Los recortes de Mas apagan la esperanza de la reinserción
“Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y la reinserción social”, Constitución española, artículo 25.2. “La finalidad fundamental de las penas privativas de libertad es la prevención especial, entendida como reeducación y reinserción social de los condenados”, Ley Orgánica General Penitenciaria (LOGP), preámbulo 1979.
Olviden lo que han leído en el párrafo anterior: la tijera gubernamental esquiva la legislación y traspasa las rejas de las prisiones hasta llegar a condenar los programas de reinserción para internos. La Conselleria de Justicia de la Generalitat ha borrado de un plumazo una de las tareas que tendría que cumplir la prisión, rompiendo así la columna vertebral del sistema penitenciario y su supuesta finalidad rehabilitadora.
El recorte del cien por cien de las subvenciones destinadas a los servicios que prestan diferentes entidades para la reinserción de los presos en Catalunya, convertirá las prisiones en “las fábricas más eficientes de criminalidad” según Àngels Guiteres, presidenta de la Mesa del Tercer Sector, que también sentencia. “No es que se recorte, es que se elimina”.
Rutina, colores apagados, sabores insípidos, olores acotados y soledad. Son algunos de los efectos de la vida dentro de la prisión que mitigaban los programas que se llevaban a cabo por educadores y profesionales externos.
Hacer vivible el encierro
Las personas presas utilizan los programas de actividades como un rayo de luz en la sombría realidad de intramuros. Carlos, preso durante cinco años en La Model de Barcelona, explica desde el escaparate de su tienda de electrodomésticos en el Raval, cómo gracias a uno de los programas que ahora se verán cambiados por los recortes, pudo soportar la vida dentro de la prisión. “En una realidad en que duermes en una celda de 15 metros cuadrados con seis personas y sientes que los días no pasan, sino que se repiten, los talleres del Punt Òmnia supusieron para mí una manera de poder soportar aquello”. Dichos programas eran impartidos por profesionales del ámbito de la informática externos a las prisiones y ahora los impartirá personal contratado por Justicia. “Pasábamos el rato con personas de fuera de la prisión, no institucionalizadas, eran una bocanada de aire fresco”, explica Carlos.
Según fuentes de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias (SGIP), desde 1999 hasta 2008, las personas presas dependientes de este organismo aumentaron un 66%, mientras que el personal que trabaja en las instituciones penitenciarias sólo aumentó un 23%. Los porcentajes hacen flotar la falta de medios humanos para atender las necesidades detrás de las rejas. Los recortes tensan todavía más la cuerda; así, la asistencia de los equipos de tratamiento a las personas presas ha sufrido un recorte del 15%.
Internos del Centro Penitenciario de Jóvens, afirman que los recortes les están afectando con los productos de consumo básicos a los cuales tenían acceso dentro de la prisión. Antes les daban gratuitamente artículos de limpieza personal, como papel higiénico, una cantidad razonable para poder llegar al siguiente reparto. Ahora la cantidad se ha visto reducida y a menudo lo tienen que comprar en el economato de la prisión.
En Brians II los internos denuncian que el centro penitenciario no tiene dinero para comprar diarios y también han notado una reducción cualitativa y cuantitativa de la comida. Educadores de Brians I aseguran que se ha eliminado el taller de radio y desde La Model denuncian que prácticamente se ha anulado el presupuesto dirigido a realizar actividades educativas. En las escuelas penitenciarias los recortes han sido no en recursos humanos, pero sí materiales; hay escuelas que ya no tienen bolígrafos.
Extramuros empieza lo peor
Pero las dificultades no acaban al cruzar la última reja cuando se sale de la prisión. Una vez fuera, las posibilidades de reincidir en algún delito son altas, puesto que vuelven a un entorno económico y social, marginal. En el vacío que existe del paso de la vida en privación de libertad a la integración en la sociedad, es donde trabajaban numerosas entidades para intentar hacer de “puente” y conseguir un índice de reinserción sociolaboral más alto, gracias a programas específicos, los cuales se han visto eliminados por los recortes.
Según Patricia Bosch, trabajadora de la Fundación Salud y Comunidad y Coordinadora de Ámbito Penitenciario de Entidades Catalanas de Acción Social (ECAS), la eliminación de todas las subvenciones representa “la destrucción absoluta de todo lo que hemos estado construyendo durante muchos años”. Recalca que se está haciendo desaparecer toda la
red de respaldo a la persona que sale en régimen abierto. El trabajo de las entidades hacía reducir un 12% la posibilidad de reincidencia por parte de los internos.
Uno de los programas que se verán afectados es el Centro de Día, servicio que funciona desde 1989, donde se trabajan diferentes aspectos para la reinserción sociolaboral de personas en riesgo de exclusión social. Sólo en la Fundación Salud y Comunidad, más de 450 personas se beneficiaban de los programas en toda Catalunya. La carencia de programas de reinserción y rehabilitación de ahora en adelante tendrá, según Bosch, consecuencias tanto humanas como económicas. “Es previsible que si los programas desaparecen habrá muchas más posibilidades de que vuelvan a delinquir”. Aparte, afirma que “nos pasará factura también económica, porque lo que se ahorra es un 0,3% del presupuesto total de Justicia y el coste de una plaza en prisión es mucho más caro que el coste de una plaza fuera”.
El tiro de gracia a la pretendida reinserción en la sociedad de los internos queda ejecutado. Desde los despachos de Justicia se vuelven a poner piedras y clavos en el camino de los internos hacia su resocialización. Las desigualdades que los empujaron a delinquir han aumentado, por lo que el retorno a la misma sociedad será ahora, si cabe, mucho más cruda.