UBS y el fin de la hegemonía del dólar
Al constatar los abismales
déficits de la balanza comercial
y del presupuesto
del Estado estadounidense
muchos economistas anuncian
un final próximo de la dominación
del dólar como moneda internacional.
Pero las cosas resultan ser más
complejas. La moneda no es sólo
una unidad de cuenta y un instrumento
de reserva, también es un
medio de acción, una señal de potencia
política. Es constitutiva de la
forma de Estado. El dólar no es sólo
la moneda del Estado nacional estadounidense,
sino también una función
imperial de éste.
Debilitado desde el punto de vista
estrictamente económico, el dólar
cuenta con el poder político de
Estados Unidos para intentar mantener
sus prerrogativas mundiales.
En este marco de mantenimiento
de la hegemonía de la moneda estadounidense,
obligando a los capitales
a invertir en su ámbito económico,
es como hay que interpretar
la actual operación de reestructuración
del sistema financiero internacional,
en la que el ataque
contra el banco suizo UBS es una
operación de primer orden.
Caballo de Troya del fisco
El 19 de agosto de 2009, UBS y el fisco
estadounidense firmaron un
acuerdo que resuelve, momentáneamente,
el asunto sobre el fraude fiscal
que los enfrentaba. Dicho acuerdo
permite al banco librarse de un
proceso. Sin embargo, UBS debe entregar
los nombres de unos 4.450 titulares
de cuentas de contribuyentes
estadounidenses sospechosos de
fraude fiscal. Esas entregas se harán
por la vía oficial de la cooperación
administrativa. De esta forma, las
autoridades helvéticas han legalizado
la nueva relación de fuerzas y el
fisco estadounidense ha obtenido su
aval para investigar en otros bancos
suizos. La supresión de la distinción
fraude/evasión fiscal llevada a cabo
por la Confederación para salir de la
“lista gris” de los paraísos fiscales establecida
por la OCDE, ofrece nuevas
perspectivas a las demandas de
las administraciones fiscales extranjeras.
Las autoridades suizas intentan,
sobre todo, impedir la “pesca
con red”, es decir, la obtención de informaciones
basada en simples sospechas
y no en función de investigaciones
precisas, por ejemplo los
nombres de los defraudadores, las
sociedades implicadas, los números
de las cuentas… Sin embargo, no se
ha fijado nada definitivamente a ese
nivel. Como desde el principio de este
asunto, todo estará sometido a la
relación de fuerzas.
En realidad, el nuevo acuerdo entre
el UBS y la administración estadounidense
servirá de modelo para
definir el tamaño de los agujeros de
la red con la cual el fisco de Estados
Unidos saldrá a la pesca de los defraudadores
en el conjunto de la plaza
financiera helvética.
El acuerdo de febrero de 2009 por
el que el UBS en principio aceptó,
despreciando el derecho helvético,
entregar a la justicia estadounidense
los nombres de unos 250 clientes
a quienes había ayudado a librarse
del fisco de EE UU, no detuvo a la
justicia estadounidense. Apenas se
firmó el acuerdo, Estados Unidos
exigió que el UBS le entregase la
identidad de unos 52.000 clientes
de EE UU titulares de “cuentas secretas
ilegales”. El nuevo acuerdo
suspende esas exigencias.
UBS, que ya pagó una multa de
780 millones de dólares en febrero,
no tendrá que pagar penalizaciones
suplementarias, un hecho excepcional
en la práctica habitual del fisco
estadounidense. Más sorprendente
todavía: el acuerdo estipula que si
después de un año el banco no ha
respetado sus compromisos, no se
podrá emprender ninguna sanción
financiera contra él. Es incomprensible
esta actitud de la administración
estadounidense, salvo que se plantee
la hipótesis de que el fisco de EE
UU no quiere crear dificultades financieras
al banco. En efecto, a
Estados Unidos no le interesa matar
un Caballo de Troya que le ha servido
muy bien hasta ahora y, sobre todo,
que todavía puede serle muy útil.
El UBS tiene una gran dependencia
del mercado estadounidense, y por
lo tanto es especialmente vulnerable
a las presiones del fisco de EE UU,
mucho menor en el caso de los demás
bancos helvéticos. La evolución
de este asunto nos indica que se esperan
nuevos ataques estadounidenses
contra la plaza financiera suiza.
Reorganización del sistema
La actuación de la administración de
EE UU contra este banco helvético
es la utilización de una operación
contra la evasión fiscal de sus nacionales
dirigida a modificar, en su provecho,
las reglas de funcionamiento
del sistema bancario mundial.
La respuesta positiva del UBS a
los requerimientos del fisco estadounidense,
así como la legitimación de
la entrega de información por parte
de las autoridades de control helvéticas,
colocan a la administración estadounidense
en una posición que le
permite formular constantemente
nuevas exigencias. La dominación
estadounidense no sólo se define por
su capacidad para establecer un
Estado de excepción permanente
con la presentación continua de nuevas
exigencias, sino sobre todo por
la de imponer la base sobre la que se
construye un nuevo orden jurídico
internacional.
Esta nueva dominación estadounidense
se inscribe en una reorganización
del sistema financiero internacional
en su beneficio. Por medio
de la lucha contra el fraude fiscal,
esta operación diferencia los
‘paraísos fiscales’, de los que Suiza
forma parte, de los centros offshore,
en general totalmente controlados
por las autoridades estadounidenses,
en las que el mecanismo de
evasión fiscal se basa en los trusts.
Estos últimos, costosos de poner en
marcha, permiten una opacidad fiscal
mucho mayor que el mecanismo
del secreto bancario.
Estos ataques contra la plaza
helvética, principal competidora
de los centros financieros anglosajones,
son un medio para luchar
contra el declive del dólar, obligando
a los capitales a invertirse en la
zona de esta moneda y garantizando
siempre a los beneficios más altos
los medios para librarse de
cualquier imposición fiscal.
Sin embargo, el G-20 de Londres,
en abril de 2009, nos muestra que el
dominio estadounidense sobre el sistema
financiero internacional sólo
será parcial. La plaza de Singapur,
que se desarrollará fuertemente y
podría recuperar una parte de los capitales
que salgan de Suiza, ha llegado
a mantener sus prerrogativas
frente a la ofensiva de EE UU.