Pujol y la construcción del catalanismo político

En los 80, CiU consiguió hacerse con la representación de la voluntad popular catalana de la mano de Jordi Pujol.

24/03/16 · 8:00
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Jordi Pujol. / Ayuntamiento de Gerona

Texto de Albert Portillo

Tradicionalmente se ha usado el término 'populismo' para descalificar, por lo general, opciones denominadas de izquierda que han resultado exitosas, aunque en el caso euro­peo también para tildar a los partidos xenófobos, estableciendo así el término como algo negativo y que tiende a la manipulación de la población.

En las últimas décadas lo hemos visto profusamente utilizado para referirse a los gobiernos latinoamericanos progresistas y más recientemente a partidos como Podemos o Syriza.

Según la prensa y la derecha, populismo es igual a demagogia y manipulación. Pero ¿qué es realmente el populismo? El populismo, según el politólogo Ernesto Laclau, es un modo de hacer política que opera sobre la identidad, es decir, que entiende la política como la construcción activa de un sujeto político denominado 'pueblo', que identifica una serie de demandas no satisfechas y las unifica a través de una persona o un movimiento.

Cuando miramos ejemplos concretos observamos que la hegemonía del sujeto dominante consiste en establecer o cambiar las reglas del juego generando un consenso alrededor de sus ideas. El populismo es una forma de hacer política propia tanto de sectores oligarcas, y sus partidos conservadores o neoliberales, como de sectores plebeyos, y sus partidos transformadores.

El discurso populista es recurrente en la política catalana. El ejemplo de Convergència i Unió es fundamental para comprender la política catalana de los últimos 30 años.

Cambio de régimen

Unió Democràtica de Catalunya se creó en los años 30 durante la República. Fue un partido moderado de oposición al franquismo, aunque con poca base social, centrado en la defensa de la cultura catalana. Convergència Democràtica de Catalunya, por otro lado, fue un partido que se creó a finales de 1974, casi al final de la dictadura, dentro del movimiento catalán de oposición al franquismo alrededor de la figura de Jordi Pujol i Soley.

Estos dos partidos se coaligaron en 1978 y ganaron de manera ajustada las elecciones a la Generalitat de 1980 frente a una izquierda dividida entre el PSC y el PSUC. Estamos en la época de la Transición, de reajuste político y, en el caso concreto catalán, de una ausencia de la política institucional desde hacía más de 40 años. Los partidos intentaban disputarse los sentidos políticos de la ciudadanía catalana y llenar de discurso un aspecto de la política vacío hasta entonces debido al franquismo: la representación de intereses determinados relacionados con lo catalán, en una Cámara.

En 1977, la coalición predecesora de CiU sorprendió con el mensaje: “Tu primer voto por Catalunya”

Es decir, siguiendo el planteamiento de Laclau, existía la necesidad de llenar el significante 'pueblo' al que aludían los líderes de los principales partidos políticos, por esta nueva situación institucional, en la que existían nuevamente elecciones libres en una Catalunya que se reencontraba con la democracia, fruto de un sistema anterior, el del franquismo, en claro declive.

La construcción de hegemonía

"Lo que importa de un pueblo no es su política, sino su ser esencial" (Jordi Pujol).

Así empieza el prólogo de la publicación Construir Catalunya, publicada en 1965. Se podría decir que la operación de construcción hegemónica del catalanismo político empieza con esta declaración, poniendo como fundamental operación la construcción del significado del pueblo catalán.

El proyecto de construcción hegemónica iba a abarcar varios aspectos, entre ellos la cultura, la economía o la inmigración, desde un marcado posicionamiento católico y burgués. En marzo de 1959 se había fundado Banca Catalana y se empezaron a financiar proyectos culturales como el de la Enciclo­pedia Catalana o Serra d’Or (publicación de la Abadía de Montserrat). Por ejemplo, en relación a Serra D'Or Pujol decía: "Mi idea ya la conocéis: Serra d'Or tiene que ser un instrumento que nos permita ayudar a reconstruir nuestro país".

Un año después comenzó la campaña 'Volem Bisbes Catalans', reclamando que los obispos que ejercieran en Catalunya no fueran impuestos desde el Gobierno central. En este contexto, el 19 de mayo de 1960 tuvieron lugar los sucesos del Palau de la Música, cuando varias personas entonaron el Cant de la Senyera. Horas después, Jordi Pujol fue detenido como organizador. Fue condenado a siete años de cárcel, aunque sólo cumpliría dos.

Tras esta primera iniciación en la construcción de la hegemonía, posicionando el discurso de la identidad catalana y la figura de Jordi Pujol, se llegaría a las primeras elecciones democráticas en el Estado español. La idea de Catalunya que Pujol tenía en mente iba a disputar su espacio con otras más presentes en las calles, como la del Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC) o el Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC), los cuales buscaban unir la idea de un único pueblo (un sol poble) que vertebrara a la clase obrera catalana y le diera identidad.

Conformado el Pacte Democràtic Per Catalunya –antecesor de CiU– en junio de 1977, esta coalición sorprendió con un manifiesto simple, pero fundamental: El teu primer vot per Catalunya [tu primer voto por Catalunya]. El cartel estaba ilustrado con un voto introducido en una urna del color de la senyera.

Después de haber sido un partido importante en la elaboración de la Constitución Española de 1978, en las primeras elecciones a la Gene­ralitat, en 1980, CiU ganó las elecciones de manera ajustada. Jordi Pujol, en su discurso de investidura, aprovechó para decir: "El segundo gran campo de nuestra actuación es el de la defensa especifica de la catalanidad. […] somos un pueblo agredido en su identidad".

Las constantes alusiones al pueblo catalán eran claramente una operación discursiva para que el pueblo catalán fuera entendido como algo que se vincula de manera directa con el propio Jordi Pujol y Convergència, apelando a un pasado glorioso, de sobrevivientes, a pesar de las adversidades, generando mitos alrededor de lo que es Catalunya y su pasado, y la necesidad entonces de defender Catalunya frente a ataques externos, y para ello, la necesidad de Conver­gencia.

En 1984, la coalición CiU ganó las elecciones de nuevo, esta vez con mayoría absoluta, allanado el camino ante una izquierda muy dividida y una campaña moderada y catalanista. Jordi Pujol había hecho una campaña centrada en relacionar su imagen y la de su partido con la idea de Catalunya.

Sin embargo, sería días después de aquel 29 de abril de 1984 cuando la imagen de Convergencia y del pujolismo ligada con Catalunya y el pueblo se consolidaría: el estallido del caso Banca Catalana.

El 17 de mayo de 1984, el diario El País anunciaba en portada que la Fiscalía General del Estado ultimaba una querella contra Jordi Pujol y el resto de directivos de Banca Ca­talana, intervenida por el Banco de España un par de años antes debido a un agujero en sus cuentas.

Esta querella se hizo efectiva y Pujol, como representante de CiU, supo elaborar una estrategia discursiva para acabar relacionando este caso particular con un ataque del Estado español a Catalunya, constituyendo y consolidando un nuevo sujeto político, el "poble català".

El 30 de mayo de 1984, una multitud se congregó frente al Palau de la Generalitat ante la investidura de Pujol como presidente. Éste, aprovechando el momento, pronunció uno de sus discursos más recordados: "Sí, somos una nación, somos un pueblo, ¡y con un pueblo no se juega!".

En este sentido, Pujol relacionó hábilmente un caso particular de una acusación de la Fiscalía contra un político como él con un verdadero ataque a la nación catalana y a sus intereses. Pujol se había convertido en un mártir de la causa, una víctima del injusto sistema opresor español.

En 1984, Pujol consiguió convertir un escándalo que le afectaba en un ataque al “pueblo catalán”

Si bien el Estado podía tener motivos o no para querellar a Pujol, fue una estrategia totalmente negativa para los intereses del Partido Socialista en Catalunya, pues Pujol logró lo que pretendía: ligar su propia imagen y la de su partido a la de Catalunya como pueblo, presentándose como el máximo representante de la voluntad popular catalana o de lo que se conoció y conoce como el catalanismo político.

Conver­gència había entendido la importancia de llenar de significados elementos discursivos "flotantes", constituir un nuevo sujeto popular, como fue en este caso el pueblo catalán, creando un "nosotros", ese pueblo representado por Pujol, sin importar de qué clase fuera, y un vosotros, el Estado español y en concreto Madrid y el Partido So­cialista, como antagonistas de los intereses del pueblo catalán.

Desde esa operación exitosa de los 80, Convergéncia consiguió ligar los intereses de la nación con los suyos como representantes de la oligarquía catalana y con los de la élite económica que representa. Estableció una hegemonía ideológica y comunicativa aplastante, ganando consecutivamente elecciones con mayorías absolutas en una Catalunya en la que los barrios populares no salían a votar cuando la Generalitat los convocaba.

Esta hegemonía fue cuestionada sólo en dos momentos recientes. Primero, con la construcción de un nuevo referente político desde el socialismo catalán, unificado en la persona de Pasqual Maragall, y que fue conocido como maragallismo, tendencia que gobernó Catalunya de 2003 a 2006.

Por otro lado, la llegada del 15M y de las candidaturas políticas que surgieron posteriormente consiguió que la hegemonía de Convergència fuera seriamente cuestionada desde entonces, obligando a Convergència, en la actualidad, a cabalgar sobre el proceso soberanista para recuperar esta arti­culación entre oligarquía y nación catalana, acariciando propuestas que habían venido históricamente de la izquierda catalana, como es la propia independencia.

La historia, los reyes y los papas

En 1980, después de ganar las elecciones a la Generalitat, Jordi Pujol estableció en su discurso de investidura algunos de los principios de lo que Convergència entendía como 'pueblo':  "[...] No somos sólo un pueblo que quiere recuperar sus instituciones políticas; somos un pueblo en peligro de desnacionalización y también de ruptura interna profunda y radical […] es un pueblo del cual, a través de la historia, los reyes, los papas, los historiadores, los políticos y los sociólogos y los estadísticos han dicho muchas veces que estábamos acabados pero siempre hemos vuelto y ahora mismo estamos volviendo, estamos superando un periodo difícil, de amenaza mortal".
 

 

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