Un sumidero de energía en un mar de cemento
- MÁS MADERA. La construcción presenta un elevado consumo energético. / Karp
“Por todo Madrid y Barcelona hay
bosques de grúas y esas ciudades
se han convertido en paraísos de
arquitectura vanguardista (...),
pueblos enteros se están convirtiendo
en ciudades en gran parte
de la costa mediterránea”. La frase
pertenece al publirreportaje
editado por la revista Newsweek
a mayor gloria del presidente José
Luis Rodríguez Zapatero, y no
censuraba en absoluto esos signos
de opulencia constructora.
La misma semana en que aparecía
el artículo, en otra galaxia informativa
muy lejana los precios del
petróleo rebasaban los 75 dólares
por barril, marca ya sólo superada
por los 80 dólares que en precios
equivalentes alcanzó el petróleo
tras la revolución islámica en Irán,
hace 26 años. Con los pies en la tierra,
el ministro de Economía, Pedro
Solbes, tuvo que reconocer que, de
persistir estos niveles, los Presupuestos
Generales del Estado para
2006 tendrían que ser revisados.
La clave de todo es la dependencia
energética. En términos globales,
la energía -principalmente los
hidrocarburos: petróleo y gas- se
bombea a las grandes zonas consumidoras
desde las grandes zonas
productoras. Algunas de ellas producen
y relativamente no consumen
(Arabia Saudí); otras son grandes
consumidores en parte de sus
propias reservas (EE UU); existe
por fin un grupo de países equiparables
con “sumideros de energía”,
y entre ellos el Estado español ocupa
un puesto destacado.
Para cada 1.000 euros de riqueza
producidos aquí son necesarios 226
kilos equivalentes de petróleo. Esta
relación, conocida como “intensidad
energética”, coloca al paraíso
de Newsweek por encima de la media
de la UE a 25 (209 kilos) y de la
UE a 15 (190 kilos), según datos de
la oficina estadística Eurostat. En
otras palabras: si para obtener la
misma cantidad de calorías fuera
necesario introducir más huevos en
una tortilla española que en una francesa, habría que preguntarse sobre
la calidad de los ingredientes para
explicar la diferencia.
Los ingredientes de la tortilla energética
española, según un reciente
estudio del Real Instituto Elcano, incluyen
un 69% de hidrocarburos
(53% de petróleo y 16% de gas),
cuando en el resto de la Unión Europea
la combinación alcanza ‘sólo’ el
64%. Con niveles de consumo similares
o incluso superiores, esto no es
Texas, ni siquiera Noruega ni Rusia,
de modo que el 99% del petróleo y
del gas consumido se debe comprar
fuera. Y las renovables (eólica y solar),
aclara el informe, sólo podrían
sustituir a medio plazo al gas como
proveedor de la electricidad, pues sigue
sin haber recambio para el petróleo
en el transporte.
La diferencia no estriba en que el
petróleo obtenido sea peor aquí que
en Francia, país cuya intensidad
energética es de 187 kilos de petróleo
por cada 1.000 euros de Producto
Interior Bruto. Tampoco en la dependencia
con los países productores,
que afecta a la balanza comercial pero
no necesariamente a la calidad final
de la tortilla. Para los grupos ecologistas
y muchos economistas, el
problema tiene mucho que ver con
los “bosques de grúas” y los “pueblos
que se convierten en ciudades” que
definen el crecimiento español. Del
peso del sector de la construcción en
la economía española dan buena
idea las 50 millones de toneladas de
cemento consumidas en 2005, un
consumo superior al de las campeonas
europeas, Alemania e Italia.
Planes en entredicho
Frente al idílico panorama económico
pintado por el Gobierno en su particular
“España va bien” entonado a
la hora del segundo aniversario, tanto
el Banco de España como el Fondo
Monetario Internacional siguen advirtiendo
del peligro del cóctel de altos
precios, dependencia energética
y explosión constructora, de consecuencias
ya inmediatas.
Volvamos a Solbes y a sus Presupuestos
Generales del Estado (PGE)
para 2006. Los PGE prevén para este
año un barril de petróleo situado
en torno a los 55 dólares y una inflación
del 2%, claramente superados
por un barril ya instalado en una
nueva meseta de entre 70 y 80 dólares
y por una inflación del 3,9%.
Además de las revalorizaciones de
las pensiones y de los sueldos de empleados
públicos, la presión de los
precios tendrá consecuencias sobre
la negociación colectiva, cuyo tope
salarial está fijado en el 2% de inflación
prevista por el Gobierno.
Por otro lado, el Plan Estratégico
de Infraestructuras de Transporte,
que proyecta la construcción de
6.000 kilómetros más de autopistas
y 10.000 kilómetros de líneas ferroviarias
de alta velocidad hasta 2020
(el equivalente al total de líneas de
alta velocidad de la UE en ese mismo
año) tendrá que convivir con
unos altos precios energéticos: el
41% de la energía consumida en el
Estado español se emplea precisamente
en el transporte. Según un
informe de la Universidad del País
Vasco, el Plan tendrá que ser abandonado
en su redacción actual debido
al propio encarecimiento de
las fuentes de energía.
Contrajunta de afectados por Repsol
_ Coincidiendo con la junta
de accionistas de Repsol,
prevista para el 17 de
mayo en Madrid, los grupos
e individuos integrantes
de la campaña 'Repsol
mata' han convocado una
contrajunta de afectados
por una compañía a la que
consideran «máximo exponente
local de las empresas
transnacionales del
sector energético, responsables
de crímenes ecológicos,
sociales y contra la
soberanía de los pueblos».
Los impulsores de la contrajunta
han convocado dos
actos públicos para los días
15 y 16 de mayo. El objetivo
es promover la reflexión
pública sobre las transnacionales,
la deuda ecológica
y social y la crisis del modelo
energético actual, con la
mirada puesta en el consumo
responsable. Se plantea
el mismo esquema que las
contracumbres contra el G8
o la OMC: dentro de sus
despachos amurallados, los
accionistas, y en la calle, el
dedo acusador de los grupos
opuestos a la globalización
capitalista. Para saber
más: [www.repsolmata.info->www.repsolmata.info.]