Appalshop: el poder de la representación
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Cuando en los ‘60 se disparó en EE UU
la alarma sobre la pobreza, Robert
Kennedy hizo una gira electoral por el
estado de Kentucky, pero sería el presidente
Lyndon B. Johnson quien llegaría
a la región de los Apalaches
(Appalachia) para declarar la guerra a
la pobreza desde un porche. Una empresa
minera campaba a sus anchas en
la montaña, mucha gente vivía en la
miseria, y había un interés general por
la música folclórica y las artes.
La campaña contra la pobreza generó
iniciativas sociales, como repartos
de comida o fomento de trabajo. En ese
contexto, Bill Richardson, un arquitecto
de Nueva York, llegó a la localidad
de Whitesburg con equipos de rodaje y
de sonido. Se trataba de una iniciativa
vocacional creada para que los jóvenes
aprendieran el uso de las cámaras y pudieran
trabajar en televisiones, en radios,
y hasta en Hollywood. Era el año
1967, y el proyecto se llamaba Appalachian
Film Workshop.
La gente joven hablaba con sus vecinos,
su familia, y empezó a emitir vídeos
locales. Hasta entonces, la región
había sufrido una expropiación sistemática
de su imagen; las imágenes de
los Apalaches que circulaban por el
mundo eran pobres y estereotipadas,
como la serie Beverly Hillbillies, en la
que la gente aparecía descalza, con el
rifle y el aguardiente casero.
En los ‘70, el proyecto se convirtió en
un centro de medios comunitario llamado
Appalshop. Hoy reúne una productora
de cine y documentales, dos
institutos de medios, una radio libre,
una web, un archivo cinematográfico y
otro musical de gran valor, un estudio
de grabación musical y hasta una compañía
de teatro, Roadside Theater, que
en noviembre presentará su nuevo espectáculo,
Roadside Betsy.
Hasta la fecha, son ya casi 500 los
vídeos que Appalshop ha creado, como
Sludge (2006), que cuenta la explosión
de un contenedor de un pozo
de materia tóxica, el mayor desastre
ecológico de esta zona, que sucedió
en 2000, en plena sociedad de la información,
y del que pocas personas se
enteraron. La historia se repite y hoy
sigue habiendo políticos que hacen giras
electorales y declaran la guerra a
la crisis, empresas como la que explotan
los recursos naturales y humanos
con impunidad, gente que vive en condiciones
precarias, y se mantiene el
interés por el bluegrass.