Contra el triunfo del miedo
Cuesta creer que las reiteradas
afirmaciones de
Sarkozy, presentándose
tras su victoria como “el
presidente de todos los franceses”,
puedan encontrar algún día un eco
positivo entre las poblaciones periféricas
y marginadas de la banlieue
francesa. Las sucesivas descalificaciones
y la asimilación sin distintivos
del conjunto de la juventud
arrabalera a una especie de escoria
humana violenta (la chusma), así
como la puesta en órbita mediática
durante la campaña electoral, de
un imaginario de sospecha generalizada,
plagado de todo tipo de
aprovechadores del sistema, dejan
al país dividido y con antagonismos
radicalizados.
La demonización y amalgama de
inmigrantes, clandestinos y parados
con la figura fantasmada de
aprovechadores de las ayudas sociales
que paga la gente trabajadora
ha agravado considerablemente las
fallas y fracturas sociales que recorren
la sociedad francesa. Esta táctica
de Sarkozy, basada en el desarrollo
del miedo hacia el otro, hacia
lo diferente y la propuesta de chivos
expiatorios ha funcionando mucho
más allá de sus esperanzas permitiéndole
superar ese hándicap
que conocía la derecha “republicana”,
desde la emergencia de un
Frente Nacional fuerte al principio
de los años ‘80. La ‘derrota’ del FN
en la primera ronda (con más de un
millón de votos aspirados por
Sarkozy) y el ulterior apoyo de los
electores lepenistas (pese a la consigna
de abstención lanzada por Le
Pen) dan en efecto la clave principal
de esta elección: la integración del
voto frentista al voto Sarkozy, así
como la adopción y la canalización
de una parte notable de sus ideales
racistas y retrógrados.
Si bien el FN ha sido derrotado
en las urnas, no lo ha sido tanto en
las cabezas. Es interesante desde
este punto de vista estudiar la sociología
y la geografía del voto sarkozyano.
Las zonas que más han votado
a Sarkozy son precisamente las
zonas rurales del este y del norte de
Francia, o sea, las que viven más
alejadas de las cuestiones de delincuencia
o de inmigración, lo cual
ilustra perfectamente hasta qué
punto el discurso del miedo ha alimentado
y sostenido -sobre la base
de la ignorancia y el desconocimiento
de estos problemas- la ola conservadora
impulsada ya por Chirac
en 2002 en torno a la seguridad.
No hay que engañarse tampoco
con la alta tasa de participación (del
85%): no es sinónimo, ni mucho menos,
de una renovada conciencia política
o democrática de los franceses,
sino todo lo contrario. Los electores
de derecha, liberados de los
complejos extremos con los que
hasta ahora vivían, celebraron su
reencuentro inquietante con el lado
más oscuro de su humanidad, volcándose
sin freno en las urnas.
Enfrente, las fuerzas de izquierda
se movilizaron en masa para oponerse -sin mayor ambición ideológica-
al triunfo de esa otra Francia.
Recibimiento enérgico
En este voto, tampoco se valoró mucho
la dimensión ideológica de Segolène
Royal. Decir entonces que
este último escrutinio reconcilia a
los franceses con la democracia no
parece muy adecuado: al contrario,
demuestra que la contienda entre
los dos bandos se ha radicalizado. Y
por mucho que los disturbios que
estallaron la misma noche de la proclamación
de la victoria (¡un caso
único en la historia de la V República!)
se hayan extinguido al ritmo
de la durísima represión que recayó
en los detenidos, no cabe duda de
que el polvorín que recorre de modo
subterráneo las banlieues francesas
sigue teniendo la misma fuerza.
¿Cómo podría ser de otro modo
frente al discurso de exclusión y de
estigmatización que han ratificado
la mayoría de electores?
De ahí que también la mayoría
de las asociaciones que luchan a
diario sin medios en las banlieues
para convencer a los habitantes de
que hay una manera no violenta de
construirse un lugar y un espacio en
la República se desesperen ante el
resultado de estas elecciones y se
muestren pesimistas de cara al futuro.
Organizaciones como AC le feu
en Clichy-sous-Bois, Devoirs de mémoire,
Votez Banlieues, Citoyenneté
et démocratie o Banlieues respect -hay una larga lista de estos
colectivos de jóvenes, muchos surgen
tras las revueltas de 2005- recuerdan
en efecto que las palabras
utilizadas por Sarkozy, como “kärcher”
y “racaille” (chusma), fueron
el motivo principal que desencadenó
la militancia de los habitantes de
la banlieue en el seno de estas asociaciones,
así como el recuerdo de
Le Pen en la segunda vuelta de la
presidencial en 2002. Éstos han sido
también los parámetros que más
han pesado en la incitación que han
llevado a cabo estas asociaciones
para que votaran los jóvenes de las
afueras en estas elecciones.