Solbes 1993, Solbes 2008: remedios de ayer y hoy contra la crisis económica
- 1992: DEL GRAN AÑO AL DESPLOME
V centenario de la colonización de América. Expo de Sevilla, Juegos
Olímpicos de Barcelona y Madrid capital europea de la cultura.
El ‘92 se presenta como el gran año. Pese a los fastos, los
escándalos de corrupción sacuden al Gobierno. Pedro Solbes
llega a Economía en 1993, con el paro en máximos históricos
(un 24%), el déficit supera el 6%. Y encima quiebra Banesto.
Con la peseta perdida en algún
rincón de los museos
de numismática, Solbes
afronta su segunda recesión
económica al frente del Ministerio
de Economía después de la de
principios de los ‘90. Y es que Solbes
es una de las pocas cosas de aquella
bizarrísima época que aún quedan
en pie. Efectivamente, el ministro valenciano
es, hoy por hoy, el representante
de la vieja guardia neoliberal
que hacía furor a principios de los
‘90 con su obsesión con la reducción
del déficit público y su estrategia de
redistribución generalizada hacia el
capital financiero a través de los altos
tipos de interés.
Sin embargo, muchas cosas han
cambiado en el universo de las prácticas
económicas dominantes. Recordemos
que, sin ir más lejos, en
1992 el tipo medio de interés era del
15%, más de diez puntos por encima
de los tipos actuales. Este neoliberalismo
puro con sus “economías de
oferta” y su reducción del gasto social
coexiste en algunos países desarrollados,
como Estados Unidos y
España, con una tendencia gestada
al calor de la “nueva economía” de finales
del siglo pasado a la que el historiador
económico Robert Brenner
ha llamado “keynesianismo del precio
de activos”. Este término asocia
la intervención pública en la economía
propia de las políticas keynesianas
con esas espirales de crecimiento
de los precios de los activos financieros
e inmobiliarios a las que denominamos
“burbujas”. Lo cierto es
que estos nuevos gestores del capital
defienden la puesta de todos los recursos
del Estado a disposición de la
creación y el mantenimiento de las
burbujas económicas como base para
la reactivación del consumo y, con
él, el crecimiento económico.
Es tentador personificar ambas
tendencias en las figuras de Miguel
Sebastián y Pedro Solbes, donde el
primero sería el “economista de las
burbujas” y el segundo el “viejo neoliberal”.
La separación no es, ni mucho
menos, tan estricta y, por supuesto,
Sebastián es tan neoliberal o
más que Solbes cuando se trata de
contener el gasto social y Solbes ha
aceptado de muy buen grado la gran
mayoría de propuestas destinadas a
regalar dinero a los sectores inmobiliarios
y constructores. Lo cierto es
que mientras que el ciclo económico
ha funcionado al alza no ha habido
ningún punto de conflicto entre las
dos ‘familias’. A fin de cuentas el PIB
crecía robustamente. A medida que
la crisis inmobiliaria y la crisis de financiación
han ido desplegándose y
el espejismo del “milagro español” se
ha ido difuminando, han aparecido
algunos encontronazos que, aunque
hayan sido magnificados por la prensa,
revelan dos orientaciones ligeramente
diferentes ante las políticas a
seguir durante la crisis.
La primera tirantez llegó en febrero,
cuando Solbes detuvo la aprobación
de una línea de financiación de
las inmobiliarias con créditos preferenciales
del Instituto de Crédito Oficial que podía haber llegado
hasta los 10.000 millones de euros.
La propuesta partió del ahora célebre
David Taguas, uno de los múltiples
validos de Sebastián. Aun
así, el día 25 de enero el ICO aprobó
una línea de financiación preferencial
para las empresas inmobiliarias
de 3.000 millones de euros,
destinada a convertir en paquetes
de deuda, en forma de derivados
financieros, las hipotecas de las viviendas
(previamente reconvertidas
en VPO) que vendieran las
grandes inmobiliarias. Es decir, se
destinaron 3.000 millones de euros
públicos a la titulización de hipotecas,
el mismo mecanismo financiero
que ha generado la crisis subprime,
cuatro meses después del estallido
en Estados Unidos. Tampoco
dijo nada Solbes cuando ese mismo
enero se aprobó la revisión del
Plan de Vivienda 2005/2008, que
bajo la apariencia de una ayuda a
la promoción del mercado de alquiler
abría una línea de subvención
a las inmobiliarias.
Pero Solbes sí que habló cuando
la nueva ministra de vivienda,
Beatriz Corredor, otro miembro
de la familia Sebastián, intentó pasar
un nuevo plan para la “rehabilitación
de vivienda” que incluía
un aumento de las desgravaciones
fiscales de las inmobiliarias. Solbes,
se manifestó contrario a esta
medida con un argumento de fondo
muy sólido: una cosa es dar dinero
discrecionalmente a las inmobiliarias
y otra, muy diferente,
reducir la recaudación del Estado
en un momento de crisis. El éxito
que ha tenido Solbes parando esta
legislación deja claro el reparto de
poderes dentro de la gestión política
de la crisis: Solbes, el neoliberal
de la vieja escuela, se encargará
de que las cuentas del Estado
no entren en rojo y Sebastián, el
hombre burbuja, de reactivar la
demanda a través de otra burbuja
inmobiliaria y, en este punto parece
todo el mundo de acuerdo, de
que las economías familiares profundicen
su deuda. Que el pasado
21 de mayo Solbes haya apoyado
que el Instituto de Crédito Oficial
rescate a las inmobiliarias en dificultades
con financiación preferencial
dice mucho acerca de la
fuerza de uno y de otro.