Sin cambios en la república de Putin
Tras 20 años de la disolución
‘oficial’ de la Unión
Soviética, la política rusa
asiste a un nuevo momento
que acapara la atención
de buena parte de los
medios de comunicación. Los resultados
de las recientes elecciones
parlamentarias han sido la
excusa perfecta para la sucesión
de un análisis sobre a la realidad
que atraviesa Rusia.
A lo largo de estos años, el populismo
ha estado presente en
los diferentes dirigentes que han
dominado el escenario local.
También la corrupción y el aumento
de las desigualdades han
acompañado la conformación del
nuevo escenario político y social
del país. Las salvajes privatizaciones
y el desmantelamiento del
estado social soviético, tan aplaudidos
por Occidente, son en buena
medida los responsables de la
deriva posterior.
En los últimos años, la figura de
Vladimir Putin ha dominado el
panorama político ruso, desarrollando
una política basada en
la unión de diferentes tendencias
en torno a un mismo grupo: Rusia
Unida, un partido creado por el
propio Putin para reafirmar sus
intenciones.
El control de Rusia
En torno a RU ha sabido tejer toda
una red de colaboradores y aunar
alrededor de su figura las diferentes
tendencias que controlan los diversos
aspectos de la vida rusa, tendencias
encarnadas por los silovikis
[exmiembros del servicio de inteligencia
que actúan en política y
negocios], el lobby de San Petersburgo,
determinados oligarcas, etc.
Lo que algunos expertos han definido
como “la simbiosis de las instituciones
formales con los grupos
más influyentes en los sectores estratégicos
de la economía”.
Al mismo tiempo ha logrado incidir
de manera decisiva en algunos
sectores claves del país, fundamentales
para poder desarrollar
la maquinaria electoral que ha representado
Rusia Unida: el Ejército,
la sanidad, los consejos de
veteranos y grupos de pensionistas,
los sectores educativos o los
empleados del sector público.
Los partidos de la llamada oposición
en ningún momento se han
mostrado como una alternativa
real de cara a enfilar un cambio
político y social.
La derecha liberal, tan aplaudida
por Occidente, se encuentra dividida
y repleta de fisuras internas, al
tiempo que es despreciada por la
mayoría de la población. El Partido
Comunista, principal referente de
esa oposición, tiene todavía importantes
tareas sobre sus espaldas si
quiere adquirir el peso que tuvo en
su día, o siquiera para presentarse
como una candidatura alternativa
real almandato de Putin.
Por todo ello, no pueden sorprender
las reacciones interesadas
de algunos medios occidentales
a la hora de analizar la pérdida
de votos de Rusia Unida en estas
elecciones. Lejos de estar ante una derrota
definitiva, o a las puertas de un
cambio de régimen, como desearían
esos actores extranjeros, nos
encontramos ante una pérdida
simbólica que sin duda alguna
provocará algún tipo de reacción
por parte de los dirigentes del
Kremlin, de Putin sobre todo.
Las opciones de éste son varias.
Una podría ser formar una
nueva organización política que
sustituya a la actual Rusia Unida,
presentando la derrota como algo
del partido y no de sí mismo,
contando además del apoyo que
su persona recoge en las encuestas,
superior al del citado partido.
En este sentido conviene recordar
la importancia que las figuras
políticas y dirigentes han tenido
en la vida de Rusia en las últimas
décadas.
La habilidad de Putin
Otros apuntan que el resultado
electoral puede marcar el fin de
la política de las dos cabezas
(Vladímir Putin y Dmitri Medvédev),
poniendo en entredicho el
futuro de la carrera política de este
último.
De cara al futuro, también conviene
recordar la habilidad que
siempre ha manifestado Putin a
la hora de afrontar las crisis. Si
en 1999 triunfó en un clima protagonizado
por los atentados de
Moscú, la guerra de Chechenia o
las peleas entre oligarcas, posteriormente
logró maniobrar para
centralizar el poder (reduciendo
el peso de los gobernadores regionales),
controlar la prensa y el
acceso a la misma y, sobre todo,
atacar a los oligarcas contrarios a
su política (los casos de Gusinsky,
Berezovsky o Khodorkovsky son
un ejemplo).
A día de hoy, el sistema ruso está
bastante controlado. La enorme
capacidad energética y el aumento
considerable del peso de
Rusia en el escenario internacional
conviven en un país donde las
desigualdades se están acrecentando.
Sin embargo, y a pesar de
los recientes resultados o de las
protestas en las calles denunciando
la manipulación de
las mismas, no estamos a las
puertas de un cambio de régimen,
como desean en algunas cancillerías
occidentales.
Txente Rekondo es investigador
del Gabinete Vasco de Análisis
Internacional (GAIN).