En un reciente escrito, Reabrir la cuestión revolucionaria: lectura del Comité Invisible (de enero de 2015, en eldiario.es), Amador Fernández-Savater, al analizar el nuevo libro del Comité Invisible, A nuestros amigos (cuya edición en castellano se anuncia para marzo de 2015, en Pepitas de Calabaza), se pregunta si en todo esto que estamos viviendo, en España y en Grecia, "hay elementos de una 'mutación civilizatoria' o [simplemente] se quiere volver a lo que había pero ya no hay". Esto es, "¿se trata de 'ver caer' a los culpables de que las cosas ya no s[ean] como eran y buscar quien nos devuelva a la 'normalidad' o de inventarnos otras maneras de vivir?". Y aunque todos sospechamos que la cosa va más en la primera dirección que en la segunda; sí es cierto que, por un momento, en las plazas, pareció otra cosa; parecía como que "en los movimientos de las plazas h[abía] indicios de una 'mutación civilizatoria'", aunque en ellos no había, reconoce Fernández-Savater, un "lenguaje ni brújula propias", sino más bien "una gran confusión". Otra forma de referirse a lo que llamábamos, en la primera parte de este artículo, “pérdida de los nortes ideológicos” y “completo desvanecimiento de las metas prácticas” no sólo en aquellos, ya sean colectivos de inteligencia u organizaciones sociales y políticas, que tradicionalmente representaban u organizaban a los de abajo, sino en los de abajo mismos; lo que venía llamándose clase trabajadora.
Y es por esta razón justamente por la que me pregunto si está la inteligencia de izquierda en ello, si se está o no en la búsqueda de ese lenguaje, o de esa brújula que nos guíe en la confusión. ¿Qué hace al respecto la inteligencia de izquierda en este momento?, ¿qué quiere realmente, esa inteligencia, si la hubiese?, ¿un "cambio sin cambio", volver a ese capitalismo tranquilo, casi idealizado, del llamado Estado del bienestar, que nos parece hasta amable ahora, contemplado desde el después de la crisis; o se quiere algo más, una auténtica transformación de abajo arriba?
Todo apunta, me temo, como se teme también el autor del escrito, a que "
se trata de conquistar la opinión pública, los votos y el poder institucional, para forzar los límites del capitalismo parlamentario desde dentro, mediante políticas efectivamente socialdemócratas (Syriza en Grecia, Podemos en España)".
¿Se puede imaginar una prolongación no electoral o institucional de la potencia de las plazas?
Pero "¿hay otras opciones?¿Se puede imaginar una prolongación no electoral o institucional de la potencia de las plazas (que no suponga, claro está, una simple “vuelta atrás”, a los pequeños grupos de convencidos, a los proyectos micro, a las luchas puntuales y locales)? Entre la reposición del verticalismo político y la tentación de la nostalgia y el resentimiento, ¿cómo seguir e ir más lejos?".
Y la respuesta no puede ser más sencilla y contundente, la revolución (pero ¿qué revolución?). "El Comité Invisible [en efecto] propone su propia alternativa: reabrir la cuestión revolucionaria. Es decir, replantear el problema de la transformación radical (de raíz) de lo existente, clausurada por los desastres del comunismo autoritario del siglo XX".
Pero esta nueva revolución, no se plantea tanto “como objetivo” en sí misma, que “como proceso”, "es decir, no tanto como un horizonte abstracto o ideológico, un puro 'deber ser' sin anclaje en el deseo y la realidad, sino como 'perspectiva', como un punto de vista capaz de alcanzar muy lejos pero a partir de donde se está, pie a tierra. Esa perspectiva revolucionaria sería, según el CI, la del pasaje del 'paradigma del gobierno' (que en Occidente lo regula todo: el orden político, económico e íntimo) al 'paradigma del habitar', un viraje a un tiempo físico y metafísico". Y aquí empieza la poesía.
No es un reproche; es una constatación. Acaso sea inevitable, eso sucede también con la física teórica moderna, pura poesía. Tal vez no haya otra vía que la poesía para expresar lo que debe ser expresado. Yo mismo la he hecho, más de una vez; cuando he afirmado que al socialismo no se llega, sino que se está… Tal vez, sí, a veces, necesitemos de la poesía para decir lo que sólo intuimos o las verdades más profundas; ¿quién sabe?
De cualquier forma, y sea como sea, "reabrir la cuestión revolucionaria [es en sí mismo algo muy pero que muy estimulante; ahora bien, ¿resulta] una propuesta excesiva, irreal, delirante, inoportuna, de minorías para minorías...?". Tal vez, de nuevo, sí; o tal vez, de nuevo, no. Acaso lo percibamos así porque "el neoliberalismo no es principalmente ideológico sino 'existencial' y sus catástrofes están ya implícitas en esa idea de la vida, materializada en los gestos más cotidianos", tal como señaló Fredric Jameson, cuando nos hizo ver la tremenda paradoja de que “podamos imaginar antes el fin del mundo que el fin del capitalismo y su alternativa…”
El Comité Invisible, según Fernández-Savater, considera que "el gobierno no reside en el gobierno, sino que está incorporado en los objetos y las infraestructuras que organizan nuestra vida cotidiana (y de los que dependemos completamente). Un poder silencioso, sin discurso, sin explicaciones, sin representantes, sin tertulias en la tele…". Y que, si "los fines están inscritos en los medios, cada herramienta y cada técnica configuran y a la vez encarnan cierta concepción de la vida, implican un mundo sensible…". Por lo que "no se trata de 'apoderarse' de las técnicas existentes, sino de subvertirlas, transformarlas, reapropiárselas, hackearlas…". Una propuesta no sólo extraordinariamente valiosa, sino extraordinariamente bella, creo.
Pero es curioso que, al llegar a este punto, Amador Fernández-Savater, y supongo que el Comité Invisible,
vuelven a renunciar a una toma efectiva y global del poder y optan por una nueva reducción del asunto a microespacios revolucionarios, llámense comunas o
hacklabs; como si no nos pudiésemos concebir gobernándonos, como si hubiese una especie de barrera psicogenética en los siervos para concebirse como dueños y amos del mundo. Y en este caso tampoco queda claro de si es por verdadera convicción o por resignación.
¿Cuánto nos durará, esta vez, esta enorme ilusión que ha despertado Podemos, o la victoria de Syriza en Grecia?
Así, pues, para el Comité Invisible, la revolución no sería tanto una toma efectiva del poder (de gobernar y gobernarnos) sino, "por el contrario, un proceso de repoblamiento del mundo: la vida aflorando, desplegándose y autoorganizándose, en su pluralidad irreductible, por sí misma…". Y eso serían las comunas; esto es, una vez más, la poesía de lo pequeño… Y es llegado aquí, cuando no sé si aquello es lo que mi abuela llamaba “hacer de la necesidad (nuestra impotencia y falta de decisión) virtud” (una especie de revolución posible).
Pero, luego, considerándolo mejor, reconozco que al menos es pensamiento. Y, además, un pensamiento “de izquierda” que se piensa a sí mismo más allá del capitalismo; un pensamiento que es capaz de hacerlo, además, cuando la mayoría ha renunciado, o no puede hacerlo. Y eso ya, de por sí, es un mundo.
…
No sé si recuerdan el edificio del Tacheles, en la céntrica Oranienburger Strasse de la capital alemana, fue un auténtico emblema de la resistencia libertaria y anticapitalista durante las dos últimas décadas del pasado siglo. En los noventa, se okupó el edificio y, tras la compra del terreno por parte de un grupo inmobiliario, los okupantes aceptaron pagar un alquiler simbólico (trampa mortal y primera fatal concesión) que venció en 2008. El HSH Nordbank, administrador de la finca, puso entonces sobre la mesa la cuenta de los abogados de los inquilinos que quedaban (en eso que ya se había convertido en una especie de Disneylandia berlinesa), un millón de euros para que se fuesen, pues la cadena de hoteles baratos Motel One lo quería.
Tim Africa, que fue portavoz del dividido y degradado Gruppe Tacheles hasta el final, confiesa sin rubor: "Cuando llegamos, los artistas de Tacheles buscábamos espacios de libertad y, en la situación actual, el dinero significa libertad". Acaso a la pereza haya que añadir, además, la incapacidad para la persistencia e insistencia en nuestros objetivos. Así que, en medio de esta euforia que me rodea, no dejo de preguntarme: ¿cuánto nos durará, esta vez, esta enorme ilusión que ha despertado Podemos, o la victoria de Syriza en Grecia?; ¿seremos capaces de persistir y de insistir hasta el final?
Por eso, indagaciones y apuestas como las del Comité Invisible son como una reconfortante afirmación de que no todos estamos dispuestos al pacto y a la transacción, ni todos hemos aceptado tampoco el binomio dinero/libertad. Y, aunque sea un pobre consuelo, como decíamos en mi barrio, menos da una piedra.
De cualquier modo, veamos qué hacen las candidaturas surgidas de la constelación Podemos y Ganemos; veamos qué es capaz de hacer o hasta dónde es capaz de llegar Syriza en Grecia… ¿Será verdad que, al fin, hemos superado nuestra última pereza a gobernar y a gobernarnos?