La Barceloneta rechaza convertirse en un circuito para turistas
- MOVILIZACIÓN DE BASE. En su protesta, las vecinas y vecinos se han visto obligados
a enfrentarse al tripartito catalán y a la asociación vecinal “oficial” del barrio / Pere Albiach
El ‘plan de los ascensores’ o ‘Modificación
del Plan General Metropolitano
en la regulación de la
edificación tradicional de La Barceloneta
para mejorar su accesibilidad
vertical’ se justifica con
los problemas de movilidad de
las personas mayores de este barrio
histórico. A diferencia de los
grandes edificios del Eixample,
el piso tradicional de La
Barceloneta tiene una media de
30 m2, y los edificios una estrechez
que no permite la instalación
de ascensores. El proyecto
municipal propone fusionar entre
dos y seis fincas en una y una vez
que los propietarios de dichas fincas
se hayan puesto de acuerdo
para la fusión, eliminar una de
ellas (o una hilera de pisos) para
crear el hueco del ascensor. Esto
implica la reforma del resto de fincas
incluidas en la fusión para poder
hacer uso del ascensor y tener
una entrada única. En definitiva,
supone la eliminación de viviendas
para instalar ascensores.
El tripartito municipal (formado
por PSC, ERC e ICV hasta las últimas
elecciones municipales de
2007, en que ERC lo abandona) no
ha querido esta vez invertir económicamente
en esta reforma integral,
ni arriesgarse a ser su mano
ejecutora, así que su aplicación
queda en manos de los propietarios.
Son ellos los que han de decidir
por mayoría simple si se acogen
al ‘plan’ o no, y correr con los
gastos de reforma, instalación del
ascensor y realojo de los vecinos
afectados (sean propietarios o inquilinos).
La mayoría simple consiste
en el 50%+1 de los propietarios
de los terrenos de las fincas
que se fusionen, dejando así al 50%
de la población que vive en régimen
de alquiler sin capacidad de
decisión, y al pequeño propietario
en una situación de debilidad.
Las protestas contra el proyecto
comenzaron hace dos años, cuando
la asociación vecinal (AV) oficial de
La Barceloneta (directamente ligada
al PSC por medio de la consejera
de barrio) abandonó todo tipo de
trabajo vecinal y focalizó sus esfuerzos
en representar los intereses del
Puerto de Barcelona, una fuerza
fáctica dentro de un barrio tradicionalmente
marinero y portuario.
Las mujeres de la AV l’Òstia inician
la movilización cuando conocen
que el consistorio está elaborando
un proyecto de intervención
integral para la zona. Empiezan a
convocar megáfono en mano asambleas
de barrio que se celebran en
la iglesia y a las que asiste una media
de 400 personas. En una de ellas
se forma la Plataforma d’Afectats
en Defensa de La Barceloneta, integrada
por personas que no llevan
generaciones viviendo en el barrio
y por la okupación de Miles de Viviendas.
Desde el principio, ambos
grupos han exigido un proceso de
participación real realizado con los
vecinos, que nadie tenga que marcharse
del barrio contra su voluntad
y que se respete el patrimonio
histórico de La Barceloneta.
Desde que se conoce la existencia
del ‘plan’ se han realizado dos grandes
manifestaciones y la semana en
que se aprobó, en febrero de 2007,
hubo marchas y caceroladas nocturnas
todos los días. En este pulso entre
vecinos y Ayuntamiento, el Puerto
ha comenzado las obras del Hotel
Vela –un proyecto del arquitecto Ricardo
Bofill para levantar 7.000 m2
de espacio recreativo y oficinas que
será ejecutado por Comsa, FCC,
Sacresa y OHL–. Al mismo tiempo,
según Carolina, miembro de la plataforma,
personas vinculadas al
puerto y a la AV oficial realizan una
importante tarea de desinformación.
A esto se unen las diferentes obras
que están en marcha en los márgenes
del barrio, como la destrucción
del muelle de los pescadores y la creación
de una nueva bocana para yates
de lujo; y las presiones contra los
trabajadores portuarios del barrio,
que temen perder su puesto de trabajo
si participan en las protestas.
“Hay gente a la que amenazaban en
el trabajo, pero no se atreve a denunciarlo
por miedo a represalias. El
puerto tiene una política caciquil
dentro del barrio”, indica Carolina.
En marzo del año pasado, después
de que el alcalde de Barcelona
declarase que “el futuro de La
Barceloneta se construirá con las
mayorías”, la AV l’Òstia y la plataforma
realizaron una campaña
por el voto nulo para las elecciones
municipales. El PSC perdió
1.500 votos de los 2.700 que había
recibido en 2003 en el barrio, y
también lo hicieron los otros dos
partidos del tripartito municipal.
Tras la campaña, la protesta se
centró en la apertura de una oficina
para atender los casos de acoso inmobiliario
que van apareciendo en
el barrio, y en abrir un proceso de
participación “desde abajo” que
arrancó el último fin de semana de
marzo con un encuentro en el que
participaron 600 vecinos. Éstos explican
que “los que vivimos el barrio
día a día somos los que mejor
conocemos sus problemas, el Ayuntamiento
debería escucharnos y encargarse
simplemente de traducir a
lenguaje técnico nuestras propuestas.
Pero continúan ninguneándonos”.
De momento, el consistorio
afirma que el ‘plan’ está parado, pero
los vecinos desconfían.
El barrio también es ciudad
_ Buena parte de Barcelona
vive en estos
momentos procesos
de reestructuración
urbana que, salvo
raras excepciones, se
han gestado al margen
de la ciudadanía.
Para contrarrestar
esta falta de democracia,
en al menos
nueve zonas se han
creado plataformas
vecinales que exigen
que la opinión del
barrio se tenga en
cuenta. El casco antiguo
es escenario de
fuertes luchas. De
2000 a 2006 vecinas
y vecinos del barrio
de La Ribera gestionaron
un parque en el
Forat de la Vergonya
(Hoyo de la Vergüenza)
para impedir que
se levantasen viviendas.
Muy cerca, el
vecindario del Raval
se opone a la urbanización
del solar de las
antiguas piscinas de
Folch i Torres. En Bon
Pastor, Trinitat Vella y
La Mina varias coordinadoras
combaten
los planes de remodelación
de las zonas
de casas «baratas».