La tutela internacional abre una nueva fase en la reparación a las víctimas del franquismo
Llevan once días trabajando de sol a sol, incluso de noche o bajo la lluvia, en la fosa nº2 del Cementerio Civil de Guadalajara. Esta es una fosa vertical, profunda y estrecha. Han aparecido, hasta el momento, los huesos de 18 jornaleros ejecutados entre 1939 y 1940.
Unas adolescentes se acercan a la escena, ‘estamos haciendo un trabajo para el instituto’, dice una de ellas. Chon Vargas Mendieta, con el pelo corto y la mirada brillante, es una de las nietas de Timoteo Mendieta, el primer caso de desaparición forzada en España investigado por un tribunal de justicia afuera de nuestras fronteras. Así que llama la atención de las muchachas. Se acercan a ella y empiezan a conversar. La imagen ha sido empleada muchas veces: las Mendieta actúan como Antígona en su desafío a Creonte, el rey que ha prohibido dar sepultura a su hermano Polinices. En la obra de Sófocles, el coro canta que ella ‘es capaz de caminar por cualquier lugar, de atravesar todo, de encontrar respuestas a todo’. Sigue esas leyes ‘que no son de hoy ni de ayer, sino que siempre han estado en vigor y nadie sabe cuándo aparecieron’. Nos habla de los vínculos más profundos entre las personas. ‘El péndulo del mundo es el corazón de Antígona”, escribe Marguerite Yourcenar.
15 años de rescate social de la memoria
La comprensión y el conocimiento contemporáneo sobre el contexto de impunidad en España tiene una fecha clave, casi un punto de partida: el 21 de octubre de 2000 se cierra la búsqueda de 13 cuerpos en una cuneta de la localidad leonesa de Priaranza de Bierzo. Los ’13 de Priaranza' señalan la emergencia de un nuevo movimiento social, que impulsará en los años siguientes un proceso de profundas resonancias éticas, políticas, históricas. Hace 15 años, la cuestión de la memoria irrumpió en la esfera pública porque familiares de desaparecidos por la dictadura pensaron que nada tenía de malo, que nada tenía de raro, identificar y dar una sepultura digna a los restos de sus seres queridos.
El 11 de diciembre de ese mismo año 2000, aparece la primera pieza periodística de alcance sobre el tema. Manuel Vázquez Montalbán –algo así como el Guillem Martínez del milenio pasado– ha leído la odisea de Emilio Silva a la búsqueda de los restos de su abuelo en La crónica de León y firma en Interviú un artículo titulado "Los desaparecidos". Fue hace 15 años. Pero podría estar escrito hace 15 días:
“Quedan en España por detectar cientos de fosas comunes similares donde están los restos de los desaparecidos acusados por el franquismo, desaparecidos para siempre por prosperar el pacto tácito establecido durante de la transición de que demócratas y franquistas liquidacionistas no se tiraran la memoria histórica por la cabeza. Tal vez el censo de desaparecidos y el descubrimiento de estas fosas comunes convenza a los jóvenes militantes en su ignorancia histórica, de la injusticia que cometen cada vez que hablan del franquismo y de la guerra civil como si no fuera con ellos, como si les estuvieran hablando del general Narváez o de las germanías o del problema de sarpullido del cerezo en el Valle del Jerte.”
Hasta ese momento, nadie ha movido un dedo desde el sistema político e institucional surgido de la transición. Estamos en Iberia, ‘la balsa de piedra’, según la metáfora de José Saramago. Una geografía que navega a la deriva, ignorante de su propia historia, sin identidad ni cultura democrática en la que reconocerse.
Pero desde la ARMH ayudarán a miles de familias por todos los rincones del país. Así, de abajo hacia arriba, se inicia el rescate social de la memoria. Las víctimas, ante el desamparo de las instituciones españolas, acudirán a la Comisión sobre Desapariciones Forzadas de las Naciones Unidas. También impulsarán una Ley de Memoria Histórica aprobada finalmente durante el gobierno de ZP. En una situación judicial sin precedentes, pondrán frente a la Audiencia Nacional al general Franco y sus más inmediatos colaboradores.
Al punto que el juez Baltasar Garzón dicta, a fines de 2008, un auto contra el general Franco por crímenes contra la humanidad. La decisión judicial supone, según recoge el escrito del juez, ‘una forma de rehabilitación institucional ante el silencio desplegado hasta la fecha’.
Gracias a la persistencia de los familiares de las víctimas, hoy conocemos 114.226 casos documentados de hombres y mujeres en cunetas y fosas comunes
Fue como pinchar un globo enorme, que estaba lleno de silencio.
Examinar la historia reciente de nuestro país desde la perspectiva del derecho humanitario y el derecho internacional de los derechos humanos es sencillamente demoledor. Somos campeones internacionales en materia de impunidad.
Al menos, gracias a la persistencia de los familiares de las víctimas, hoy conocemos 114.226 casos documentados de hombres y mujeres en cunetas y fosas comunes. Un osario de dimensiones tan enormes que tiene el extraño privilegio de competir en el ‘top' de la criminalidad masiva y sistemática con personajes de la enjundia de Pol Pot, el líder de los jémeres rojos camboyanos. En el intento de componer el relato de este genocidio, el último libro del historiador e hispanista británico Paul Preston se titula, expresivamente, ‘el holocausto español’.
La voz de los huesos
Carlos es quien se mueve más ágilmente en esta boca de tierra junto a la tapia del cementerio. Termina de colocar una segunda serie de vigas de madera que aseguran los taludes de la excavación, y bajo un foco de luz halógena, los arqueólogos prosiguen su trabajo. Carlos es un minero leonés que lleva más de 10 años colaborando en las excavaciones de la ARMH. Nos sentamos a fumar. Me cuenta que también es nieto de desaparecidos. ‘Todo esto ha llegado tarde, muy tarde’, dice con algo de tristeza. En el fondo de la fosa, René y María retiran cuidadosamente la tierra arcillosa y húmeda. Descubren tibias y fémures, dientes y cráneos, costillas y vértebras. Siguiendo los indicios de los archivos históricos, es muy probable que la pelvis sobre la que René desliza ahora su pincel pertenezca a Timoteo Mendieta.
Marco González me cuenta que las pruebas de identificación del ADN de los restos correrán a cuenta del Equipo Argentino de Arqueología Forense. Y que esta exhumación ha sido posible gracias al amparo judicial de María Servini, la jueza argentina que investiga lo que se ha dado en llamar ‘la querella argentina’.
Los gastos los sufragan los propios familiares de las víctimas, con el apoyo de un sindicato noruego de electricistas y gracias a un premio de derechos humanos otorgado a la ARMH por los veteranos norteamericanos de la Brigada Lincoln.
No deja de ser muy elocuente que Timoteo Mendieta, quien presidiera la UGT de su pueblo, sea identificado gracias al apoyo de un sindicato de electricistas noruegos. Al finalizar la Guerra Civil, Timoteo tenía 41 años y 7 hijos. Fue detenido y trasladado a Guadalajara. El 11 de septiembre de 1939, recibe la sentencia de muerte previo paso por el ‘Juzgado Especial de Ejecuciones’ (sic) y es fusilado un mes después en las tapias del cementerio. Sólo en este lugar hubo cientos de fusilamientos. Cerca de mil personas abandonadas en fosas comunes. Las marcas de los balazos todavía son visibles en la piedra caliza de los muros.
Cero euros a la Ley de Memoria Histórica
Sucedió hace ahora poco más de dos meses. El 14 de noviembre de 2015, en medio de un clima electoral inédito, el diario El Mundo organiza el foro ‘La España necesaria’ en el Hotel Palace de Madrid. Ante la presencia del presidente del gobierno Mariano Rajoy, el periodista de extremo centro Honorio Feito pregunta a Rajoy porque no ha derogado la Ley de la Memoria Histórica nada más llegar al gobierno. Rajoy responde, en su descargo, que su gobierno ha dado cero euros a los mecanismos de los que dispone la Ley. Añade que el tema no suscita un gran debate social.
Las palabras del presidente ahora en funciones son toda una declaración de principios. Pero además desconocen la propia legislación española y los pactos internacionales suscritos en materia de derechos humanos.
Ante el abandono de la justicia y las instituciones españolas, las denuncias de las familias se extienden estos días desde los juzgados de Argentina hasta los de México. Quizás sea el resultado inevitable de eso que tan bien resumen las palabras de los hombres y mujeres de la ARMH que trabajan en la fosa nº 2 del cementerio civil de Guadalajara:
"La memoria es como el agua, que siempre busca una salida. Más tarde o más temprano desborda las fronteras, los diques, los temores."
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