión comienza a transmitir dibujos animados”. Finalmente, pasada la medianoche, Pinochet reconoció la derrota. El No se había impuesto por 54,71% contra 43,01%. La mañana del 6 de octubre fue de fiesta y miles de chilenos y chilenos pisaron las calles nuevamente.
Fue el principio del fin para 17 años de dictadura. En las elecciones de 1989 triunfó el demócrata cristiano Patricio Aylwin, en el inicio de una transición democrática en la que Pinochet mantuvo primero sus cargos de Comandante de las Fuerzas Armadas y luego un cargo como senador vitalicio, hasta que fue finalmente desaforado y juzgado a su regreso a Chile en el año 2000 (luego de permanecer unos meses detenido en Londres por orden del juez Baltazar Garzón).
En 2012 se estrenó No, una película del director chileno Pablo Larraín protagonizada por Gael García Bernal que recupera el proceso de organización previo al plebiscito.
Entrevista con Juan de Dios Larraín, productor de la película 'no'
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