Los virreyes españoles de Coca-Cola
Cada día, los 300 trabajadores de la
planta de Coca-Cola en Martorelles
y Montornés del Vallés (Barcelona)
atraviesan un vestíbulo con un espejo
donde una silueta humana dibujada
a tamaño natural dice: “Espejo
de ti mismo: Bien peinado, bien afeitado,
vestido en orden, manos limpias,
zapatos limpios”.
En el Estado español, los términos
‘limpio’ o ‘transparente’ no son los
que combinan mejor con el negocio
carbonatado. Aquí, ingerir ‘la chispa
de la vida’ equivale a engordar los
bolsillos de una decena de familias ligadas
al Franquismo o enriquecidas
en él, que no tuvieron dificultad para
adaptarse a la economía de mercado
y que, como otros grandes patrimonios
de entonces, hoy permanecen
discretas a los ojos del gran público y
cercanas al poder. Desde los años ‘50
hasta ahora, están vinculados a
Coca-Cola clanes como los Daurella,
principales embotelladores en
España y África; los burgueses valencianos
de pasado falangista
Gómez Trénor; los Urrutia, iconos
de la élite vasca de Neguri, o los megaterratenientes
jerezanos Mora
Figueroa Domecq.
Tan pretendidamente impoluto
como los empleados de ‘la chispa de
vida’ ha sido siempre el camino para
la multinacional en el Estado español.
Las siete concesionarias de la
marca en España facturaron 2.974
millones de euros en 2009. Sus socios
se tratan entre sí, comparten
otros negocios y hasta se casan entre
ellos. Y, lo más sustancial, sus licencias
no han cambiado de manos en
60 años, unas manos que atesoran títulos
nobiliarios, bienes inmuebles,
viñedos, manantiales, grandes fincas
y participaciones en Bolsa en España
y en países como Luxemburgo.
Reparto a dedo de licencias
Aunque Coca Cola ya se vendía en
toda Europa desde los años 30, hasta
1951 no comenzó a fabricarse en
la península. El reparto de las licencias
corrió a cargo de su socio importador,
el vasco Juan Manuel
Sainz de Vicuña, casado con María
Fernanda Primo, sobrina de José
Antonio Primo de Rivera y nieta del
general Miguel Primo de Rivera.
Ariete de la penetración cultural y
empresarial de EEUU en la emergente
economía del régimen, sus licencias
–un negocio seguro– cayeron
de una manera natural en manos
de industriales, oligarcas, militares
y financieros fieles a Franco.
Al sirope fabricado en Atlanta,
que llega a Europa vía Bélgica, era
necesario añadirle agua y gas carbónico,
y meterlo en botellas. Por
eso la primera franquicia cayó en
manos de un empresario catalán,
Santiago Daurella i Rull, que en los
años ‘40 distribuía zumos (Untomate,
Unnaranja…) y fabricaba las
gaseosas D y Sandaru. Daurella
creó Cobega en Barcelona y puso a
sus hijos al frente del negocio. En
los años ‘50 casó a sus hijas con los
herederos de los financieros catalanes
Figueras Dotti y los burgueses
vizcaínos Líbano (primeros embotelladores
del País Vasco). Las fiestas
de su esposa, Pilar Franco, y los clubes
sociales que fundaron llenaron
los ecos de sociedad de la prensa
barcelonesa, junto a la publicidad
de sus gaseosas.
Hoy por hoy Cobega es uno de los
tres mayores distribuidores de
Europa junto a la poderosa franquicia
italo-griega y a la alemana, con
las que mantiene un pacto de ‘no
agresión’ –o distribución respetuosa–,
ya que las tres sufren la invasión
de las ‘coca-colas’ del Este, más baratas,
que les comían hasta un 20% del
negocio.
El patrimonio personal de las cinco
ramas herederas de Santiago Daurella
asciende a 1.300 millones, según
el diario El Mundo, aunque seguramente
sea mucho mayor. El gobierno
de Cobega está liderado por representantes
de tres de ellas: Mario
Rotllant, Alfonso Líbano (cuyos negocios
tienen su matriz en Luxemburgo)
y, por encima de ellos, Sol
Daurella Comadrán (1966), directiva
de Ebro y el Banco Sabadell y casada
con el empresario Carlos Vilarrubí,
hombre de confianza de Jordi Pujol
en los ‘80, exconsejero de Telefónica
y expresidente de Doxa. Actualmente,
Vilarrubí es vicepresidente de
Rothschild España.
Según la memoria del grupo,
Cobega negocia en 2011 la renovación
de su concesión con la multinacional
estadounidense, cuyas licencias
duran una década. En el mismo
documento, el informe de auditoría
de la consultora KPMG incluye una
salvedad sobre la transparencia del
grupo, pues dicho informe “no incluye
información referente a las participaciones
que ostentan los administradores
en sociedades con un objeto
social análogo o complementario
–otras franquicias de la marca– al
desarrollado por la sociedad”, así como
datos sobre la remuneración de
personal clave de la empresa, tal como
marca la ley. Si ni la limpieza ni la
transparencia nunca fueron el ingrediente
secreto –el famoso ‘Merchandise
7X’– de The Coca Cola Company
(TCCC) ¿por qué debían practicarlas
los patronos españoles?
La familia Daurella fabrica refrescos,
domina el accionariado de
Casbega (Madrid y provincias aledañas)
y de Norbega (País Vasco, La
Rioja, Cantabria y Navarra). Pero la
opacidad prevalece en las composiciones
accionariales. Manejan sociedades
comunes para invertir (a través
de Cobega o de Baral) y otras particulares
de cada rama para repartirse
el poder, como Beguindau, Larfín,
Pefarval, Montsunt o Haberes y
Servicios, a través de las que dominan
las mayores embotelladoras españolas.
Otro de los activos esenciales
de los Daurella es la poderosa
Equatorial Bottling –15 fábricas–, que
abastece a 82 millones de 12 Estados
africanos. “Países pobres pero en los
que facturamos 350 millones –ahora
430–, y tenemos 6.800 trabajadores”,
apuntaba en 2008 Rotllant, consejero
delegado de Cobega. Hasta 2001
también controlaba las plantas de
Niza (SBGCA) y Toulouse (Sud
Boissons). Curiosamente, dos directivos
de Norbega son cónsules honorarios
españoles de Costa de Marfil,
al igual que Sol Daurella lo es de
Islandia en Barcelona.
La escuela valenciana
En ninguna de las franquicias es posible
componer el cuadro accionarial
completo de sus sociedades de control,
tanto en el entorno de los
Daurella como en de los valencianos
Gómez Trénor, sin duda, la segunda
estirpe en importancia dentro de la
vieja ‘familia’ de Coca Cola. No ha
trascendido por qué Farley, Sainz de
Vicuña o los dirigentes franquistas
confiaron la enseña a los oligarcas
valencianos en 1955, aunque de ellos
sí se conoce su honda vinculación con
las bases falangistas levantinas que
germinaron en los años ‘30. El hermano
de Juan Luis Gómez Trénor
Fos, actual primer ejecutivo y accionista
de Colebega, fue alcalde de
Valencia en los años ‘40 y presidió la
patronal de los arroceros locales.
Familia de banqueros ennoblecidos
asentados en Valencia a mediados
del siglo XIX, la sombra de
los Gómez Trénor –y sus sociedades
Tresval y Evicsa– es tan alargada
que ni siquiera figuran en los libros
que pintan la nueva escena empresarial
de la Comunitat Valenciana.
Dirigen sus negocios desde
un lujoso palacete en el centro de
Valencia y son dueños de tierras
de cítricos, agropecuarias, bosques
protegidos (como La Vallesa,
en Paterna), fincas y casas palaciegas
en el interior de la provincia, promotoras,
etc. Asimismo, la relación
de la familia Gómez Trénor con los
poderes valencianos es estrecha,
pues colabora inyectando dinero en
los eventos locales –la Copa América,
por ejemplo–. Han tejido alianzas
con varios de los potentados locales
–los Usó, Comentge y Serratosa,
sus tres socios en Colebega–, participan
indirectamente en sociedades
de inversión (Nordtrading Sicav)
con el Banco de Valencia, Ibersuizas
o Ardizia, y son socios de empresarios
como Enrique Ortiz y Luis
Batalla en Mercacombusible.
Los Gómez Trénor controlan
Asturbega y quieren ganar poder en
Rendelsur, la franquicia andaluza
controlada por los hermanos terratenientes
Mora Figueroa-Domecq y
otras familias de la aristocracia sureña
(Argüelles y Bohórquez), aprovechando
que, según publicó elconfidencial.
com, uno de ellos, Fernando,
quiere vender, y que Silvia Mora está
casada con Alfredo Gómez-Torres
Gómez-Trénor, uno de los tres capitanes
de la familia.
Para cerrar el círculo, las agropecuarias
compartidas entre los
Gómez-Trénor y los Mora Figueroa
tienen en común sociedades con la
familia Sainz de Vicuña y su corporación
Guadalmar, heredera de los
negocios peninsulares en torno a
Coca-Cola y los ultramarinos, pues
la familia enraizó con los argentinos
Bemberg, ex propietarios de las cervezas
Quilmes y los Sainz de Vicuña
son socios del banco de inversión luxemburgués
Quilvest, golpeado por
el escándalo de Madoff.
El oro azul y la viña
Como se afirma al principio, el agua
es la principal materia prima de cualquier
embotellador y uno de los mayores
activos presentes y futuros de
la familia de ‘las Begas’. Todas ellas
participan en manantiales y empresas
de agua por todo el país. El agua
Aquabona que se vende en España
sale de los manantiales de Santolín
(Burgos), Fontoira (Lugo) y
Fuenmayor (Huesca), propiedad de
las embotelladoras.
Pero, entre los potentados de Coca-
Cola, tan comunes como las fuentes
son los viñedos. Los Daurella fabrican
vino en Haro, donde poseen 150
hectáreas y controlan otras tantas en
las bodegas Roda. Alfonso Líbano,
accionista de Cobega, es dueño de las
bodegas Castillo de Sajazarra, conocido
como el Castillo Coca-Cola y los
Urrutia son nada menos que los socios
de referencia de Cvne.
EL PODER DE COCA-COLA //
LA MAYOR PLANTA DE LA UE
La construcción de la mayor planta de Coca-
Cola en Europa estuvo paralizada dos años
(1999-2001) gracias la oposición ecologista y
de parte del Gobierno municipal de Montornés
(PSC-EU), por el enorme impacto ambiental. El
PSC terminó cediendo y esta planta fue inaugurada
en 2006 junto al río Besòs.
BATALLA TERRITORIAL
En 2008, Cobega lanzó la campaña “bebe
Coca-Cola embotellada en tu zona”. En octubre
de 2009, el presidente del Parlamento,
José Bono, pidió a la concesionaria hostelera
del Congreso, el grupo Arturo, que retirara las
Coca-Colas polacas que se dispensaban en las
Cortes. Hoy la batalla parece superada.
EL MERCADO DEL AGUA ENVASADA
Aunque una de las
fabricantes de Coca-
Cola, Casbega, presume
de que el agua en
la que se diluye el jarabe
procede del suministro
público —el
Canal de Isabel II, en
el caso de esta fábrica
situada en Fuenlabrada
(Madrid)— lo cierto
es que estas fábricas
acaparan importantes
acuíferos en todo el
Estado.
La propia Casbega
es titular de
Aguas de Santolín en
Burgos, de donde sale
el agua mineral natural
embotellada del mismo
nombre. Casbega controla
asimismo Agua de
la Vega del Codorno,
que explota dos pozos
en Cuenca, como en el
caso de Santolín, merced
a la Ley de minas
22/1973, una ley que
aún no se ha modificado
pese a las demandas
de los grupos ecologistas.
El agua embotellada es
un producto fundamental
de las otras
“begas”. Cobega controla
Aguas del Maestrazgo,
en Teruel, y los
acuíferos canarios
Aguas Vilas del Turbón
y Aguas del Toscal.
Desde hace unos
años, el mercado del
agua envasada en
España abarca más de
la mitad de las ventas
de bebidas no alcohólicas,
aunque en
2008, último año del
que hay datos, el consumo
de agua embotellada
descendió ligeramente
con respecto a
2007. Las principales
marcas asociadas a
Coca-Cola son Aquabona,
Toscal o Vilas
del Turbón. No obstante
las “begas” han creado
empresas específicas
para operar en
este mercado.
- daniel_lobo
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