Orden y agentes sociales
Desde octubre de 2007, inicio oficial de la crisis, la coyuntura social y laboral ha variado sustancialmente a peor. Pero el contexto social y político se ha ‘transformado’ como por arte de magia. La ‘magia’ es la construcción de una lectura de la crisis muy alejada de las primeras salidas que se plantearon: refundación del capitalismo, capitalismo regulado, etc.
El Gobierno del PSOE, con su modelo estratégico del ‘cambio productivo’ –condensado en la Ley de Economía Sostenible sacada de la chistera–, como boxeador noqueado, va de las cuerdas de la CEOE a las cuerdas de los sindicatos, hasta que en la próxima cita electoral caiga por los puntos. El PP, cimentado su discurso en bases conservadoras y nacional-católicas, congrega cada vez más, desde un determinado modelo neoliberal agresivo, desregulador, privatizador y autoritario, a miles y miles de voluntades de asalariados y ciudadanos. Las víctimas claras, las clases asalariadas y los ciudadanos encuadrados en ese eufemismo llamado ‘clases medias’, esperan que la tormenta amaine cuanto antes y procuran que las ‘prestaciones de caridad’ –desempleo, ayudas fiscales a la vivienda, etc.– les lleguen.
Interesa que nos detengamos en dos elementos que determinan las “respuestas existentes”. Las políticas implementadas por el Gobierno del PSOE desde el inicio de la crisis, tanto las respuestas en concordancia con el G-20 y la UE, los “estímulos fiscales”, como las respuestas ‘locales’ –Plan E, medidas para pymes y autónomos, medidas en empleo y desempleo, etc.–, se han realizado con los ‘agentes sociales’ (CEOE y sindicatos). Esto lastra las respuestas sociales y muestra las propias carencias de la izquierda transformadora, alternativa o como narices se autodenomine, a la hora de elaborar políticas capaces de incidir en la sociedad.
Un primer elemento a considerar, fundamental, es por qué nadie es capaz de mostrar socialmente que más allá de la crisis financiera-productiva, el empresariado, el capital, en este país, está llevando a término una auténtica ‘revolución’. No sólo está asentando un modelo autoritario y de chantaje –visible en el sistema de ‘dictadura contractual’ en los empleos– y de inversión de la realidad en lo social –apropiación de lo público en todo lo que significa derechos sociales–. Además, asistimos a un consentimiento por parte del salariado y de la ciudadanía, que parece que ya tiene asumido que la salida de esta crisis es más de lo mismo: más crecimiento, más consumo, más intercambios comerciales...
El consentimiento sólo puede asentarse socialmente si se han transmutado las ideologías. Millones de personas en su pensamiento y sus comportamientos siguen la lógica del modelo capitalista: “Mis acciones sólo tienen un fin y, por lo tanto, un deseo, optimizar mis beneficios, al menor coste, con independencia de las consecuencias de mi acción”. Y buscan las soluciones instituidas por esta lógica desde la técnica, no desde el conflicto. Éste es un hecho social y sindical.
El segundo factor a analizar es la capacidad demostrada por el PSOE y los sindicatos de conjurar la realidad, decir a la población que la “situación muestra puntos de inflexión”, que hay que “proteger a quien no tiene nada o está peor” y sentar las bases para que la rueda vuelva a girar a las revoluciones ‘normales’. Resulta difícilmente explicable que con los mismos indicadores socioeconómicos de hace un año, se pueda embridar a las poblaciones y éstas consientan, asentando sus posaderas sobre la ‘fatalidad’. La lectura de esta ‘crisis’ se ha descafeinado y desideologizado en un sentido alternativo y transformador. La gran recesión económica sólo parece tener una solución: la mayor polarización de la sociedad. Los ricos tienen que ser más ricos y la inmensa mayoría a transferir rentas a ese modelo.