Homenaje a Catalunya en tiempos de zozobra electoral
En 1938 salía a la luz la primera edición de Homage to Catalonia, el libro en el que el escritor George Orwell relataba sus experiencias en la zona antifascista durante la Guerra Civil, describiendo con detalle la vida cotidiana en la Barcelona dominada por las milicias. Al margen de los juicios historiográficos y políticos que se hagan al texto, lo que Orwell retrata en esas páginas es una situación de vacío de poder central suplida por las formaciones sindicales y políticas existentes. Esta Cataluña gozó de hecho de unas posibilidades de autogobierno sin ningún parangón en la historia contemporánea, convirtiéndose por méritos propios en claro precedente de todo proceso de independencia que se lleve a cabo en esta tierra.
No queda sino apoyar una independencia orientada hacia otro estado neoliberal o secundar las posiciones del gobierno central, es decir, el inmovilismo y la represión
Que la realidad de 2015 sea harto diferente no resta valor al hecho de que Cataluña, el pueblo catalán, se merece otro homenaje. Leyendo la carta de un expresidente del Gobierno que el principal diario español reprodujo el otro día, que ‘patologiza’ a la sociedad catalana por culpa de una de sus principales demandas, se comprende una pequeña parte de la infinita paciencia que se ve obligado a soportar. La ‘locura’ catalana radica ni más ni menos en la pretensión, habrase visto, de querer cambiar un estatus político y jurídico mediante un procedimiento democrático. Algo insoportable para unas mentes cuyo reloj quedó parado en la aprobación de la Constitución de 1978, si no antes.
Pero, mientras en un lado las fuerzas centralistas no son capaces de ofrecer una propuesta de futuro, ni siquiera dentro del marco español, el escenario en el otro frente tampoco es muy boyante. El peso de la lista Junts pel Sí invita a pensar en ella como la virtual ganadora de la cita electoral del 27 de septiembre, aún y cuando tenga que apoyarse en otras fuerzas para gobernar. Quien alude a dicha candidatura habla en realidad de Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), corazón del oasis catalán, el símbolo de la Cataluña autonómica y corrupta.
Encajonados
Por supuesto que el abanico político va más allá de estas dos opciones, si bien las citadas son las que más fuerza tienen porque la independencia es el tema clave en estos comicios, obligando al resto a posicionarse sobre él. Y no es sencillo porque, dado el cariz plebiscitario que se ha dado a estos comicios, ya no estamos hablando de apoyar o no el derecho a la autodeterminación de los pueblos, sino de colaborar con un proceso concreto, capitaneado por Junts pel Sí, que carece de un proyecto político y social que cumpla la necesaria función de basamento.
No queda sino apoyar una independencia orientada hacia otro estado neoliberal, que mantendrá e incluso agrandará el déficit social, o secundar las posiciones del gobierno central, es decir, el inmovilismo y la represión que lleva aparejada, como la última ocurrencia de politizar el Tribunal Constitucional.
En esta delicada tesitura, propia de un año repleto de múltiples citas con las urnas, que en el caso catalán se le añade una historia de agravios y malentendidos, sólo queda confiar en la sensatez de su población, el famoso seny, respetando las decisiones que adopte libremente.
En sus vivísimas impresiones, Orwell hablaba sobre un “estado de cosas por el que valía la pena luchar”. Indudablemente, el actual no lo es, pero siempre podrá ser desbordado, o dentro del sistema o fuera de él, o valiéndose de la legalidad o al margen de un instrumento que debería estar sometido a la sociedad y nunca al revés. Éste es el gran legado de aquella Cataluña que un día fue revolucionaria.