Un compañero muerto, una comunidad educativa destrozada

Un niño con problemas como tenía el del instituto Joan Fuster seguro que habría sido visto, oído y atendido en una escuela más humana, sin tantísima gente por aula, con más psicólogos y pedagogos que se pudieran dedicar a el su trabajo sin tener que cubrir horas y horas de otros profesores que la administración ha decidido que no eran necesarias.

, periodista, escritor, trabajador de la enseñanza y afiliado a CGT
21/04/15 · 16:23
20 de abril de 2015. Un niño de 13 años mata a un profesor del instituto Joan Fuster con una ballesta en un instituto y hiere a otros alumnos y profesores. Un crimen execrable que hay que condenar, un compañero al que hay que recordar y una comunidad educativa, la del instituto Joan Fuster, a la que hay que acompañar en unos momentos tan duros.
 
Si cualquier crimen con violencia resulta execrable, en este se unen algunos condicionantes que habría que revisar a fondo para extraer algún tipo de conclusiones: las armas empleadas, la fecha de hoy, la edad del asesino y la precariedad del compañero asesinato que con toda la buena fe del mundo ha intentado detener a un niño que tenía el único objetivo de hacer daño.  Las escuelas no pueden ser vertederos de niños ni niñas. La precariedad no puede ser la forma "normal" de trabajar.
Una ballesta y un cuchillo para matar gente, y matarlos. Las armas del asesinato nos aportan un dato escalofriante: no hay utensilios que no sirvan a la hora de hacer daño. Por lo tanto, hay que conseguir que no haya voluntad de hacer daño porque, si esta existe, el resto es relativamente fácil de buscar y encontrar. Por suerte, de momento esta sociedad no ha decidido suicidarse como la estadounidense y su obsesión enfermiza por las armas de fuego al alcance de cualquiera que tenga cuatro dólares...
 
Hoy es 20 de abril, y este mismo día, en 1999, dos chicos decidieron asesinar a tantos compañeros y profesores de instituto como pudieran en Columbine, en EEUU. Y como tenían armas al alcance, así lo hicieron. Parece claro que la fecha no es casual. En ese momento, cuando se habló de las causas de la agresión se habló, como aquí, de la posible enfermedad mental de los asesinos, del bullying a que eran sometidos, de su absoluta falta de empatía hacia los demás alumnos y profesores. También se atribuyó el hecho a la influencia de videojuegos y películas con contenido violento. Todos estos factores existen aquí y, a menudo, son vistos como "normales". Y lo pueden llegar a ser, pero hay que tener en cuenta que hay niños y jóvenes que ven la muerte y el asesinato también como normales porque su mundo referencial, audiovisual, así se los muestra en todos los momentos de su vida .
 
Hoy, resulta sorprendente leer algunos comentarios de compañeros (son minoritarios pero están) atacando la escuela inclusiva y señalándola como casi culpable de las agresiones, cuando es ésta la única que nos puede liberar de las posturas violentas, del aislamiento, de las agresiones de una a otras, de la estigmatización de las personas con disfuncionalidad intelectual o física que en su absoluta mayoría nunca son violentos. Cuando es ésta la única que nos puede ayudar a hacer entender que el mundo no es la tele, que la muerte o el asesinato no es "normal", que la ficción no puede confundirse nunca con la realidad y que la violencia se puede tratar de muchas maneras pero la violenta es la peor de ellas. Resulta sorprendente leer algunos comentarios de compañeros  atacando la escuela inclusiva y señalándola como casi culpable de las agresiones
Vivimos momento duros en las aulas. Cada vez más niños y jóvenes, con ratios que sobrepasan todas las recomendables. Equipos de psicopedagogos recortados hasta hacerlos casi inexistentes. Profesionales expulsados ​​del trabajo por recortes que nos dejan a la intemperie y tienen como consecuencia la conversión de los centros educativos en aparcamientos de chicos y chicas. Y profesores, profesoras y maestras buscamos soluciones que no pueden venir del actual marco porque es éste precisamente el culpable de el que estamos.
 
El estrés que provocan clases con más de treinta niños y niñas que no tienen la atención que necesitarían porque llevan montones de problemas de sus casas (también bombardeadas por desahucios, precariedad, violencias, pobreza...) parece que no se quiera ver por parte de quien manda, pero están ahí y cada día están más presentes. Un niño con problemas como tenía éste del instituto Joan Fuster seguro que habría sido visto, oído y atendido en una escuela más humana, sin tantísima gente por aula, con más psicólogos y pedagogos que se pudieran dedicar a el su trabajo sin tener que cubrir horas y horas de otros profesores que la administración ha decidido que no eran necesarias, sin tantos problemas como los gobiernos actuales han vertido en nuestras escuelas. Y si los profesionales hubieran decidido que necesitaba un tratamiento especial lo hubiera llegado a tener.
 
Las escuelas no pueden ser vertederos de niños ni niñas. La precariedad no puede ser la forma "normal" de trabajar. Las y los alumnos con problemas de cualquier tipo deben tener la oportunidad de ser atendidos como personas que son y esto sólo es posible si tenemos muy personal (y más aún muchas personas, formadas y con ratios asequibles) y con garantías de no morir en el intento. Y, sobre todo, la escuela no puede seguir dependiendo de gente inepta que recorta todo lo posible hasta que las personas no pueden ser tratadas como personas, como personas diversas, y por ello también con soluciones diversas.
 
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comentarios

1

  • |
    Felipe
    |
    Mié, 04/22/2015 - 17:32
    Un pequeño apunte: la mayoría de los niños que en EE.UU. se liaron a tiros en su instituto, estaban siendo medicados con Ritalín,... porque, dicen, eran hiperactivos. Y más de una madre que se negó a seguir dándole el fármaco a sus hijos--porque veían los efectos--, acabaron en el talego.
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