La tregua del alto el fuego
Los procesos de paz son lentos.
Eso ya la sabíamos.
Pero también son consistentes
y tozudos y, en el caso
del País Vasco, el alto el fuego que
se acaba de romper es una oportunidad
perdida, pero no representa necesariamente
el fin del proceso.
Porque durante estos meses hemos
aprendido dónde está el término
medio que unos y otros pueden
aceptar como base de diálogo y cuáles
son los errores que se deben evitar
en el futuro. El proceso, pues, estoy
seguro, se retomará algún día,
pero mientras tanto estos meses o
años próximos pueden ser terribles,
para desgracia de todos.
El término medio
En ningún proceso de paz nadie gana
de una manera clara. Por definición,
un proceso de paz parte del reconocimiento,
por todos los actos
interesados, de que la victoria sobre
‘el enemigo’ es imposible. Y que no
hay, por tanto, ninguna solución que
no sea la del pacto y la negociación.
Normalmente, en todos los procesos
de paz hay un punto de inflexión
en que todas las partes empiezan a
visualizar donde se encuentra ese
término medio, que unos y otros
pueden aceptar como base para parar
la confrontación. Término medio
que siempre está a caballo de aquello
que querrían unos y otros. Y sólo
a partir de ese momento viene la parte
más difícil: cómo llegar. Un ejemplo:
en el caso del conflicto entre
Israel y Palestina, ya hace años que
sabemos que el término medio es la
aceptación por parte de Israel de un
Estado palestino, y la aceptación palestina
de la existencia del Estado israelí
con las fronteras anteriores a la
guerra de los Seis Días; y la aceptación
por ambos de que Jerusalén sea
la capital conjunta de los dos Estados.
No hay ninguna duda sobre estos
aspectos, pero el problema grave
es cómo llegar. Hace años que se intenta
y no hay manera...
En el caso vasco los meses transcurridos
desde el alto el fuego de
ETA han servido para definir con
claridad meridiana los términos de
acuerdo. Un acuerdo que todo indica
que se basa en un doble reconocimiento:
el reconocimiento
por parte del Estado español
de la existencia de la
nación vasca y del hecho
de que hay ciudadanos que se sienten
parte, tanto en Euskadi como en
Navarra, y el reconocimiento que, si
esta nación quiere modificar el ámbito
constitucional español, tiene el
derecho a hacerlo, territorio a territorio,
y siempre con holgadas mayorías
democráticas. Para ETA, el
acuerdo implicaría abandonar la
idea de una independencia impuesta
por las armas, abandonar totalmente
la lucha armada y reconocer que
sólo las mayorías democráticas en
cada uno de los territorios de Euskal
Herria tienen la decisión final.
Éste es el esquema de la negociación
vasca. Y seguramente éste será
el esquema con el que, en un futuro
más o menos inmediato, de pocos
años, se retomará la negociación.
Espero entonces que se puedan evitar
los errores que han llevado a la
fase actual del proceso de paz, al final
lamentable que ahora vivimos.
Identificar errores
Unos errores que son, también, fáciles
de identificar. Por un parte, ETA
ha intentado condicionar excesivamente
el proceso, infravalorando el
esfuerzo de buena parte de su base
política para acabar con la violencia.
Evidentemente, el atentado contra
la T-4 de Madrid marcó un punto final,
porque era impensable que, después
de lo sucedido, pudiera proseguir
el proceso de paz en los términos
en los que se había planteado.
Pero no ha sido ETA, ni mucho
menos, la única en errar. El Gobierno
español no ha estado a la altura
de las circunstancias y ha evitado
reconocer el carácter político de
la negociación. Zapatero, cabe recordarlo,
ha tenido menos gestos de
distensión con la izquierda abertzale
que Aznar en su momento, y así
no se puede tirar adelante el proceso.
El presidente del Gobierno español
no ha estado a la altura de la
oportunidad histórica que la izquierda
abertzale había dibujado en el ya
famoso mitin de Anoeta.
Lo dicho no priva de reconocer
que, posiblemente, todo ha derivado
así, también y en buena parte, por la
presión del PP y los medios de comunicación
afines que han decidido
sabotear el proceso de paz desde el
primer día. Y lo han hecho con una
actitud irresponsable y partidista
que contrasta con la que el PSOE
implementó desde la oposición
cuando era Aznar quién negociaba
con ETA. Desde hace ya unos cuantos
años el PP ha hecho del nacionalismo
español más radical su ideología
básica y no acepta el veredicto
de las urnas si le es contrario. Éste
ha sido, es y será el principal obstáculo
de la negociación. Esperemos,
asimismo, que si el PP gana las elecciones
y tiene que negociar con
ETA, la posición del PSOE sea la que
se espera de lealtad institucional, la
que ya tuvo durante la negociación
protagonizada por Aznar.
Días duros
Ahora, el problema más importante
de todos, y el más preocupante,
es que vienen días muy duros. Me
gustaría mucho equivocarme y que
ETA no cometiera atentados y que
no matara a nadie. Pero me temo
que esto no será así, que no es previsible
que sea así. Y me temo que
volveremos también a las épocas
de represión al por mayor y a granel
del independentismo vasco, que
llevarán a una situación todavía
más tensa y que seguramente retroalimentarán
el conflicto y dificultarán
la solución.
EL TEMA DEL DEBATE: El anuncio del 5 de junio de 2007 por parte de
ETA de la ruptura del alto el fuego anunciado en
marzo de 2006 ha supuesto, como mínimo, el
cierre de una salida negociada a la lucha armada
en el País Vasco. En todo caso, es obvio que
las apuestas de la sociedad civil por la negociación
y el diálogo no han logrado el peso suficiente
para poder definir algo. Abrimos nuestras páginas
a una reflexión desde Catalunya sobre ello.