El rescate de 70 millones al CSIC impide su cierre inmediato, pero la situación de la I+D es crítica.
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El pasado mes de octubre, tras una agónica espera de varios meses, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), la mayor institución científica del Estado español, recibía al fin una inyección de 70 millones de euros. Sumada a los 25 millones recibidos en junio, esta aportación impide el cierre inminente de la entidad por falta de fondos para los gastos comunes, como la luz y el agua, de sus más de cien centros de investigación.
Sin embargo, la opinión generalizada entre los investigadores es que el rescate no soluciona los problemas estructurales de la entidad. Según A.M., investigador del Centro Nacional de Biotecnología del CSIC que prefiere guardar anonimato, “lo único que se consigue es que el golpe no sea tan duro. Aún así, el golpe será fortísimo. Al CSIC le dan dos posibilidades: la quiebra o rebajar la calidad de su funcionamiento. Se ha optado por la última, reduciendo, sobre todo, el personal. La destrucción del sistema público de I+D está en marcha, con esos 70 millones o sin ellos”.
En los centros de investigación del CSIC se comenta que en los próximos meses se anunciarán nuevas medidas de ajuste, como la fusión entre centros poco eficientes o la integración de los institutos más pequeños en otros más grandes; una medida que podría afectar a una treintena de centros de la entidad.
Según D.B, investigador del Centro Nacional de Biotecnología que también prefiere permanecer en el anonimato, “el rescate de 70 millones al CSIC, aparte de insuficiente, corresponde a una estrategia para dejar morir lentamente al enfermo mientras se intenta dar la impresión de estar haciendo lo posible por sanearlo, reduciendo a su vez el coste político que tendría una quiebra abrupta. Así se ponen las bases para el deterioro de las condiciones de trabajo y la destrucción de empleo (ambas cosas son ya un hecho en el CSIC)”.
Antes del rescate, la situación económica había llegado a tal extremo que en el mes de julio se aplicó un “corralito” a los ahorros que los investigadores del CSIC guardaban para contingencias y que, a día de hoy, aún no han sido devueltos, dificultando enormemente el normal funcionamiento de los laboratorios por falta de fondos. También se llevaron a cabo una serie de medidas de ahorro que contemplaban el aplazamiento de pagos a proveedores y el cierre temporal de centros o su apertura sin las condiciones mínimas de habitabilidad. Durante los cortes en la climatización e iluminación que sufrieron varios institutos el pasado mes de agosto, llegaron a registrarse temperaturas de 35ºC en el interior de alguno de ellos, como el Centro de Investigaciones Biológicas en Madrid.
La punta del iceberg
La solución momentánea del derrumbe de la mayor institución de investigación tampoco arregla la situación conjunta del sector de la I+D . “La ciencia en este país es mucho más que el CSIC”, apunta David Aristegui, trabajador de la spin-off Biomol-Informatics. Y añade que “gran parte de los grupos de investigación están en universidades, otros Organismos Públicos de Investigación o en menor medida en departamentos de I+D de empresas o spin-offs, como es mi caso. A mí me deben seis nóminas y el juicio me lo han puesto para mayo del 2015 (sí, 2015). El rescate al CSIC es sólo un parche”.
Para muchos investigadores, los problemas económicos no son más que la punta de iceberg de las dificultades que atraviesa la ciencia en el Estado español. “La carrera investigadora ha de ser reformada profundamente”, explica A.M. “Las relaciones laborales dentro del sector de la I+D son un grave problema, donde los trabajadores van camino de ser una especie de jornaleros de la ciencia. La precariedad no es sólo temporal, sino también espacial: un trabajador de I+D no sabe por cuánto tiempo va a realizar su trabajo, y tampoco sabe dónde tendrá que desplazarse”.
“Ahora mismo estamos adoptando lo peor de dos modelos distintos”, indica Aristegui. “Del actual modelo –la ciencia pública– va a quedar ese resto feudal que es la relación maestro-aprendiz, la relación entre el investigador y sus becarias/os, sin mecanismos de defensa para las personas que empiezan su carrera científica. Además, cada investigador trata su laboratorio (porque puede) como su reino de taifas particular, haciendo y deshaciendo a su antojo”.
Por y para el mercado
El segundo modelo del que habla Aristegui viene definido por las palabras del diputado del PP Alejandro Fernández Álvarez en sesión parlamentaria: “La investigación tiene que dejar de ser contemplativa para ser competitiva, es decir, al servicio de nuestro sistema económico”. El nuevo modelo que prepara el Gobierno para la I+D deja el principal aporte de inversión en manos de las empresas.
“Todo lo que se hacía antes con dinero público”, apunta Aristegui, “ahora se va a hacer con dinero privado, La ciencia será esponsorizada o no será. Recientes eventos que así lo confirman son la firma de un convenio del CSIC con una conocida marca de aguas para estudiar los efectos de su consumo en el colesterol o la celebración del aniversario de una marca de lencería en el Jardín Botánico. No tengo nada especialmente en contra del agua mineral ni de la lencería, pero no encajan en los modelos de ciencia que yo creo adecuados para la investigación”.
D.B. también apunta a la mercantilización de la I+D como un escollo: “la ciencia, en lugar de como algo enriquecedor para la sociedad, se presenta como un producto que debe ser rentable y al no serlo en el corto plazo, pierde el interés. Es necesario que la sociedad valore el papel de la ciencia, al igual que valora el de la educación, la sanidad u otros servicios públicos”.
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