Mumia: adiós a la pena de muerte después de tres décadas
“No descansaremos hasta que Abu-
Jamal arda en el infierno”. Así de
contundente se pronunciaba un representante
de la Orden Fraternal
de la Policía de Filadelfia en 1999,
tras varios intentos de ejecutar la
condena a muerte que pesaba sobre
el periodista afroamericano Mumia
Abu-Jamal, preso desde 1981. Pero
el pasado 7 de diciembre, la Fiscalía
de Philadelphia anunciaba su decisión
de no seguir pidiendo la pena
capital para Abu-Jamal, tras años de
apelaciones e intensas campañas internacionales
por su liberación.
Seth Williams, el fiscal encargado
del caso, dijo que continuar pidiendo
la pena capital para Mumia
supondría todavía más años de apelaciones
que la viuda del agente
Faulkner, de cuyo asesinato se acusa a Abu Jamal, no está dispuesta a soportar,
aunque ésta no se ahorró los calificativos
de “cobardes y deshonestos”
a los jueces por no haber ejecutado
a Mumia antes.
El activista
afroamericano lleva 30 años esperando
ser ejecutado en el corredor
de la muerte, acusado de asesinar al
agente de policía Daniel Faulkner el
9 de diciembre de 1981, a pesar de
declararse inocente y de haber sido
condenado en un proceso lleno de
irregularidades, denunciado por
ONG como Amnistía Internacional,
que no han dejado de pedir un nuevo
juicio con todas las garantías.
El arzobispo sudafricano y reconocido
activista por los derechos humanos,
Desmond Tutu, celebró la
decisión del fiscal junto con numerosos
activistas en un acto el 9 de diciembre,
pero pidió que se llegue
hasta el fondo de la cuestión tras conocerse
nuevas pruebas que ponen
en duda una vez más la participación
de Mumia en el accidente que
terminó con la vida del agente Faulkner.
Tutu ha sido uno de los más
activos defensores de la inocencia
de Mumia, junto con otros intelectuales
como Noam Chomsky, Günter Grass,
bandas como Rage Against
The Machine o el rapero Inmortal
Technique, entre otros. Pero han sido miles
de personas las que han llevado
la voz de Mumia alrededor del
mundo, con comités de apoyo en varios
países y con intensas campañas
por su liberación.
Irregularidades en el proceso
Las numerosas pruebas que la defensa
ha aportado han cuestionado
la responsabilidad de Mumia en el
suceso que terminó con la vida del
agente Faulkner. Según el relato de
los observadores de Amnistía Internacional,
varios testigos fueron
manipulados por la policía para obtener
declaraciones que señalaran a
Mumia como autor de los disparos.
Dos prostitutas se retractaron de su
testimonio y declararon haber sido
chantajeadas por los agentes.
En junio
de 1999, Arnold Beverly, asesino
a sueldo, confesó que él fue quien
realizó los disparos por encargo de
la Policía por supuestos conflictos
entre algunos agentes y Faulkner,
pero finalmente se desestimó esta
nueva prueba por la complejidad de
demostrar las acusaciones.
La relación entre los miembros
del Tribunal y las fuerzas policiales
ha puesto en duda la imparcialidad
de éste y otros juicios. El presidente
de la Corte, el juez John P. Flaherty,
recibió el Premio de la Justicia concedido
por la Asociación de Sheriffs
de Pensilvania, y el juez Ralph J.
Cappy –quien redactó la resolución
en la que se rechazó la solicitud de
un nuevo juicio para Abu-Jamal– recibió
el premio al “Hombre del Año”
concedido por la Orden Fraternal de
la Policía del Estado de Pensilvania .
Asimismo, el juez que condenó a
Abu-Jamal, Albert Sabo, ostentaba
entonces el récord de condenas a la
pena capital en todo EE UU.
Philadelphia años ‘70
Abu-Jamal había sido sometido
años antes del suceso a una estrecha
vigilancia por parte del FBI a través
de su programa de contraespionaje
conocido como Cointelpro, destinado
a espiar y desbaratar los movimientos
sociales norteamericanos.
Presidió la Asociación de Periodistas
Negros de Philadelphia y había
sido miembro de los Panteras Negras.
Compaginaba su activismo y
su actividad periodística con el trabajo
de taxista.
Los movimientos sociales que se
desarrollaron durante los ‘70 en EE
UU llevaban de cabeza a la policía y
a los servicios secretos, empeñados
en acallar las críticas a su política en
asuntos como la guerra de Vietnam,
así como las campañas contra la
brutalidad policial y al racismo institucional.
Philadelphia fue uno de los
lugares donde el choque entre activistas
y miembros de las fuerzas de
seguridad fue más allá, con dramáticos
sucesos y excesos protagonizados
por la policía.
En 1973, un
juez del tribunal federal de primera
instancia declaró que en Philadelphia
los casos de abusos policiales
eran tan frecuentes que no podían
“considerarse como casos excepcionales
y aislados” y que las autoridades
de la ciudad “hacían muy poco
o nada” para castigar o impedir
estos abusos. Entonces gobernaba
la ciudad el alcalde Frank Rizzo, que
se enfrentó a una demanda en 1979
por consentir la brutalidad policial.
La demanda enumeraba una lista de
290 personas, la mayoría pertenecientes
a las minorías étnicas, que
entre 1975 y 1979 habían sido víctimas
de disparos hechos por la policía
de la ciudad.
Una muestra de ello es la guerra
que se libró contra MOVE, una comuna
afroamericana libertaria
que se manifestaba constantemente
contra la brutalidad policial y las políticas
que mantenían a la comunidad
negra marginada y silenciada.
La Policía asaltó en dos ocasiones
su sede: la primera vez en 1978,
cuando varios de sus miembros
fueron detenidos y condenados a
penas de entre 35 y 100 años de prisión.
El segundo asalto tuvo lugar
en 1985, y causó la muerte de 11
personas, cinco niños entre ellas,
tras el lanzamiento de una bomba
por parte de la policía desde un helicóptero
al edificio
donde se habían refugiado los activistas
desarmados.
La voz de Mumia desde la cárcel
Los barrotes del
corredor de la muerte
no lograron silenciar
la voz de Mumia
Abu-Jamal. Sus mensajes
en defensa de
los derechos humanos,
contra las guerras
y el sistema
penitenciario y la
justicia de Estados
Unidos llegaban a
todo el planeta a través
de su programa
radiofónico Live from
deathrow (en vivo
desde el corredor de
la muerte).
Abu-
Jamal se ha convertido
en un símbolo
contra la pena de
muerte. En el pasado
aniversario del
fallecimiento del
agente Faulkner, dos
días después de
conocerse la nueva
suerte de Mumia, el
presidente de la
Orden Fraternal de la
Policía John
McNesby, lanzó un
comunicado: «Esperamos
que Mumia se
desvanezca en el
olvido y que la próxima
vez que escuchemos
de él sea en su
obituario».
Pero sus
defensores han prometido
luchar hasta
que se demuestre
que es inocente y
sea excarcelado.
Mumia ha prometido
seguir hablando,
ahora sí, sin la soga
colgada al cuello.