Más allá del paro, la justicia social
Cada vez que se abre el debate del paro, las personas desempleadas, precarizadas y empobrecidas nos podemos echar a temblar. Bajo la excusa de combatir el paro se han justificado todo tipo de atropellos a la clase trabajadora –como las reformas laborales, que conllevan una pérdida de derechos y empleos– y a las personas sin empleo –reducción del subsidio–. Sirve también de pretexto para justificar infraestructuras ‘faraónicas’ –autopistas, Tren de Alta Velocidad, eventos internacionales– con un altísimo coste social y económico.
Las continuas reformas laborales han supuesto un aumento del fenómeno de las personas pobres pero con empleo, precario, por supuesto. Un ejemplo: un tercio de las personas/familias que reciben en la Comunidad Autónoma Vasca las rentas mínimas [de inserción] son personas con una nómina –de miseria– debajo del brazo.
Por este motivo pensamos que debe ser primordial el luchar por ampliar los sistemas de protección social. No sólo para hacer frente a la carencia de recursos para poder desarrollar una vida digna, sino también como arma defensiva para las personas que tengan empleo o que carezcan de él.
Renta básica universal
Esto lo saben muy bien todas las instancias políticas y empresariales que se dedican constantemente no sólo a desregular el mercado de empleo, si no a eliminar o endurecer las diferentes prestaciones o subsidios, sean del Servicio Público de Empleo Estatal o las rentas mínimas de las diferentes autonomías. Sin cobertura social estaremos obligadas a aceptar, ya no sólo sin rechistar sino ‘encantadas’, cualquier empleo que nos ofrezcan por muy duras o degradantes que sean las condiciones laborales.
Por este motivo la lucha contra el paro no pasa por pedir un empleo cada vez más precarizado y en situaciones de explotación. Debe estar en primera línea de trabajo estratégico, la lucha por una renta básica universal, individual, incondicional… y mucho más. Serviría no sólo para paliar las consecuencias más dramáticas de la actual crisis económica –pobreza, desahucios…–. Serviría como caja de resistencia para mejorar las condiciones del empleo actual o las luchas en las propias empresas. Si tenemos garantizados los mínimos vitales ¿quién trabajaría en un Telepizza por 250 euros o en un Ikea por 400 euros? ¿Quién se negaría a participar en una huelga por el miedo al paro y al abismo de la pobreza por la carencia de recursos económicos para poder subsistir? Una renta básica fuerte puede convertirse en una herramienta eficaz en la lucha contra el sistema económico actual.
Esto no significa que debamos olvidarnos de la lucha por un empleo digno que desarrollan las diferentes asambleas de parados y paradas o las luchas en las empresas para tumbar la actual reforma laboral. Un ejemplo de ello es la lucha que existe en Hego Euskal Herria actualmente con diferentes huelgas y llamamientos a participar en diversas movilizaciones en defensa de unas condiciones dignas de empleo en las empresas, en los convenios y contra la reforma laboral.
Cadáveres bajo la alfombra
Ambas luchas son complementarias y se amplifican mutuamente. Pero la lucha contra el paro así, sin más, como algunos agentes sociales promulgan, esconde muchos cadáveres debajo de la alfombra en forma de continuos recortes sociales y merma de los derechos laborales. Dejamos para otro día el debate sobre el trabajo. La esfera del empleo no recoge todo el trabajo que se produce a nivel social, realidad de discriminación que sufren en primera persona las mujeres. Las únicas encargadas del trabajo reproductivo y de los cuidados de las personas dependientes. Reparto sí, pero de todo el trabajo; no sólo del empleo.
Para finalizar aclarar que estas breves reflexiones las realizamos desde una plataforma social conformada por personas en paro o con empleos precarios. No somos profesionales de lo social, ni vividores de los cursillos de formación o del ‘trabajo social’. Las personas precarizadas también sabemos analizar, interpretar e intervenir en la realidad que sufrimos en nuestras propias carnes día a día en nuestros pueblos y barrios. Sin más, por la autoorganización. Ánimo y lucha.