¿Por qué no buscamos tecnologías sostenibles y éticas igual que, por ejemplo, hacemos con los alimentos?
¿Por qué la gente no se autoorganiza sus proveedoras tecnológicas, comprando directamente el soporte tecnológico que necesitan, igual que hacen con las zanahorias? Empecé a darle vueltas al tema de la soberanía tecnológica (ST) a raíz de una entrevista en la que la hacker Margarita Padilla aseguraba que el problema es que no le damos valor. Compartía esta reflexión: “Los proyectos alternativos que desarrollamos necesitan una contribución, ahora mismo no tenemos recursos libres para toda la humanidad que está usando recursos telemáticos, y allí hemos perdido la soberanía”.
Todo lo que hacemos en el ciberespacio, con un móvil o una tarjeta, cada vez con más frecuencia, y de manera más ubicua y persuasiva, conforma nuestra identidad electrónica. Ese sinfín de datos compone un grafo social cuyo análisis lo revela casi todo acerca de nosotras y de las personas con quienes interactuamos. La ST pone en entredicho que estemos delegando la gestión de nuestras identidades a empresas multinacionales, multimillonarias y kafkianas.
Pero no se sabe cuánto más hace falta para empezar a valorar la importancia de contar con nuestros proveedores de tecnologías libres: ¿necesitamos de una hecatombe tecnológica como el cierre de Google y todos los servicios que provee? ¿O con saber que Microsoft, Yahoo, Google, Facebook, YouTube, AOL, Skype y Apple están compinchados con el Servicio Nacional de Seguridad americano para espiarnos –el programa PRISM– resultará suficiente para cambiar de hábitos? Necesitamos una multitud de iniciativas, empresas, cooperativas y colectivos informales que provean las tecnologías que nos hacen falta y cuyo diseño mismo nos dé garantías de que son libres, que no nos espían y que no están allí para fomentar nuestra individualización ni para limitar nuestra libertad. Tecnologías pensadas para nuestros derechos en materia de expresión, cooperación, privacidad y anonimato.
Máquinas libres y diversas
La ST plantea también la importancia de desarrollar y mantener la tecno-diversidad. Como bien subraya Padilla: “Facebook es pobreza, todas vemos las mismas columnas, colores, interfaz; si se defiende la biodiversidad, también tiene que haber biodiversidad tecnológica”. Después de la primavera árabe algunas voces plantearon que los servicios de Facebook y Twitter se considerasen “derechos humanos”, pero los centros comerciales no pueden transformarse en espacios públicos, ni instituciones de lo común, ya que su naturaleza, arquitectura e ideología no son democráticas.
La ST busca reforzar verdaderas alternativas a las tecnologías comerciales y/o militares. Son iniciativas orientadas hacia el decrecimiento y buscan la descentralización, sin intermediarios. No tienen ánimo de lucro pero buscan ser sostenibles. Se basan en el software y hardware libre porque lo usan y/o desarrollan pero sus características van mas allá de las licencias libres ya que su existencia en sí misma conlleva transformación social y política. Fomentan el empoderamiento de sus participantes a través de metodologías de desarrollo participativo, unen el hazlo tú misma con el hazlo juntas. Apuestan fuerte por el cooperativismo, el trueque, el intercambio P2P y otras formas de economía social. Se oponen activamente al fetichismo tecnológico, al control y a la transmisión de ideología dominante que el capitalismo financiero fomenta. Desmontan la obsolescencia programada y planifican alargar lo más posible la vida útil de cualquier tecnología.
Pienso en la red libre Guifi, en los mails de Riseup, en los servidores autónomos, en radios y teles comunitarias, en el software de Debian, en el hardware libre, en laboratorios de fabricación digital, en proyectos de redes sociales como Lorea/N-1 o Briar. Pienso en telefonía como The Guardian Project o la Phone Liberation Network, en ecomotores y otros proyectos orientados a la eficiencia energética. Iniciativas con afán de transformación que implican retos para su capacidad de ser sostenibles, perdurar en el tiempo, crecer y/o volverse resilientes a los cambios.
Aunque funcionar con estas tecnologías requiere una contribución, una involucración comunitaria muy diferente del uso que hacemos de las plataformas comerciales, podemos pensar que cuantas más personas y colectivos apostemos por estas iniciativas mejor podrán responder a las demandas. Un verdadero cambio de paradigma societario requiere de más iniciativas de ST, más coordinación, interés y apoyo entre ellas, los movimientos sociales y la ciudadanía.
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