La prisión de Stanford, las torturas y la policía
- STANFORD. En esta Universidad se realizó una investigación, donde los participantes reproducían los roles de carceleros y presos durante dos semanas.
Las detenciones de supuestos
integrantes de ETA van
acompañadas de una continua
denuncia y movilización
ante el proceso de incomunicación
de 5 días al que han sido sometidos.
Pero, ¿por qué esa incomunicación?
¿Los procedimientos judiciales dejan
margen para la existencia de malos
tratos? Para un psicólogo, nada de lo
humano le puede ser ajeno y la explicación
del comportamiento humano
en situaciones límite ha de ser una de
nuestras funciones.
Así, casi cualquier estudiante de
1º de Psicología escuchará la investigación
de la Universidad de Stanford
y que, posteriormente, dio lugar a la
película El experimento. En esta investigación,
los participantes en el
estudio eran divididos aleatoriamente
en dos grupos. Unos actuarían como
carceleros y otros como reclusos
durante dos semanas. El objetivo era
comprender cómo afectaban los roles
asumidos por las personas, en
qué medida se “despersonalizaba” el
individuo y cómo usaban los participantes
el poder en esas circunstancias.
El resultado del experimento
fue tan traumático como inquietante.
El estudio tuvo que suspenderse antes
de llegar a su fin, por la extrema
violencia generada desde los carceleros
hacia los reclusos, y por las revueltas
de estos últimos.
Pero, ¿cómo una persona normal,
buena, ética, podía comportarse de
esa manera? La explicación es que
situaciones de ausencia de control
hacia las personas que asumen situaciones
de poder y de potencial uso
de la violencia, unido a una despersonalización
dentro de un rol –carcelero,
en este caso– y a cierta desresponsabilización
de sus acciones,
puede llevar a actitudes y conductas
por parte de esas personas que van
más allá de lo que éticamente podrían
ejercer.
Denuncias internacionales
Varios organismos internacionales
se han hecho eco de las denuncias
de las últimas décadas de Amnistía
Internacional, que muestran su preocupación
ante las denuncias de tortura
expresadas por detenidos que
han sufrido 5 días de incomunicación.
La respuesta de los gobiernos
españoles, populares y socialistas,
ha sido unánime: las denuncias son
falsas, el procedimiento es el adecuado
y tienen total confianza en las
fuerzas de seguridad del Estado. De
hecho, no existe forma de saber si
existen o no torturas.
La sentencia en el caso de Otamendi,
ex director de Egunkaria, declara
que, aunque no puede demostrar
que hayan existido esas torturas,
parece factible que ocurriera. En
cualquier caso, lo importante es si
los procedimientos judiciales y policiales
amparan, con su estructura y
funcionamiento, la existencia de malos
tratos y tortura. La experiencia
llevada a cabo en Catalunya, donde
el conseller Saura instaló cámaras
dentro de las comisarías y salas de
interrogatorios; reveló que prácticas
se realizaban, en ocasiones, a detenidos
por los Mossos (agresiones, humillaciones...).
Si los indicios catalanes
en casos de detenciones de una
sola noche dejaban una enseñanza,
es que existía riesgo de potenciales
agresiones, y que la actuación política
podía limitar ese riesgo. Por su
parte, una total incomunicación durante
5 días y un apoyo más férreo
desde el Gobierno a las prácticas policiales,
podían generar situaciones
más graves en relación a los derechos
humanos.
Sin embargo, más allá de indicios,
el experimento de Stanford nos plantea
algunas hipótesis, aplicables en
este caso. La situaciones de división
en roles generan despersonalización
y la asunción del rol antes que el criterio
personal. Al maximizar esa división,
al no considerar al detenido
como persona sino un miembro de
algo odioso, despersonalizándolo;
así como se despersonaliza también
dentro de su uniforme al policía que
en actuaciones policiales no muestra
su cara, se incrementa el riesgo de
que las personas, en este caso los policías,
lleven a cabo acciones que no
realizarían habitualmente. Pero el
detonante de las situaciones de violencia
–y potencial tortura– es la concesión
incondicional del monopolio
del uso del poder –y la violencia–
otorgada por los superiores, junto a
una situación contextual que lo permita
(la prisión del experimento
–fuera del mundo real–, un proceso
de incomunicación). Por supuesto,
además, hay intereses instrumentales
de obtener información de los detenidos.
En estas situaciones, la psicología
social diría que hay “alto riesgo”
de que se generen situaciones de
violencia, fruto de la despersonalización
de detenido y policía, del entorno
físico favorable y de un apoyo de
la autoridad (políticos) que permita
al sujeto que lleva a cabo las acciones
el des-responsabilizarse de los
actos que comete.