Organizaciones de memoria histórica y vecinos de Carabanchel conmemoran el 70 aniversario de la inauguración de la cárcel y los seis años transcurridos desde su derribo. Reclaman que se construya en el lugar un Centro por la Paz y la Memoria, y el cierre del CIE de Aluche.
Numerosos son los lugares de la memoria no reconocidos en España. Puntos recónditos del país donde se produjeron ejecuciones, asesinatos y desapariciones forzadas. Lugares que muchos conocen, pero otros no. Sitios que no están marcados de ninguna manera.
Éste es uno de los ejemplos de las políticas de memoria en España. Si por algo se ha distinguido este país ha sido por la violación sistemática de legislación internacional en materia de desapariciones forzadas durante la Guerra Civil y la dictadura. Algo que la ONU ha detectado y sobre lo que ha llamado la atención. Cualquier iniciativa que se ha puesto en marcha para juzgar los crímenes del franquismo ha sido frenada en seco por la Administración y la judicatura española. La razón es simple: denunciar y sacar a la luz los crímenes de la dictadura es socavar los pilares del propio sistema actual. La Ley de Amnistía de 1977 dejaba todo “atado y bien atado”, como había anticipado el dictador.
Esto ha llevado a que todas las iniciativas que se han puesto en marcha en España para el restablecimiento de las víctimas del franquismo hayan partido de organizaciones memorialistas, de algunas organizaciones política y sindicales sensibilizadas por el tema y de la sociedad civil. Mientras en otros países se ensalza la lucha de los antifascistas, en España se oculta. Y por el contrario, lugares emblemáticos de la propia dictadura, como el Valle de los Caídos, sigue contando con todo el apoyo de la Administración del Estado. Por no hablar de una Ley de Memoria Histórica aprobada por el gobierno de Zapatero, que fue rebajada en mucho respecto a su texto original y que sistemáticamente se incumple.
A lo largo y ancho de la geografía española encontramos ciudades y pueblos con calles y figuras que ensalzan a los golpistas que en 1936 provocaron el estallido de la Guerra Civil. Muchos de los lugares de la memoria han sido incluso destruidos. Fosas comunes arrasadas sin ni siquiera haber extraído los cuerpos de los miles de antifascistas que allí estaban, todos juzgados por unas leyes, como las franquistas, que no estaban conforme al derecho. No hay que olvidar que los reos en el franquismo no tenían presunción de inocencia. Eran culpables de antemano. ¿Su delito? Ser anarquista, republicano, comunista, socialista, etc.
Uno de esos lugares de la memoria destruidos fue la cárcel de Carabanchel, demolida el 23 de octubre de 2008 por el deseo de olvido y por la especulación inmobiliaria. Cuando las máquinas retroexcavadoras penetraron en el recinto carcelario ponían fin a la existencia de un edificio que había sido testigo de los mayores horrores.
Al finalizar la guerra civil, funcionaban en Madrid diversas prisiones, muchas de las cuales habían quedado en un estado deplorable por los bombardeos que había sufrido la capital de España. La más importante de las cárceles era la Modelo de Madrid. Pero también vivían hacinados los presos en prisiones como San Antón, Porlier, etc. Ventas estaba destinada a mujeres. Las detenciones masivas contra los militantes antifascistas llenaron las prisiones durante esos años, y también se llenaron la fosas en el cementerio de Madrid, donde cada noche eran ejecutados un importante número de mujeres y hombres.
Las autoridades franquistas contemplaron la creación de una nueva cárcel. Para ello, se hicieron con una serie de terrenos situados en el barrio de Carabanchel Alto. Unos 200.000 metros cuadrados que albergarían una prisión con capacidad para unos 2.000 presos. Los arquitectos fueron Vicente Agustí Elguero, José María de la Vega Samper y Luis de la Peña Hickman. La construcción de la cárcel comenzó el 20 de abril de 1940 y fue ejecutada por mano de obra esclava. Presos políticos que eran enviados a la construcción de la que sería su propia “casa” si lograban sobrevivir.
El 22 de junio de 1944 la cárcel era inaugurada por el ministro franquista Eduardo Aunós, especialista en derecho que escribió algunos libros sobre los presos y la redención de penas por trabajo. Desde entonces, la cárcel de Carabanchel se convirtió en un centro por el que pasó la mayoría de la oposición antifascista, muchos de ellos ejecutados allí mismo. Allí estuvieron presos miembros del Comité Nacional de la CNT, Comité Peninsular de la FAI, Ejecutivas del PSOE y la UGT, el Comité Central del PCE, etc.
Por allí pasaron los anarquistas Joaquín Delgado y Francisco Granados, agarratados en agosto de 1963, o los integrantes del FRAP José Humberto Baena, José Luis Sánchez Bravo y Ramón García Sanz, fusilados en el Hoyo de Manzanares el 27 de septiembre de 1975. También José María Jarabo, fue agarrotado el 4 de julio de 1959. Por esta prisión pasaron también militantes como Simón Sánchez Montero, Marcos Ana, Stuart Christie, Marcelino Camacho, etc.
La muerte de Franco no significó una reforma y una depuración en el personal funcionario. Todo lo contrario. Los mismos franquistas que estaban durante la dictadura continuaron durante la democracia. Y aunque muchos presos políticos fueron liberados, comenzó el malestar de otros presos. Los presos sociales, muchos de ellos vinculados a organizaciones de carácter político, constituyeron la Coordinadora de Presos en Lucha (COPEL), que fue protagonista de numerosas protestas por el trato recibido en la prisión y pedían mejoras en sus condiciones. Plantes, cortes, ingestión de objetos de metal, motines, etc. Su objetivo era visibilizar que las mismas leyes franquistas que torturaron a los presos políticos se les aplicaba a ellos. En la cárcel de Carabanchel fue asesinado en 1978 el anarquista Agustín Rueda como consecuencia de la paliza propinada por los funcionarios de prisiones tras un supuesto intento de fuga.
Concebida como cárcel de hombres, llegó en sus últimos momentos a albergar también la presencia de mujeres, que en los primeros momentos eran encarceladas en Ventas y también en la prisión de Yeserías. La cárcel fue también protagonista de canciones de personajes como Rosendo o rodajes de películas como 'El Pico'.
En 1998, el gobierno del PP procedió al cierre de la cárcel de Carabanchel. Comenzó entonces un duro debate sobre cual debería de ser el destino del terreno. Para algunos allí se tendría que establecer un centro de la memoria, un lugar de recuerdo de lo que significó la dictadura. Para otros el lugar tenía que tener un destino distinto: pisos. Los vecinos pedía un hospital y servicios sociales, así como el centro de interpretación de la memoria histórica.
En el 2002, siendo ministro del Interior Mariano Rajoy se aprobó que fuera que se estableciese allí la comisaría del distrito de Latina, la Brigada de Extranjería y el Centro de Internamiento de Extranjeros. El 16 de julio de 2008 el Ministerio del Interior, ya con el gobierno del PSOE, y el Ayuntamiento de Madrid firmaban un acuerdo donde en el terreno de la cárcel se contruirían 650 viviendas, un hospital, zonas verdes y oficinas del Estado. El 30% de los pisos serían de protección oficial y, del resto, el 90% se lo quedaría el Estado y un 10% el Ayuntamiento de Madrid. Los vecinos de Latina, Carabanchel y Aluche se opusieron ya que querían otros destinos sociales para el barrio y no especulación de vivienda. Igualmente pedían que la prisión no desapareciese y se instase un Centro para la Paz y la Memoria Histórica. Pero las protestas fueron vanas y el 23 de octubre de 2008 se comenzó la demolición del edificio.
La especulación inmobiliaria y el olvido intencionado hicieron desaparecer físicamente el edificio. Aun así, las asociaciones memorialistas reclaman todavía un espacio en el lugar para recordar lo que significó el horror del franquismo.
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