Entre la espada de la Cope y la pared de Prisa
- Sergio Frutos
La acción del Gobierno ha trastocado
el panorama mediático y ha provocado
la irrupción de nuevos actores.
Compitiendo con Prisa en un
asunto estratégico, los derechos del
fútbol, Mediapro sale a la luz pública
aupado por Zapatero. El nuevo fenómeno
de la TDT y la proliferación de
canales nacionales, autonómicos y
locales, pone sobre la mesa a otros
actores del ámbito ultraderechista:
Libertad Digital e Intereconomía en
él recogen lo sembrado a nivel autonómico
y local allá donde gobierna
el PP. Lo que no cambia es que los
favores se pagan.
LOS REGALOS DEL GOBIERNO
La actuación pública de Zapatero
La legislatura comenzó con el consejo
de sabios, un grupo de expertos
que debía decidir sobre el futuro de
los medios públicos nacionales. El
compromiso presidencial de respeto
a sus decisiones, se vio roto por la urgencia
de no aumentar la deuda del
ente y por no perjudicar los intereses
privados. RTVE se reduce dejando la
plantilla a la mitad y se instala la precariedad
en los nuevos contratos. El
ente pasa a ser corporación y se
nombra presidente a Luis Fernández
(un hombre de Mediapro y ex de
Prisa) en un extraño consenso parlamentario
entre PP y PSOE. La nueva
plantilla se centrará en los informativos
que tienen a Lorenzo Milá como
responsable mientras se ceden los
centros territoriales para uso de la
productora de España directo: Mediapro,
quien también realiza 59 segundos
y Tengo una pregunta para
usted y consigue la gestión del Canal
24 Horas y del Canal Internacional.
La otra gran actuación del Gobierno
es la concesión de dos nuevas licencias
nacionales en abierto para La
Sexta (Mediapro) y Cuatro (Prisa).
El fin de la legislatura está marcado
por el apagón analógico y la implantación
de la TDT que se concreta en
concesiones a los tradicionales operadores
privados, la irrupción del
empresariado del ladrillo en el panorama
local y regional y la consolidación
de nuevas iniciativas ultraconservadoras
en televisión junto con
un gran grupo de “izquierdas” con la
cabecera de Público.
FAVORES Y AGRAVIOS
La influencia del Gobierno en el mercado
Las concesiones a Cuatro y a La
Sexta han situando a sus grupos en
un enfrentamiento en el terreno de
la “mal llamada guerra del fútbol”.
Las nuevas concesiones no estuvieron
exentas de polémica entre PP y
PSOE por amiguismo. Pero la gran
polémica se ha producido por la
ruptura del statu quo en torno a los
derechos del fútbol. Prisa acusa veladamente
al Gobierno de favorecer
a Mediapro, que en una maniobra
comercial de gran envergadura
se lleva los derechos que la operadora
de satélite tenía. Esa guerra
de grandes vuelos tiene al fútbol, y
las grandes audiencias como campo
de batalla, y la TDT y el satélite
como los frentes en liza.
Mediapro surge de un entramado
de empresas vinculadas a la publicidad,
los servicios técnicos y las productoras
privadas como un nuevo
gigante mediático. Se queda con el
control de La Sexta, sin ser accionista
mayoritario, y crea el diario
Público, aunque la deuda acumulada
sea desorbitada.
Los responsables de Mediapro y
los de RTVE están muy cerca de ZP.
El caso más conocido es el de Miguel
Barroso, socio de José Miguel Contreras,
consejero delegado de La
Sexta, quien durante su secretaría
de Estado de Comunicación en 2005
se encargaría de la Ley de Medidas
Urgentes para el Impulso de la
Televisión Digital Terrestre, a raíz
de la cual se justifica la adjudicación
de La Sexta.
GRIETAS EN EL IMPERIO PRISA
Años revueltos para el aliado del PSOE
Murió Polanco. El 21 de julio de
2007, fallecía el que fue el líder indiscutible
de Promotora de Informaciones
S.A. Fue el signo más visible de
los muchos cambios vividos en el imperio
a lo largo de estos cuatro años.
En su trato con el Gobierno, en la idílica
relación Prisa-PSOE (en la que
históricamente cuesta saber quién
manda sobre quién) comenzaron a
aparecer las primeras grietas. El escaso
apoyo a las aventuras de ZP (ya
fuera en la reforma de los estatutos o
en el proceso de paz) se vio respondida
con los nuevos amigos que
Moncloa encontró en Mediapro. Y
con estas posturas, Prisa tampoco
tuvo las simpatías del PP, que proclamó
un boicot al grupo después de
que en uno de sus últimos discursos
Polanco reclamara un partido de derechas
“moderno y laico”.
En el buque insignia, El País, el
conflicto entre información e intereses
económicos se vio en toda clase
de aspectos. Ya fueran literarios (como
mostró en 2004 la expulsión del
crítico Ignacio Echevarría tras la feroz
reseña de una novela de Bernardo
Atxaga editada por Alfaguara),
hasta la información internacional
(con la demonización de los gobiernos
de Venezuela o Bolivia, dadas
las inversiones en la zona). En un
progresivo giro a la derecha, los editoriales
del periódico llegaron a dar
defensas de la monarquía que superarían
a las de ABC o comparaciones
entre el Che Guevara y el terrorismo
yihadista, lo que hasta provocó
una revuelta en la redacción.
Algunos periodistas no aguantaron
más, como Ernesto Ekaizer, un hombre
de la casa que acabó por pasarse
a Público.
LA CONSPIRACIÓN DE PEDRO J.
‘El Mundo’, la COPE y los agujeros negros.
Pero si El País se escoró a la derecha,
cuesta pensar hasta dónde se
echaron medios como la COPE o El
Mundo. Dentro de la campaña de demolición
que emprendió la derecha
política a lo largo de la legislatura,
sus terminales mediáticas se encargaron
de difundir la mayor cantidad
de miedo y odio posible. El tema estrella
fue la teoría de la conspiración,
una singular versión sobre el 11-M
que según el día podía apuntar a
ETA, a la Guardia Civil, al servicio
secreto o a Marruecos. La negativa
de ABC y Vocento a sumarse a este
club dio lugar a una virulenta batalla
entre medios conservadores. Aún
así, la teoría reportó un aumento de
la audiencia e importantes ingresos.
La legislatura será además recordada
por el estrellato de Jiménez Losantos,
un locutor que, con un estilo
semejante al de la Radio Mil Colinas
(la que animó al genocidio tutsi en
Ruanda) se convirtió en el referente
de la derecha, lo que le convirtió, paradójicamente,
en el periodista más
beneficiado con el Gobierno de ZP.