Más precariedad con menos derechos
Hace unos días, el CIS publicó
el avance de los resultados
del barómetro
de enero. Un 21,2% de
los encuestados sigue confiando en
que la economía mejorará en el próximo
año. En parte no se equivocan,
la economía del 1% seguro que mejorará.
El resto, según el presidente
de la patronal andaluza, Santiago
Herrero, tendremos que seguir dejando
de lado el bienestar, para garantizar
la actividad económica y
la creación de empleo. Es curioso,
desde la posguerra de la II Guerra
Mundial, la utopía industrial ligaba
el discurso del trabajo con el
desarrollo del bienestar.
En nuestro caso sucede al contrario.
Aquello de trabajar para la
sociedad ya no es necesario, ahora,
en cambio es el mercado quien
‘se tira el rollo’ y te ofrece el privilegio
de trabajar. Desde esa óptica
política va enfocada la reforma laboral.
Ésta pasa por extender la
precariedad y la falta de derechos
laborales a todavía más capas de
la población con la intención, dicen,
de generar empleo. Combatir
la dualidad laboral acercando por
abajo las condiciones entre fijos y
temporales. Ya no serán estos últimos
“los que paguen los platos
rotos”, ahora lo son todos y todas.
“Todo por el empleo”, significa
bonificaciones al empresario de
hasta 3.600 euros por contratar jóvenes
menores de 30 y hasta 4.500
euros por hacerlo con parados de
larga duración de más de 45 años.
“Flexibilidad interna” en la empresa
quiere decir que si eres por ejemplo
una cajera, cobras como cajera,
pero te pueden poner a hacer cualquier
cosa que necesite la empresa.
Implica también que te pueden
cambiar los horarios, la duración
de la jornada y el salario, con el
objetivo de evitar el despido y adaptarse
a la realidad de la empresa.
El convenio colectivo es ya oficialmente
papel mojado y la empresa se
puede descolgar del mismo por necesidades
internas si requiere más
margen de maniobra. Todo por evitar
el despido, pero si se tiene que
dar, que sea más fácil y barato para
el empresario: 33 días por año trabajado
con un máximo de 24 mensualidades.
Eso con suerte, porque
el abanico de lo que se entiende como
despido objetivo y procedente
con 20 días por año, se amplía aún
más, sólo con tener nueve meses
con menos ventas, la empresa podrá
acogerse a esta modalidad.
Es una “reforma laboral histórica”
dice Soraya y está en lo cierto.
Se borra cualquier rastro del derechoy lo cambiamos por el neoesclavismo
que nos hace libres sin garantía
alguna ni certeza de (man)tener
ingresos. En EEUU existen unos 42
millones de freelances –agentes libres–,
a los que se desvincula los derechos
del empleo, acabando con
“la rigidez” entre trabajo y empresa:
por ahí van los tiros.
Pero tampoco tendremos bienestar,
sólo “estar y dad gracias”. De
eso sabe mucho nuestro ministro de
Educación, Ignacio Wert, que afirma
entre otras joyas, que “la educación
pública ha dejado de contribuir
a la sociedad”. Las mujeres, que sufrirán
doblemente todo lo anterior,
deben también tirar por tierra lo
conseguido hasta ahora sobre el
control autónomo de su cuerpo.
Podríamos no acabar y hablar de
sanidad con Cospedal a la cabeza,
de memoria histórica, corrupción y
un largo etcétera.
Esperemos que en la próxima
encuesta del CIS disminuya la
confianza en el Gobierno, y que
los de abajo pensemos en cómo
afrontar esta vorágine para poder
romper el candado mental de la
austeridad. Para desbordar a un
Gobierno con mayoría absoluta.
Rompamos también nuestro propio
imaginario y escapemos de la
ideología del trabajo por el trabajo
y pongamos de una vez por todas
encima de la mesa la cuestión política
del reparto de la riqueza.
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