Antesala del fascismo
Asistimos a la eclosión de pequeños partidos
de ámbito local. Aunque es muy difícil
aglutinarlos a todos en una tipología
común, muchos de ellos comparten las
siguientes características:
Se presentan como reformadores de la
política siempre en comparación con los
políticos tradicionales a quienes acusan
de “estar lejos” de la gente común; y
como adalides de lo local: “Nuestra ciudad
es lo que importa”.
Suelen utilizar como gancho el que sus
listas están compuestas de “gente
común” de todas las clases sociales.
La influencia y el carisma del líder suelen
tener gran importancia en estos grupos.
Hay candidaturas que son la marca electoral
de un único candidato, normalmente
una persona conocida de la localidad.
En sus definiciones ideológicas son aún
más vagos que los grandes partidos: los
más explícitos suelen expresar su ideología
en términos de “centrismo”.
Con el centrismo por bagaje ideológico
vive tranquilamente gran parte de la
sociedad española. No hay lucha de clases,
hay lucha de individuos; no hay
injusticias, hay justa competencia. Cuando
se tiene un bagaje ético tan pobre
como el centrismo, todo lo que amenaza
ese bienestar se convierte en indeseable.
Centristas se proclamaba el fallecido
Jesús Gil cuando Marbella se limpiaba
literalmente de mendigos a base de jarabe
de palo policial. Centristas dicen ser
muchos de los que han hecho dinero de
forma turbia con la ola de especulación
inmobiliaria. Cuidadito, pues, con la lista
centrista y localista. El candidato o la candidata
podrá decir que él no te engaña
con ideologías, que sólo quiere cuidar de
tu ciudad. A él no le hacen falta subterfugios:
puede que sea un cacique de toda
la vida.