Diagonal ha sido una compañera de viaje, de esas imprescindibles, siempre agradable e incisiva, que no deja de contemplar el paisaje para saber de las gentes que lo habitan. Este periódico ha proporcionado gafas multifocales, llenas de colorines, que nos han permitido entender mejor, situarnos mejor, sentirnos partícipes de las luchas en otras tierras, porque con esa mirada las hacemos también nuestras.

Su colectivo editor ha sido una puerta abierta a la acción, a la rebeldía insumisa. Y esto de la puerta no es una figura, no hay más que recordar el local de la calle Fe, en Madrid, con su trasiego y destartale, cobijo para todo tipo de encuentros, debates, eventos culturales y fiestas.

La Diagonal es esa línea que atraviesa de vértice a vértice, una transversalidad que reclamamos desde el feminismo y que hemos encontrado en las secciones del periódico: en los cuerpos, movimientos, libertades, culturas y también en los saberes y la plaza pública. Nos señala que no se puede entender ni vivir la vida de forma fragmentada, que no se puede explicar sin el feminismo porque también es diagonal. ¡Bravas las compañeras de Diagonal!

Es el momento para el agradecimiento, porque este recorrido, que ahora continúa, ha estado lleno de complicidades, risas y amistad. Y también por vuestra decisión, que nos anima a esta comunidad dispersa y diversa que nos reconocimos en la cabecera de Diagonal a dar el salto.

Ahora, con el colapso del neoliberalismo, cuando el heteropatriarcado afila sus colmillos, el cambio climático ya es un hecho y se levantan más y más muros de la vergüenza, ¡cómo no saltar todas a una! Gracias, diagonales, por abrir nuevos caminos y futuros.