'Payo Today' o los periodistas frente al espejo

Periodistas o no, todos y todas deberíamos tener en cuenta la importancia de los medios de comunicación a la hora de construir y definir nuestra realidad. Existen temas donde los profesionales de la información, en demasiadas ocasiones, no hacemos sino perpetuar situaciones de discriminación hacia determinadas minorías. Así ocurre con los gitanos y las gitanas.

31/01/15 · 8:00

Periodistas o no, todos y todas deberíamos tener en cuenta la importancia de los medios de comunicación a la hora de construir y definir nuestra realidad. Existen temas donde los profesionales de la información, en demasiadas ocasiones, no hacemos sino perpetuar situaciones de discriminación hacia determinadas minorías. Así ocurre con los gitanos y las gitanas. A través del humor y la sátira, la campaña Payo Today demuestra lo inadecuadas que resultan algunas de las (malas) prácticas que todavía se utilizan cuando se informa en torno a la comunidad gitana.

En el mes diciembre pasado comenzaron a circular por Twitter titulares sorprendentes: “Cuatro mujeres de etnia paya detenidas por robar en supermercados”, “Iglesias avisa que acabará con la casta paya del ‘78”, “Cae la banda de 14 payos en operativo antidrogas”… ¿Se trataba de una broma? ¿Un nuevo periódico dirigido a gitanos y gitanas quizás? Fuera lo que fuese, ¿por qué se especificaba el adjetivo payo en todos los titulares?

Con este sencillo experimento, la Fundación Secretariado Gitano (FSG) –responsable de la campaña de sensibilización Payo Today- conseguía poner en cuestión una práctica todavía demasiado habitual entre los medios de comunicación españoles: la mención del origen étnico de los protagonistas de la noticia cuando se informa sobre minorías. Al mismo tiempo, sus responsables también llamaban la atención sobre la relevancia (y la responsabilidad) que tiene el periodismo sobre la imagen social de la comunidad gitana.

A través de una web, un periódico en papel y hasta un breve telediario televisado, este periódico ficticio –y satírico- también denunciaba e interpelaba a los profesionales de la información sobre prácticas como el uso de titulares sensacionalistas, la utilización de un léxico basado en estereotipos o la vinculación continua de los gitanos con noticias sobre hechos delictivos.

Benjamín Cabaleiro, responsable de comunicación de la FSG, comenta que desde “la Fundación llevamos trabajando más de 30 años” en esta línea; por ejemplo, mandando cartas a los medios de comunicación donde se publican informaciones con este sesgo. A pesar de que la reacción por parte de los medios acostumbra a ser buena, Cabaleiro asegura que el problema persiste (“quizás porque el de los periodistas es un gremio muy cambiante”, puntualiza).

Una comunidad perseguida y atacada

El pueblo romaní ha sufrido durante siglos la persecución e incluso el exterminio. Durante la Segunda Guerra Mundial, el régimen nazi planeó y llevó a la práctica el asesinato de una parte importante de la población gitana europea. A diferencia de los judíos, la comunidad gitana no ha recibido un reconocimiento que permita, por ejemplo, conocer a día de hoy, y con cierta exactitud, el número de ejecutados durante el porraimos o genocidio gitano.

Las recientes incorporaciones de países del Este a la Unión Europea han incrementado en varios millones la población de la minoría étnica más numerosa del continente (entre 6 y 8 millones de gitanos viven dentro de las fronteras comunitarias). En paralelo a este aumento, las instituciones europeas han mostrado un creciente interés por afrontar los problemas que continúan existiendo en torno a esta comunidad, a través de iniciativas pioneras y programas a largo plazo[1].

Sin embargo, esta retórica oficial y bienintencionada no ha evitado que se sigan produciendo hechos como las expulsiones masivas de ciudadanos romanís en Francia e Italia en los últimos años. El mejor ejemplo de un racismo institucional todavía vigente y que no se puede disociar de otro de los grandes muros a los que se enfrenta esta comunidad: su imagen social. Encuestas como el Eurobarómetro o los estudios del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) español han mostrado en los últimos años que los gitanos continúan siendo uno de los grupos peor valorados por la mayoría de ciudadanos.

Las dificultades en torno a esta comunidad son conocidas: bajo nivel formativo, desigualdades en salud y en vivienda, estigmatización, etc. Sin embargo, expertos y organizaciones como la FSG destacan el progreso vivido en las últimas décadas entre los gitanos españoles. Un avance (por ejemplo, en la disminución de infraviviendas habitadas por familias gitanas: desde el 31% de 1991 hasta el 12% en 2007) que es visto como un ejemplo a seguir desde otros países de Europa.

¿Por qué estos progresos no se reflejan de algún modo en los medios de comunicación? Además de las malas prácticas mencionadas, ¿qué otras carencias habría que solventar en la cobertura de lo gitano?

Ir más allá de los estereotipos de gitanos delincuentes o artistas

Según un informe de MUGAK-Centro de Estudio y Documentación sobre inmigración, racismo y xenofobia del año 2008, sólo un 5% de las noticias dedicadas a la inmigración o a minorías étnicas informan sobre la comunidad gitana. Sin embargo, quizás el mayor problema viene cuando se les hace un hueco en la agenda mediática para informar desde una perspectiva basada en estereotipos.

A través de los informes sobre discriminación que anualmente edita la FSG, observamos que un alto porcentaje de los casos recopilados son noticias que caen en los errores antes comentados: la mención de la etnia cuando ésta no aporta ningún valor o el uso de un vocabulario lleno de tópicos (o errores). Sobre todo en periódicos locales, no es raro encontrarse con titulares o textos que hablan sobre clanes gitanos en disputa, patriarcas enfrentados o menores de raza gitana [sic] cometiendo delitos por las calles de la ciudad; todas ellas expresiones que es recomendable evitar.

Desde organizaciones romanís y a través de estudios publicados por expertos, entidades públicas y ONG insisten en el carácter variado y heterogéneo de esta minoría; un hecho que choca con la percepción, más o menos extendida, que asocia a los gitanos únicamente con lo marginal (delincuentes) y el folclore (artistas).

Otro punto que destacan desde organizaciones como la FSG, a través de su Guía para Periodistas, es la habitual ausencia de voces y de testimonios directos de la comunidad gitana cuando se informa sobre hechos que les afectan. Se ignora a los protagonistas y se abusa de las típicas fuentes institucionales (policía, organismos públicos, etc.).

El racismo en los medios digitales y el sensacionalismo televisivo

Los espacios que los diarios digitales ofrecen a los usuarios para opinar sobre sus noticias (zonas de comentarios y foros) también se han convertido en una fuente de estigmatización hacia las minorías étnicas, incluida la población gitana. Aquí el problema es de una mayor complejidad, ya que son ciudadanos de a pie (no periodistas con nombre y apellido) los que –en ocasiones escudándose en el anonimato- insultan y propagan el discurso del odio hacia esta comunidad. ¿Son compatibles la participación de los lectores y el respeto mutuo entre personas? ¿Cómo es posible regular estos comentarios sin minar otras libertades?

En otro ámbito de la comunicación, los nuevos formatos televisivos que pretenden mezclar información y entretenimiento han generado una gran indignación entre la comunidad gitana. Los programas Callejeros y Palabra de Gitano, ambos emitidos por la productora Mediaset en horario de máxima audiencia, ofrecen una visión basada en los tópicos más extendidos sobre los gitanos, presentándolos como una comunidad aislada (desvinculada de ambientes formativos o laborales mayoritarios), desconocida (casi exótica) y homogénea.

En el informe del año 2013 sobre discriminación y comunidad gitana, la FSG alertaba sobre “el efecto perverso que [la imagen dada en estos programas] tiene en la vida de muchos gitanos y gitanas cuya cotidianeidad no se corresponde con la visión ofrecida”. Desde las ONG integrantes del Consejo Estatal del Pueblo Gitano (CEPG), a raíz de la emisión de estos títulos, denunciaron la necesidad que los medios ofrezcan “una imagen real, diversa, integral, heterogénea y evolucionada” de esta comunidad, que ayude a hacer visibles los avances protagonizados por este pueblo –especialmente entre sus mujeres- en las últimas décadas.

Informar desde la honestidad y la profesionalidad

Las guías para informar con corrección sobre la comunidad gitana se fundamentan en los mismos principios que la mayoría de códigos deontológicos de la profesión periodística. El respeto a la verdad, el rigor informativo, la búsqueda y el contraste de diferentes fuentes, diferenciar opinión e información, el respeto a la presunción de inocencia, evitar las generalizaciones y la simplificación (así como el sensacionalismo y el morbo informativo)…, son algunas de las reglas que se han de tener siempre en cuenta.

A la hora de informar sobre minorías como la gitana, todos los expertos y entidades insisten en la importancia de no mencionar el origen étnico de las personas cuando éste –como ocurre en la gran mayoría de los casos- no aporta nada a la información. Por el contrario, el hecho de hacerlo, generalmente afianza la percepción social negativa que se tiene de estas comunidades y alimenta la hoguera del racismo.

Este planteamiento –que en nada difiere al que es exigido cuando se informa sobre comunidades mayoritarias o grupos socialmente mejor valorados- no tiene nada que ver con un supuesto paternalismo o buenismo hacia estas minorías. Se ha de informar sobre los numerosos problemas que afectan a la comunidad gitana, aportando una visión integral, compleja y heterogénea del asunto y huyendo, como en tantos otros temas, de la simplificación y el sensacionalismo.

Para ello, es fundamental que los periodistas hagamos bien nuestro trabajo y que la comunidad romaní continúe exigiendo –con más fuerza si cabe- un tratamiento mediático diferente y más equilibrado hacia su pueblo. Sólo así se podrá terminar con los estigmas sociales que continúan marcando nuestra visión del otro.

Artículo elaborado para Proyecto Proxy.

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