La centralidad del movimiento obrero
- // Isa
A lo largo de este debate todas
las aportaciones coinciden
en que, hoy en día,
precariedad es el concepto
que mejor define la vida de la mayor
parte de la sociedad. Nuestras vidas
son precarias por la dificultad
para acceder a una vivienda, disponer
de servicios públicos básicos de
calidad y gratuitos, elegir libremente
si queremos formar una familia y,
sobre todo, porque así lo determina
nuestra situación laboral.
Nuestra sociedad es cada vez más
compleja, por lo que a la lucha del
movimiento obrero hay que añadir
otros muchos movimientos que
igualmente se enfrentan al neoliberalismo.
Sin embargo, creemos que
se equivocan quienes niegan la centralidad
del trabajo en el sistema capitalista,
por lo que consideramos
que sigue siendo el movimiento
obrero, enriquecido de las aportaciones
del resto de movimientos sociales,
el único que tiene la potencialidad
de vencer al capitalismo y construir
una sociedad diferente.
Es en el curro donde la injusticia
del capitalismo se hace más evidente.
La alta siniestralidad, el paro, las
jornadas interminables, los bajos salarios
o la jerarquía en la forma de
organizar el trabajo hacen que los
trabajadores cuestionen el sistema,
aumentando su conciencia de clase
a medida que van participando en
diferentes luchas.
El inicio de toma de conciencia lleva
a muchos trabajadores a afiliarse
a un sindicato, bajo la premisa de
que sólo mediante la organización y
la unidad es posible defender sus derechos.
De hecho, no es casualidad
la batalla que desde el poder se libra
contra los sindicatos, tratando de debilitarlos,
bien mediante su asimilación
en el sistema, bien mediante la
represión sindical. Además, la batalla
ideológica del neoliberalismo, que
fomenta el individualismo y la insolidaridad,
unida a la progresiva pérdida
de cultura obrera en las generaciones
más jóvenes, también dificulta
la afiliación sindical.
La precariedad laboral, que se traduce
en la temporalidad, alta rotación
no deseada, pérdida de derechos
sindicales, amenaza del paro,
etc., dificulta la respuesta organizada
de la clase obrera, por lo que se
hace imprescindible desarrollar nuevas
formas de intervención sindical
que superen las ya poco prácticas estructuras
burocráticas que apenas sí
son útiles para los funcionarios y trabajadores
fijos de grandes empresas.
Primero necesitamos de un modelo
sindical unitario amplio, que partiendo
de la lucha por los intereses
inmediatos pueda con posterioridad
elevar los niveles de conciencia de
clase que es necesario reconstruir
para ampliar la lucha a otros ámbitos
a partir de lo laboral.
Un sindicato plural, dada la pluralidad
existente hoy día entre los trabajadores,
confederal, donde las decisiones
no se impongan de arriba
a abajo, donde las organizaciones
confederadas, sectoriales y territoriales
tengan margen para adaptar
las políticas y la acción sindical a su
realidad específica.
Para poder superar las fracturas
de las que hablamos es necesario la
unión de explotados y excluidos, en
alianza con otros sectores atacados
por el neoliberalismo. Esto pasa por
un sindicato de clase que participe
de un proyecto de transformación
de la sociedad, por un sindicato sociopolítico,
no un sindicato-gestoría
centrado estrictamente en lo laboral
y corporativo.
El sindicato que necesitamos debe
basarse en la movilización como
la herramienta más útil para luchar
en lo económico, político y social.
Pero también debe caracterizarse
por permitir la participación, que
no fuerce a delegar, que alente la
asamblea y la necesaria actividad
militante de los afiliados, para así
poder transmitir la necesaria experiencia
que pueda mitigar la fractura
generacional en la que nos encontramos
los trabajadores.
Y es necesario un sindicato internacionalista
que permita desarrollar
una lucha efectiva contra la globalización
neoliberal con la constitución
de comités y cauces de comunicación
en las redes de empresas, pero
también con un peso sociopolítico
que ponga en marcha propuestas de
solidaridad internacional.
Un sindicato, sin embargo, no se
puede hacer en un laboratorio. Un
sindicato es un proyecto histórico y
social que nace en una coyuntura específica
y es muy difícil hacerlo nacer
de forma fortuita. Por ello, a pesar
del alejamiento cada vez más
acusado del modelo sindical original,
sigue siendo CC OO donde se
encuentra un mayor número de trabajadores
dispuestos a afrontar la
necesaria transformación social que
se necesita, la mayoría encuadrados
en el sector crítico.
Cambio en la acción sindical
Partiendo de la vigencia del sindicato
como la herramienta fundamental,
otro aspecto es pensar qué cambios
en la acción sindical son necesarios
para que la lucha sea efectiva.
En el debate se ha propuesto la
reforma legislativa. Desde luego la
Ley Orgánica de Libertad Sindical
(LOLS) no está adaptada al modelo
de empresa difusa impuesto en
nuestro país. El problema es que la
correlación de fuerzas para una reforma
que garantice la posibilidad
de representación a la totalidad de
trabajadores no existe. Hoy, una reforma
iría encaminada a un recorte
de los derechos sindicales ya existentes.
Uno de los mayores problemas
es que no hay condiciones para
sacar adelante el sindicato en la empresa
porque éstas se han atomizado
y los contratos son temporales.
Esta situación, que afecta a los jóvenes
sobre todo, es la más grave al
hacer frente a la precariedad. Es necesario
que los que aún poseen ciertos
derechos se impliquen en la lucha
por aquellos que no los tienen.
El papel de comités y delegados para
proteger a los trabajadores de
subcontratas, empresas de servicios
y ETT es fundamental.
Asímismo hay que poner en común
las experiencias novedosas en
este sentido. Una figura de la que se
ha estado hablando es la del delegado
de polígono. Quizá una manera
de hacer efectiva esta lucha es plantearse
una nueva territorialización
acorde con los tiempos.
Por otra parte, es necesaria una
implicación militante de los afiliados
en la acción sindical, superando las
prácticas burocráticas en el sindicato.
Después de decidirse a organizar
el sindicato en la empresa, el trabajador
joven no sabe cómo actuar y
acaba despedido porque nadie le dijo
qué pasos debía seguir.
La puesta en común de todas las
experiencias contra la precariedad
en espacios de encuentro es vital.