No sé si peco de optimista diciendo que las cosas –ay, madre, las “condiciones objetivas”– han cambiado, creo que para mejor, en esto del debate sobre Marx, sus ideas y su legado. Que le citen a uno (a favor o en contra) cada vez que alguien quiere meterte un tanque en el salón o un misil en la bañera –ay, madre, la “guerra fría”– la verdad es que no ayuda.
No sé si peco de optimista diciendo que las cosas –ay, madre, las “condiciones objetivas”– han cambiado, creo que para mejor, en esto del debate sobre Marx, sus ideas y su legado. Que le citen a uno (a favor o en contra) cada vez que alguien quiere meterte un tanque en el salón o un misil en la bañera –ay, madre, la “guerra fría”– la verdad es que no ayuda. El derrumbe de la experiencia histórica del socialismo real facilitó, sin embargo, desvincular a Marx del programa y necesidades del Partido (ay, madre, el marxismo-leninismo), facilitando volver a recurrir a Marx para discutir y pensar sobre qué demonios puede ser, o queremos que sea, el “postcapitalismo” (ay, madre, el comunismo). Marx sobre esto dijo poco, la verdad. Y es que el hombre no era adivino. Sin embargo sí dijo –mucho y bien– qué es y cómo funciona el capitalismo (lo del “post” a ver si sacamos un rato algún día y lo discutimos). Y, entre otras cosas, es ahí donde él aún puede servirnos.
El derrumbe de la experiencia histórica del socialismo real facilitó, sin embargo, desvincular a Marx del programa y necesidades del Partido Es posible que existan muchos Marx, no digamos ya marxismos (y postmarxismos). Zoquetes aparte, en términos generales, estos desarrollos, críticas y relecturas son fundamentales salvo que pretendamos abordar la obra de Marx como si se tratara de las Sagradas Escrituras (ay, madre, el dogmatismo). O salvo que declaremos el fin de la historia y creamos en la validez perpetua y universal de los análisis y categorías marxianos (como hace, por ejemplo, cierto marxismo con su insistencia en el trabajo como actividad ontológica universal que dignifica a la humanidad y sirve de base para la construcción futura del “socialismo”). Y, sin embargo, lo necesario de esta labor de actualización no impide, ni hace inútil –más bien al contrario– volver directamente a Marx y pasar, con perdón, del marxismo. Volver especialmente a cierto Marx (ay, madre, que se me ve el plumero). Por ejemplo, el de El Capital y los Grundrisse, esos tochos que decoran nuestras estanterías.
Ese Marx, el madurito-interesante, nos puede aún ayudar a entender algo acerca de la dinámica (ay madre, la dinámica) de eso que llamamos capitalismo. Comprender, oh my god, que a diferencia de otros tiempos y sociedades, las nuestras (capitalistas) sí se mueven y transforman “en un cierto sentido”, y que en ellas la cuestión del sujeto y de la transformación social no siempre coincide –ni se resuelve– con la cuestión de las subjetividades (lo cual no determina, pero sí complejiza considerablemente la acción política).
Ese Marx, el madurito-interesante, nos puede aún ayudar a entender algo acerca de la dinámica (ay madre, la dinámica) de eso que llamamos capitalismo. Comprender también que propiedad privada y mercado no son las “fuerzas” que imprimen al capitalismo ese “moverse en cierto sentido” y que su abolición (versión dura: economía planificada y propiedad estatal de los medios de producción) o domesticación (versión todos los públicos: “economías mixtas” y regulación política de unos mercados despendolados) tampoco serán las que nos abran las puertas necesariamente a un escenario “postcapitalista”. Escenario, por cierto, que difícilmente podrá consistir en la enésima reafirmación del trabajo (proletario, inmaterializado o de cuidado, tanto monta, monta tanto). Palabra de Marx. Ay, madre.
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