Próximamente en sus pantallas

Convirtamos a nuestros adolescentes en héroes y heroínas televisivos de usar y tirar, o arruinémosles la vida sacando a la palestra sus momentos de mayor vulnerabilidad.

09/02/16 · 11:39
Cabecera de un episodio de 'Educating Essex'.

Tercera semana de enero. Reunión del claustro en un IES de la zona oeste de Madrid. Se informa al profesorado de que la Dirección General de Educación se ha puesto en contacto con ese centro educativo porque una productora está interesada en grabar en él un reality show, tomando como protagonistas a los estudiantes de primero de Bachillerato y a los docentes.

Por supuesto, no puede obligarse a nadie, todo es voluntario. De salir adelante el proyecto, según hemos podido saber, los rostros de aquellas personas que no dieran su consentimiento aparecerían pixelados. El rodaje duraría siete semanas y se monitorizaría el instituto con decenas de cámaras. Habría conflictos, por supuesto (cómo no iba a haberlos, si se pretende retratar la realidad, pero –sobre todo– si hay que lograr audiencia); sin embargo, todo tendrá un emotivo final feliz.

Muchos de nuestros lectores no darán crédito a semejante iniciativa. Pero lo que muchos probablemente desconocen es que este formato de reality ya lleva varias temporadas de éxito en Reino Unido: se pueden encontrar fácilmente en Internet los episodios y clips de Educating Essex, Educating Yorkshire, Educating Cardiff. La foto que adjuntamos corresponde a la cabecera de uno de ellos.
 

¿Qué mejor carnaza podían desear ahora los magnates de la televisión?
Quien esté interesado también podrá hallar sin mucho esfuerzo los argumentos que promotores y directores de escuela implicados ofrecen para vender el proyecto: todo responde al noble propósito de dar a conocer a la opinión pública cómo es la vida en un centro educativo, cuáles son los auténticos (¿?) comportamientos de los adolescentes, la verdadera y poderosa implicación de los docentes en su tarea.

Y es que parece que nuestra sociedad ya se ha anestesiado por completo ante el exhibicionismo que copa la parrilla televisiva. Seguimos criticando a personajes que alcanzan la popularidad vendiendo su vida privada, pero las encuestas de audiencia continúan alentando tales contenidos. Ahora les toca el turno a los menores de edad, puestos al servicio del espectador voyeur que, al llegar a casa, podrá enchufarse a la televisión para ver si ese alumno con tartamudez supera sus miedos (caso real de Educating Yorkshire), si fulanito y menganita se han reconciliado tras su última discusión apasionada en el pasillo o si la reprimenda de la jefa de estudios ha surtido algún efecto en esa adolescente problemática que se sienta siempre sola en la última fila. Porque la adolescencia es turbulenta, claro. ¿Qué mejor carnaza podían desear ahora los magnates de la televisión?

Semanalmente asistiremos a sus inseguridades, sus desencuentros, sus enamoramientos... Todo ello salpimentado con jefes de estudios que cantan alegres melodías en sus despachos mientras realizan su trabajo (eso hemos podido ver en Educating Essex y Educating Yorkshire). Convirtamos a nuestros adolescentes en héroes y heroínas televisivos de usar y tirar, o arruinémosles la vida sacando a la palestra sus momentos de mayor vulnerabilidad. Hagamos que cada uno de sus comportamientos sea comentado en las redes sociales y analizado por tertulianos en un plató de televisión. Que compitan por el número de seguidores que cada uno acumula en su cuenta de Twitter, que tengan fans y detractores acérrimos, que saboreen la fama. Justamente eso es lo que necesitan ahora que están construyendo su identidad.

Tomemos al asalto ese momento decisivo de sus vidas y hagamos de él un espectáculo para lucro de una multinacional que ya ha exprimido el potencial de Masterchef, versión infantil incluida. Vendámosles a los estudiantes y a sus familias ese modelo de éxito personal. Preocupados por cómo niños y adolescentes usan la televisión, permitamos sin escrúpulos que la televisión los use a ellos. ¿Hemos perdido el norte, la conciencia, la ética, la cordura? ¿En qué nos estamos convirtiendo?

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