Víctor Sampedro
Es catedrático de Opinión Pública y Comunicación Política
"La principal miopía es pensar que existen las revoluciones y los cambios sociales y los procesos de transformación rápidos’’

Siendo catedrático de Opinión Pública y Comunicación Política y habiendo co escrito y co editado "quizás demasiados libros y artículos"--según su propia autobiografía-- sobre teoría de la esfera pública, movimientos sociales, TIC, identidades colectivas, campañas electorales, nuevos géneros de comunicación política, a Víctor Sampedro no le resultara fácil acotar las respuestas.

, Madrid
13/03/14 · 7:17
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Víctor Sampedro en una foto de archivo. / Olmo Calvo

Víctor Sampedro me recibe en su casa. Me dedica una hora del tiempo que estaba destinando a la escritura de ‘Cuarto Estado en Red’, su próximo libro. Muy amablemente me ofrece un café y me pregunta si puede fumar. Nos liamos un cigarrillo los dos y empezamos a charlar. "Tú me vas guiando, porque sino yo me iré por los cerros de Úbeda", me advierte con su tono de voz sosegado.

Nos reunimos porque me interesa conocer su análisis del papel de los medios de comunicación en el conflicto de Gamonal pero, efectivamente, surgen muchas otras cosas.

Pues… si me quieres contar cómo has seguido los acontecimientos de Gamonal… ¿cómo te has informado de lo que ocurría?

Fundamentalmente a través de la prensa digital de izquierdas de carácter estatal. Y luego, a través de nodo50, entraba a Diario de Vurgos y a partir de ahí me dejaba llevar por los links, sin preocuparme muy mucho de dónde me llevaban. Pero siempre buscando información generada desde abajo y que no estuviera sesgada por cuestiones empresariales vinculadas a un proceso de desarrollo urbanístico, que es fraudulento en este país.

Si la gente actuase como quisiera que lo hicieran los medios convencionales, no habría sociedad civil como motor de cambio social

 

Qué curioso…

Sí, de hecho todo comenzó con un tipo que sigo, porque yo no me había enterado de lo que ocurría en Burgos. Vamos, sabía que algo había pasado… Fue la crónica de Antonio Orejudo en el diario.es. Él decía que la gente estaba empezando a protestar en la calle y a manifestar una indignación sin cortapisas, de una manera clara, abierta. Y que él era un burgués, como lo soy yo, un padre de familia, como soy yo, que no quería ver su casa quemada, ni los contenedores en frente de su domicilio, pero que sabía perfectamente, como es un hecho constatado en la historia de la humanidad, que los cambios importantes y sustanciales no se producen sin un nivel de tensión, de conflicto, incluso de violencia considerables. Entonces dije, ¡coño! Aquí hay algo. Luego ya, por las novedades de nodo50, del que soy suscriptor desde hace 15 años, tiré para adelante y me deje seguir por la contrainformación digital.

Entonces, quizás, si no has seguido la información por los medios de comunicación tradicionales no puedas hacer una comparativa.

No lo he seguido con la misma intensidad, porque desde ya hace bastante tiempo analizo los medios de comunicación convencionales y sé cual es su presupuesto. Su presupuesto es que convocar a la gente a las calles vacía de significado la democracia. Con lo cual están haciendo dejación de lo que es su función fundamental, que es construir espacio público, esté o no determinado institucionalmente. Y, además, negar que la democracia o es de calle o es de ágora o no es democracia. Entonces, como eso lo tengo muy claro, después de haber estado analizando los medios de comunicación durante tres décadas, porque mi tesis iba sobre la insumisión y luego me he ocupado de casi todos los movimientos sociales y su impacto en los medios convencionales, ha llegado un momento en que el marco discursivo de los medios convencionales ya me lo sé. Y no me espero otra cosa.

Creo que, además, no es algo solo mío, sino que mucha gente que conoce lo que está pasando de primera mano acude ya a determinados medios de comunicación que difunden información de primera mano, elaborada por los mismos actores que la protagonizan.

En el caso concreto de Gamonal, ¿que interpretación han hecho de los hechos, de la quema de contenedores los medios convencionales y la contrainformación digital? Esto es, ¿las personas de verdad tenemos capacidad de contradecir lo que dicen los medios convencionales?

Yo creo que la gente lleva contradiciendo los medios convencionales toda la vida. Si la gente actuase como quisiera que lo hicieran los medios convencionales, no habría sociedad civil como motor de cambio social. La prensa convencional lo que hace es desactivar las energías ciudadanas y canalizarlas, única y exclusivamente, hacia catálogos de compra comerciales, socialistas, electorales.

¿Por qué? Pues porque viven de las carteras de publicidad de las grandes industrias y de los favores políticos que les permiten expandirse en el universo multimedia, que es cuando hacen grandes negocios. Entonces, el carácter desmovilizador de la cultura de masas convencional tiene como principal función crear ciudadanos consumidores. De catálogos, insisto, de compras o de siglas electorales.

¿Y esta capacidad de contradecir, se ha visto acrecentada con la expansión de internet y redes sociales?

Yo creo que aquí hay varias cuestiones. Y en el tema de la violencia hay una muy importante. Desde hace tres años este país vive un ciclo de contestación que responde a un consenso de base, que es totalmente contrario al consenso de la transición. El consenso de la transición se basaba en la desmovilización ciudadana. Y en los pactos entre élites. Y en un grado de secretismo y de negocios pactados a espaldas del pueblo y casi siempre forjados gracias al silencio, la censura y la represión de la parte más débil.

Hay dos factores: primero está la desaparición de ETA. Muerta ETA empezó la rabia social. Ésa es una frase que llevo repitiendo desde hace mucho tiempo. ETA era un tapón en sí misma, para un proceso de emancipación de Euskal Herria, pero también era un tapón para el resto de movimientos sociales, a los cuales se les aplicaba, sí o sí, una legislación y unos discursos antiterroristas, criminalizadores de partida.

¿Ahora qué hay? Hay desde hace tres años un movimiento en red, manifiestamente no violento, asentado en un consenso social, que en lugar de desmovilización lo que pide es transparencia y participación, que tiene el apoyo y la simpatía de tres cuartas partes de la población española. Estos son datos de encuestas a lo largo de los tres años del 15M que no tienen parangón en ningún otro país del mundo, en ningún otro movimiento Occupy y que hablan de lo que es una nueva sociedad civil que ya no se conforma con una segunda transición, sino con una regeneración profunda del régimen de la transición.

Yo creo que eso está claro y es patente. No hay, además, especiales diferencias: ni generacionales, ni de género, ni de hábitat, ni ocupacionales, ni de nivel educativo. Es un movimiento trasversal que, insisto, no tiene parangón en ningún otro país del mundo.

Esa combinación: (Uno) ya no existe una banda terrorista y dos, la movilización se define como no violenta, abre muchísimo el abanico de posturas a ser defendidas. Y los medios convencionales, pues, los que todavía siguen siendo soporte del régimen de la transición, siguen estigmatizando cualquier tipo de movilización, no ya violenta, sino simplemente no coordinada o no alentada por las élites. Y han surgido otros medios que siendo, no de contrainformación, pero sí al actuar en la esfera pública digital se han visto obligados a hacerse eco de una audiencia que ya tiene capacidad para responder, a través de los comentarios; de contradecir, a través de publicaciones propias o blogs; e incluso de alcanzar tanto o más notoriedad que ellos incluso en la esfera pública extranjera.

Además, la crisis política se manifiesta también en las industrias de comunicación convencionales. Con lo cual, se ven obligadas a abrir un poco más el espectro de la cobertura o, por lo menos, ser sensibles a algo que antes del 15M era impensable. Por ejemplo, la crítica a la actuación de las fuerzas policiales. O las acusaciones de infiltración. O las provocaciones por parte de las autoridades. ¿Por qué? Porque todo periodista y todo medio de comunicación, si no goza de un mínimo de credibilidad y empatía con su audiencia, pura y simplemente, la pierden.

Entonces, las redes sociales, ¿revitalizan la labor periodística, la complementan, la sustituyen?

Las redes sociales son el alimento y serán el alimento del periodista del siglo XXI. El periodismo está llamado a ser, en este tiempo de crisis y de transformación profunda, lo que siempre fue: una plataforma colaborativa de un flujo de información mancomunada al servicio de unos intereses y comunidades determinadas. Esto fue siempre el periodismo: un oficio que daba voz a determinados actores sociales que precisaban de presencia y visibilidad pública para hacerse oír y presionar.

Y lo ha hecho haciendo de contrapoder, de periodismo de investigación… El periodismo de investigación contemporáneo nace en la crisis de los años 30 y se reinventa ahora con las filtraciones y con toda la actividad de los nuevos nativos digitales que producen y generan datos y flujos de información crítica contrastada. Documentos que son dados a conocer para provocar cambios políticos y no sólo eso, sino para desarrollar información de código libre. Que esto es muy importante.

Los medios convencionales siguen considerando la información (como) un bien privado. Lo cual es una aberración en términos democráticos. Si por ellos fuera, se destruirían las noticias después de consumirlas cada uno de los lectores. Porque creen que el único retorno que tienen que obtener es un retorno económico y, además, inmediato. Pero ahora con lo digital es imposible. Porque en el mundo digital, compartir es copiar, y punto.

El conflicto de Gamonal ha servido para poner otra vez en evidencia la concentración de medios de comunicación que se da en Castilla y León en las manos de Méndez Pozo. Que, qué casualidad, es la persona que lleva dirigiendo la política urbanística de la ciudad durante décadas. En este sentido, ¿dependemos en los movimientos sociales de los medios de comunicación convencionales para poner un tema en la agenda? O ¿podemos mermar la influencia de estos conglomerados que responden a intereses privados?

El pacto de élites políticas y económicas que se produce en la transición son, en su mayoría, pactos hechos de espaldas a la opinión pública y presentados casi como la única solución posible. Tanto el PSOE como el PP se han presentado ante el electorado español siempre con el dilema de ‘O nosotros o el caos’. Ya nadie compra ese discurso. Porque la misma sociedad es capaz de reconocer su autonomía y su capacidad de auto organizarse y de definir de modo autónomo su devenir colectivo. Y de construirlo.

¿En qué medida la prensa local está ligada a esos pactos y a esa connivencia que han degenerado, sí o sí, en corrupciones de las políticas públicas y de la información que les sirven más de propaganda que de información ciudadana? Pues era algo muy obvio desde hace mucho tiempo. Cualquier estudio de propiedad de los medios, vincula a las cajas de ahorros en manos de esas redes políticas y clientelares empresariales y a la industria del ladrillo, la propiedad de los medios en cada una de las principales capitales de provincia españolas.

Si, pero desde la ciudadanía ¿cómo podemos combatir esa corrupción?

Yo creo que el combate más importante ha sido la deserción. La gente ha dejado de comprar estos periódicos. No han renovado audiencias. No han fidelizado a los nuevos lectores. Eso, que ha sido callado, que ha sido silencioso, ha sido un golpe brutal para ellos. Y ha hecho más evidente que dependen fundamentalmente de los apoyos y de las carteras de publicidad y las campañas oficiales. Yo creo que eso ha sido fundamental y creo que no le damos suficiente importancia, porque no nos ponemos nunca del lugar de los empresarios. Pero los empresarios saben que, actualmente, tienen periódicos sin lectores y están todos en números rojos.

No sabemos cómo medir todo lo que está ocurriendo, porque no responde a las dinámicas de un movimiento social con una agenda preestablecida, a una organización de coordinación centralizada, a unos recursos puestos en común de manera estructurada y estratégica a medio y a largo plazo…Sino que es la suma de un montón de tácticas de movimientos más a corto plazo, de autodefensa, de reinvindicación

Una segunda ha sido la constitución de plataformas de expresión propia. Y esto viene desde muy lejos. En este país, ya que los límites del consenso eran tan férreos, internet se desarrolla como una esfera pública paralela, como un ámbito de debate paralelo, donde se van fraguando y se van consolidando, bien es cierto que como una diáspora y de manera muy fragmentada, muchos proyectos comunicativos. Y esto ha dado mucha fuerza a los grupos que los promovían, que han encontrado en ellos referentes identitarios, han sabido identificar a través de ellos los objetivos y los enemigos contra los que luchar. Y han sabido coordinar sus acciones, sentirse capaces de introducir cambios en las marchas políticas.

Esto, que alcanza su máxima expresión en el 15M, donde confluyen muchísimas ágoras digitales que, poco a poco y en estos tres años, han ido ganando fuerza y han ido interrelacionarse y convirtiéndose en un verdadero ‘Cuarto Estado en Red’, que es de lo que estoy escribiendo ahora, pues, ha hecho una mella enorme en la esfera pública española del régimen de la transición.

Un caso como el de Pablo Iglesias jamás sería pensable hace tres años. Alguien que fragua su capital simbólico, su prestigio e imagen pública en un medio comunitario acosado por las instituciones madrileñas, como es TeleVallecas, que trabaja ahí durante varios años y que de ahí salta al tdt party, al canal digital más de ultraderecha y, una vez que está ahí, es requerido por las cadenas generalistas de ámbito estatal más consolidadas. Toda esta experiencia de La Tuerka sería impensable si no hubiera contando, además, con el apoyo de el diario Público, últimamente, que le da una persistencia en la esfera pública, pero también y previamente con las redes sociales.

Entonces, las redes sociales se constituyen como esa conversación permanente de la sociedad civil consigo misma de la cual, de una manera u otra, el periodista se tiene que nutrir, porque está expresando los temas y las opiniones de los segmentos más activos y más implicados políticamente en la marcha del país.

¿Cómo se explica entonces, la convivencia en el tiempo de cuatro hasthtags [etiquetas] de apoyo a Gamonal siendo 'trending topic' nacional con declaraciones como la de Ana Botella condenando ‘los atentados de Burgos’? ¿Qué está pasando?

Está pasando un cisma total y absoluto. Una situación de incomunicación total entre el lenguaje que hablan las élites políticas y el que habla la ciudadanía. ¡Y no ya los sectores más movilizados de la ciudadanía! Y está pasando, también, que la ciudadanía, sabedora de que es incapaz de cambiar el marco grande político. Quiero decir… la gente desconfía de su fuerza para cambiar la política del euro, el sistema impositivo o la ley electoral. Pero sí tiene la suficiente rabia acumulada y los suficientes mimbres comunicativos como para autoconvocarse y resistir y defender lo que queda de público, de bien común, en su territorio más cercano.

Y, a falta de otros objetivos y de otras plataformas que les permitan alcanzar transformaciones más amplias, por lo menos defiende lo poco que le queda. Yo creo que esto está calando de una manera muy clara. El cisma y la discordancia de los medios convencionales se explica pura y simplemente por sus dependencias del poder político y económico. Son industrias deficitarias que dependen de subvenciones y apoyos clientelares que llegan, incluso a decapitar al director del segundo medio más importante [En referencia a Pedro J. Ramírez]. Así de sencillo.

También por la ignorancia y la obsolescencia de sus prácticas profesionales. Quienes están mandando en las televisiones y los periódicos apenas saben hacer nada con el ordenador, desconocen las dinámicas de las redes sociales, lo que es construir un blog, etc. Lo desconocen no por su incapacidad en la cultura digital, sino por valores. No han asumido todavía que su única función, y más importante, es ponerse al servicio de las comunidades a las que van a servir y que les van a brindar la credibilidad. Y que esta credibilidad, este intangible, que no es monetarizable, ni inmediata, ni claramente, importa mucho más que la cotización en bolsa de sus empresas.

Claro, no están escuchando. Ellos han perdido el monopolio de hacer política.

Exacto.

Pero bueno, se supone que se sale a la calle para conseguir cambios que pasan por ellos. Pero, ¿vale la pena escuchar su respuesta?

Yo creo que hay que dejarles solos. Creo que es importante aparecer en ellos. Porque si no hubiera habido cobertura, aunque fuera sesgada, criminalizadora y desmovilizadora de la trama política que había detrás del asunto (del Bulevar de Gamonal) en la calle Génova no habrían presionado como presionaron al PP de Burgos. Así de sencillo. ¿Por qué? Porque las élites se leen y se ven reflejadas únicamente en los medios que controlan. Por lo tanto, hay que confiar en que, por muy convencional que sea un periodismo o una empresa, tendrá el sentido común de reflejar, aunque sea mínimamente, las razones del descontento social.

Es lo único que les diferencia del ser prensa de partido. Y saben que si actúan al 100% como prensa de partido su crisis económica entra en la debacle.

Desde la política institucional no está escuchando el clamor de la redes sociales, ese diálogo de la sociedad civil constante. No se si estarás de acuerdo con que la comunicación emocional es la base del poder y que eso es mucho más poderoso que cualquier diatriba ideológica.

Sí. Es obvio que a nadie le convences con un lenguaje endogámico, ideologizado, que sólo entiendes tú y tus camaradas de lucha. Es obvio que con eso puedes reforzar tu identidad, pero difícilmente la puedes hacer más inclusiva y abarcar otros sectores periféricos u opuestos.

Es cierto que las revoluciones y los cambios drásticos tienen mucha más carga emocional que racional y argumentativa. Esto no habla en menoscabo de los sentimientos y de las emociones. Al contrario. Creo que lo que se está evidenciando en este país es que existe un sentimiento de rabia contenida que sólo se puede expresar y manifestar y sentirse eficaz en luchas locales.

Precisamente porque les faltan las plataformas políticas y las plataformas mediáticas que impulsarían a estos sectores como actores políticos de pleno derecho.

Yo creo sinceramente que el cisma está planteado desde hace tres años. Que la transformación es mucho más profunda de lo que somos capaces de reconocer, porque estamos inmersos en ella. Porque además, empleamos parámetros de evaluación del éxito de las movilizaciones que son erróneos. No sabemos cómo medir todo lo que está ocurriendo, porque no responde a las dinámicas de un movimiento social con una agenda preestablecida, a una organización de coordinación centralizada, a unos recursos puestos en común de manera estructurada y estratégica a medio y a largo plazo… Sino que es la suma de un montón de tácticas de movimientos más a corto plazo, de autodefensa, de reinvindicación. Y también, poco a poco, lo que se fragua es una red. Una red que está asumiendo lo que el periodismo en el siglo XX decía que era, aquel poder que controlaba a los otros tres, sin querer ejercerlo.

Entonces, ¿cuál es la clave del éxito? En el caso de Gamonal, cuando el Ayuntamiento decide paralizar el proyecto, se entiende que eso es exitoso. Entonces, ¿cuando no se da una respuesta institucional buscada, no es exitoso?

No. El éxito se puede medir en dos cosas: primero, en los logros de la movilización externos a ella, es decir, su impacto institucional o su impacto en la visibilidad de la esfera pública tradicional; o bien en términos de constitución de sujetos políticos individuales y colectivos.

De hecho las dos visiones sobre 15M más claras son estas dos. Por una parte, aquella que le achaca no ser capaz de producir propuestas políticas alternativas, y mecanismos institucionales diferentes a los existentes. Y aquellos que enfatizan que se está construyendo una nueva forma de hacer ciudadanía.

Yo no creo en la oposición entre estos dos objetivos. Creo, además, que la persistencia de los logros políticos en Gamonal y de su impacto institucional dependerá de la fuerza que haya logrado el colectivo promotor y los agentes involucrados en ello para constituirse como actores políticos con permanencia, con constancia y con un proyecto común.

¿Ese es el verdadero éxito?

Yo creo que sí. Y que, tarde o temprano, eso se transforma en otros muchos Gamonales. No sólo en Burgos, sino en todo el Estado. Y no sólo en el Estado sino en lo que queremos y en lo que estamos fraguando desde ya bastante hace tiempo, que son las revoluciones en red, que en el fondo se corresponden y se identifican mucho con lo que se hizo en los 60 y lo que se hizo en los 30. Con nuevos medios de comunicación y nuevos profesionales y nuevos actores sociales que buscan en el periodismo esa plataforma de visibilidad pública y de impacto institucional.

O sea que ¿crees que Gamonal puede inspirar la constitución de otros movimientos?

Yo creo que lo ha inspirado. Que Gamonal es la consecuencia de lo que te contaba antes, de movimientos en la esfera institucional que afectan a un régimen que se degrada, que manifiesta de manera cada vez más patente esa corrupción y ese final anunciado, esa extenuación de soluciones por parte de esa esfera institucional. Y, por otra parte, de la constitución de toda una masa ciudadana que se siente excluida de manera injusta, o no justificada, de lo que es la participación en la toma de decisiones.

Gamonal ha tenido una cobertura mediática impresionante. Los medios de comunicación convencionales son desmovilizadores y, en cambio, 46 ciudades convocan manifestaciones en solidaridad con Gamonal ¿Por qué se da eso?

Porque hay un nivel de conectividad muy alto. Primero: esa situación que te hablaba de consenso crítico, y que es muy mayoritario, se fundamenta también en un grado de conectividad muy alto. La gente, al no encontrar en los medios convencionales o en los discursos institucionales elementos de referencia, las ha creado por si mismos. Y ha creado flujos de información, aprendizaje y modos de aprendizaje colectivo, que todavía tenemos que aprender a distinguir. En el 15M es algo muy patente. Y además son modos de organización, que en estos tres últimos años han dado pasos muy sustanciales.

Creo que es mucho más rentable establecer alianzas puntuales con los periodistas machacados, represaliados, en listas negras para que suelten información de sus propias empresas

Primero, el colapsar el régimen electoral. Las campañas electorales en España ya no son, ya no van a ser, después del 15M, una sucesión de mítines institucionales sin contestación en la calle. Es más, ha habido la suspensión de dos jornadas de reflexión electoral en las últimas convocatorias. Esto es algo completamente desconocido en los países de nuestro entorno y que habla del desbordamiento de la sociedad civil de los canales de debate y de elección de representantes políticos.

Eso fue lo que ocurrió con en el primer 15M. En su segundo año, el 15M va a llenar con las mareas la ausencia de protagonismo y de trabajo sindical en defensa de los derechos sociales y de las prestaciones. Y, en este tercer año y en estas europeas, ha alcanzado ya plasmación política. Hay al menos tres candidaturas que se arrogan el estar muy en sintonía con el 15M y lo hacen, contando además, con ese cuerpo social movilizado. Con lo cual, es difícil asistir a un proceso más rápido y más consecuente de aquello que se le pidió al 15M y a la ciudadanía española. Si tenéis otras propuestas u otros modos de hacer las cosas, hacedlas. Ahí están.

Creo que la principal miopía es pensar que existen las revoluciones y los cambios sociales y los procesos de transformación rápidos. Igual que existen las dietas rápidas o los cursos de idiomas rápidos. No se cambia de amo ni se aprende a no ser siervo en dos días, de igual manera que no se aprende inglés o no se bajan los kilos en dietas rápidas.

Has hablado de las mareas. Hoy las jornadas de auditoría en las que he estado se hablaba de la necesidad de crear una Marea de los Medios de Comunicación, para hacer auditorías sobre los medios de comunicación públicos en los que se han dado procesos de absoluto despilfarro. ¿Hace falta esa marea de comunicación o esa marea puede ser una de vamos a tomar los medios, vamos a ser los medios, vamos a hacer periodismo ciudadano?

Primero, creo que constituir una mera de periodistas es una quimera, en el sentido de que es el cuerpo profesional más precarizado y más encasillado en las estructuras de representación del Antiguo Régimen. Las asociaciones de la prensa son el único órgano corporativo de los periodistas y reproducen el esquema del sindicato vertical. Ahí está desde Cebrián y los grandes varones de la comunicación hasta el jefe de máquinas, representados en el mismo órgano.

Los sindicatos de periodistas, por la cuenta que les ha tenido a las empresas públicas y también por la falta de cultura política, que es consecuencia de las purgas sucesivas de periodistas críticos a lo largo de la Transición, pues, pura y simplemente, son irrelevantes o tienen muy poza fuerza. Su nivel de sindicalización es bajísimo. Estamos hablando de un colectivo, insisto, muy precarizado, muy fragmentado, al que se le ha imbuido de una mentalidad corporativa… Tienen que ser los principales propagandistas de sus empresas, algo que es una aberración en lo que es el código deontológico de cualquier periodista o en la biografía de cualquier periodista de referencia, que han creado sus propios medios, que han estirado hasta lo máximo las posibilidades de expresión dentro de los medios en los que trabajaban o han saltado a otros… Que visto forzados a cambiar a otras temáticas porque las únicas fuentes que les podían hablar les vetaban el acceso a la información, etc… Entonces, una marea de periodistas yo la veo completamente inviable.

Pienso que es mucho más lógico desarrollar dos estrategias. Una la que apuntabas tú. Quizás no tengamos ni fuerza ni legitimidad para fiscalizar los medios privados, en el sentido de que son empresas privadas. A no ser que hayan incurrido en fraudes o desfalcos al erario público, difícilmente tenemos posibilidad de entrar ahí.

Creo que es mucho más rentable establecer alianzas puntuales con los periodistas machacados, represaliados, en listas negras para que suelten información de sus propias empresas. Eso sí. Y creo que muchos lo han hecho. Y que ahí hay una tarea de los movimientos sociales para acoger, por lo menos, las voces de protesta de unos periodistas que antes malvivían de su vasallaje al amo político o a la cartera de publicidad, pero que ahora no tienen para comer y que, por lo tanto, se han desprendido de sus mordazas y sus bozales.

Creo, también, que tenemos que empezar a considerar la comunicación como un bien común. Y esto quiere decir que la tenemos que costear. Que tenemos que apreciarla como el alimento de nuestra actividad y de nuestra condición ciudadana. Y que, si nosotros no lo hacemos, nadie lo va a hacer por nosotros. Y que, por lo tanto, lo que hay que hacer es crowdfounding y microdonaciones y constituir medios con todo el montón de profesionales que están quedando en la calle y que, desde luego, tienen destrezas y valores más que rescatables.

Un tercer paso sería abandonar la endogamia y abandonar esta cultura de la autoescucha y de los discursos ya hechos para uno mismo y atreverse a elaborar agendas y marcos de interpretación de la realidad que fuesen compartidos por estas distintas organizaciones comunicativas. Porque es cierto que en materia política y en materia de esfera pública la unión hace la fuerza.

Muy bien, no se si quieres añadir algo…

Yo creo que lo que preocupa fundamentalmente… En lo que se ha hecho énfasis en el caso de Gamonal es precisamente, una vez más, lo anecdótico. Lo que no se ha leído o dicho con toda claridad es que, quizás por primera vez, se ha desmantelado la conexión tóxica que existe entre las élites políticas y las élites mediáticas locales.

Y que si el ejemplo cundiese, las elecciones locales y autonómicas de dentro de un año, serían muy diferentes.

Y que sí, la auditoria de las conexiones del dinero público de las administraciones públicas que son desviados de manera sistemática y, además, injusta. Es decir, sesgado y no acorde con las tiradas, ni con ningún criterio objetivo, sino simplemente a clientes mediáticos, sería un punto importante de crítica. Y que invalidaría muchos de los mensajes que se van a intentar difundir hasta entonces.

Y otra lección es que, por mucho que se criminalice la violencia, la gente ha aprendido en carne propia que la violencia estructural es mil veces más nociva que la quema de un contenedor.

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comentarios

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    Dom, 03/16/2014 - 12:57
    Bueno, creo que las revoluciones no son miopía. <strong>La miopía es intentar una y otra vez hacer participar a los ciudadanos en un sistema en que los propios ciudadanos no cuentan más que como un activo económico</strong> (si nada tienes, nada vales). Como hemos analizado en <a href="http://yocontraelmundo.es/el-fin-de-la-inocencia/">http://yocontraelmundo.es/el-fin-de-la-inocencia/</a> la gente ya está cansada de todo lo que significa el sistema al completo (por lo que tiene de deshumanizado), no solo del PP o del PSOE. Y para llegar a un cambio de sistema, por deficinición, se debe hacer <strong>derribando</strong> el sistema que impera. Y eso, solo es posible desde la revolución, no desde la continuidad y retroalimentación del juego del propio sistema.
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    Momo
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    Vie, 03/14/2014 - 11:25
    Grande grande grande !
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