“Resolver el conflicto en términos democráticos es democratizar el Estado"
- Foto: Amaia Zabalo
DIAGONAL: ¿Cuál es el paso que
está esperando la izquierda abertzale
por parte del Gobierno español?
ARNALDO OTEGI: Este país ha
vivido tres etapas claras en las que
la solución fue posible: la Transición,
las conversaciones de Argel
y Lizarra-Garazi, y las tres fracasaron.
No estamos dispuestos a
entrar en un proceso público que
se pueda entender como el inicio
de un proceso de resolución del
conflicto si no existen ciertas garantías
de que no va a ser un proceso
abocado al bloqueo a los seis
meses. Antes de iniciar ese proceso
vamos a sentarnos y acordar
ciertas garantías que nos permitan
saber de qué vamos a hablar, con
qué objetivos y cómo podemos garantizar
que sea un escenario en el
que se sienta cómodo todo el mundo.
Estamos en la fase de mantener
abiertas las vías de comunicación
para ver si eso es posible.
Hemos trabajado con un guión
que trasladamos a las formaciones
políticas y que recoge qué compromisos
vamos a tomar, como el principio
de no exclusión, la resolución
pacífica de las diferencias... Planteamos
que el objetivo de esa serie
de conversaciones es que se produzca
un acuerdo sobre cuáles son
los mecanismos democráticos para
que todos los proyectos políticos
puedan ser materializados si la
gente los vota. Los mecanismos
que va a respetar todo el mundo,
incluidos los Estados, y que nos van
a permitir la defensa de un proyecto
independentista, socialista y de
reunificación nacional, si la gente
lo quiere. Después hemos planteado
la composición de esa mesa, cómo
se toman las decisiones, cómo
participan agentes sociales y sindicales
en ese proceso. Para nosotros
hay otro punto importante: la presencia
internacional en el proceso.
Sobre esto hay que llegar a un
acuerdo y las garantías son que
compartimos todos estos compromisos
y que esta mesa es para eso y
no una mesa de diálogo multilateral
en que todo el mundo empieza
a poner en duda si Euskal Herria
existe o no, si son siete o son seis
los territorios vascos.
D.: ¿Qué amenazas penden sobre
ese proceso de resolución?
A.O.: En primer lugar, que los Estados
español y francés sigan manteniendo
una apuesta antidemocrática,
una posición de no reconocimiento
nacional del país y de su derecho
a decidir. Un segundo gran
error sería repetir lo sucedido en
1977 y que el PNV vuelva a pactar
en términos de reforma estatutaria
con el Estado español un nuevo escenario
que no resuelve el conflicto,
pero que le permitiría continuar,
como en estos 30 años, disponiendo
de ingentes cantidades de dinero,
recursos financieros e institucionales.
Existe un tercer error y es
que hay sectores políticos que ven
con un cierto temor el día después
de la solución, porque creen que
ese escenario democrático puede
poner en peligro su propio proyecto
político.
D.: ¿Cuál sería la posición de la izquierda
abertzale ante esos desafíos?
A.O.: La lucha de la izquierda abertzale,
junto a otros factores, ha provocado
una crisis en el modelo de
Estado que se pactó con los franquistas.
Es una crisis cíclica que,
como bien decía Rajoy, se repite
desde Felipe V. Siempre se está haciendo
un debate permanente sobre
qué es España, porque todo el
mundo es consciente de que España
es una realidad como Estado
absolutamente artificial, que se ha
concebido desde la imposición y la
fuerza. Si los Estados continúan
aferrados a una posición antidemocrática,
seguiremos luchando en un
escenario, desgraciadamente, de
confrontación, de recorte aún mayor
de las libertades democráticas,
de persecución aún mayor de la izquierda
independentista; pero esto
es algo a lo que, no voy a decir que
nos hemos acostumbrado, pero con
lo que siempre hemos contado. Si
se diese un pacto del PNV con el
Estado en términos reformistas
ocurriría exactamente lo mismo. Se
produciría un alargamiento del
conflicto y una confrontación en la
que, probablemente, la izquierda
abertzale tendría recursos suficientes
en el terreno popular y electoral
como para hacer pagar cara esa
apuesta al PNV.
D.: Dentro de este proceso, se propone
desde la izquierda abertzale
una superación del actual marco
hacia una etapa de transición, ¿cuáles
son las líneas básicas de esa dinámica
de superación?
A.O.: El escenario con el que nos
hemos encontrado después de lo
que se denominó ‘Transición democrática’
es de una naturaleza totalmente
antidemocrática, donde
se le ha negado a Euskal Herria y
al conjunto de pueblos del Estado
el derecho a decidir. Se hizo una
transición que fue planificada, pactada
y negociada con los sectores
que habían sostenido la dictadura,
y eso dio lugar a un escenario de
‘democracia’ que algunos dicen
que es de baja calidad. Nosotros
decimos que no es ni siquiera democracia.
Lo que estamos planteando
es lo que, en su día, fue definido
en términos de ruptura democrática.
Hablamos de un escenario
de democracia en el que se le devuelva
la palabra al pueblo vasco y
en el que éste pueda decidir democráticamente
su futuro. No nos encontramos
en un escenario a corto
plazo independentista, sino en un
escenario de reconocimiento de
derechos.
D.: ¿Qué pregunta debería encabezar
una consulta popular?
A.O.: La primera pregunta que hay
que someter a consulta popular no
debería hablar en términos de independencia,
federalismo o autonomía,
sino al estilo de la que se
hizo en Irlanda: ¿Usted apoya el
acuerdo que se ha alcanzado en la
mesa de diálogo? Desde nuestro
punto de vista ése debe ser el
recorrido. No entendemos que el
PNV lleve a su mesa el proyecto
Ibarretxe, que IU vaya a hacer mismo con el suyo: de esta forma
no hay acuerdo posible. Hay que
establecer conjuntamente las reglas
del juego y éstas son que todos
los proyectos son posibles por
las vías pacíficas y democráticas.
La consulta independentista se hará
en un plazo bastante largo. Si
llegamos a ella.
D.: ¿Es posible un proceso de paz
que no incluya a Navarra?
A.O.: Partimos de un esquema de
que hay un pueblo, un conflicto y un
acuerdo nacional y por eso decimos
que sin Navarra sencillamente no
hay solución. Este pueblo no puede
solucionar el conflicto en tres territorios,
en cuatro o en cinco, los tiene
que solucionar en los siete. Otra cosa
es que ése vaya a ser un proceso
largo, porque se ven afectados dos
Estados. Hacemos una diferenciación
clara entre lo que es la territorialidad,
es decir, lo que es la geografía
humana y política de los siete
territorios, y lo que es luego un modelo
de reunificación nacional que
es nuestro proyecto político.
D.: ¿Cómo influyen las reivindicaciones
catalanas en el ‘proceso
vasco’?
A.O.: Son dos cosas totalmente diferentes.
Nosotros no planteamos
un proceso en términos de reformas
estatutarias o reformas competenciales.
Estamos planteando una resolución
del conflicto y éste no se
soluciona porque tengamos más o
menos competencias en la Seguridad
Social o en emigración. El conflicto
es otra cosa, afecta a un tema
que es territorial, y a un tema que
es democrático: el derecho a decidir.
Una de las cosas que más se está
manipulando de mis declaraciones
en el libro que acabo de publicar
es que la crisis de Cataluña ha
puesto encima de la mesa la crisis
del Estado y el problema nacional.
En la época de Aznar había una obsesión
por lo vasco, que era lo único
que planteaba un problema. Ahora
lo que está encima de la mesa no
sólo es Euskal Herria y Cataluña,
sino muy próximamente, Galicia.
Hay un debate histórico en el Estado
español y éste ha optado históricamente
por una solución: palo
y represión. El Estado español sólo
puede vivir como proyecto unido si
son capaces de convencer a los vascos,
a los catalanes y a los gallegos
de que lo mejor es seguir viviendo
en el Estado, y ése es el reto que les
viene lanzando la izquierda abertzale
desde hace 30 años. Nosotros
vamos a intentar convencer a la
gente de que lo mejor es crear un
Estado a la izquierda y un Estado
independiente. Ése es el juego y estamos
dispuestos a aceptar el resultado.
Lo que no sabemos es si
los Estados español y francés están
dispuestos a hacerlo.
D.: ¿Qué imagen se suele ofrecer
de la izquierda abertzale en los
medios de comunicación del resto
del Estado?
A.O.: La izquierda abertzale, de cara
al exterior, da la imagen de que
es una izquierda muy ‘abertzale’ y
no tan de ‘izquierda’, porque no
proyecta tanto su punto de vista social,
pero hay que tener en cuenta
una cosa y es que cuando hablamos
de presupuestos, de fiscalidad... no
sale en los medios de comunicación,
porque no interesa. Los medios
quieren proyectar una imagen
de la izquierda abertzale ligada a la
lucha armada y a la violencia, que
no tiene proyecto político y que es
una especie de mafia organizada.
Eso nos encierra en un cliché que
no es real. Sin embargo, si uno va a
las fábricas y a los movimientos sociales
de este país comprobará que
prácticamente en todos ellos está la
izquierda abertzale.
MOVIMIENTOS SOCIALES // “Los grandes temas
deben ser decididos con las bases”
La relación de Batasuna con la enorme variedad
de movimientos sociales vascos oscila entre la
verticalidad y la participación de las bases.
DIAGONAL: Batasuna plantea
una alianza estratégica con los
movimientos populares. ¿Cómo se
articularía esa relación?
ARNALDO OTEGI: Es bastante
evidente que el movimiento popular
es muy variado, plural y muy
rico, pero también que gran parte
de este movimiento cuenta con
participantes de la izquierda abertzale.
Batasuna no se sitúa ni encima
ni debajo de los movimientos
populares, sino en una relación de
igual a igual; independientemente
de que el movimiento sea minoritario
o no, para nosotros, un movimiento
popular se merece ese respeto.
Batasuna no tiene como objetivo
dinamizar los movimientos
sociales pero sí pretende llevar las
reivindicaciones de los movimientos
populares a las instituciones.
Teniendo en cuenta que ahora hay
un receso en el movimiento popular,
a veces tenemos la tentación
de dinamizar los movimientos populares
y eso, en ocasiones, lleva a
mosqueos, a malentendidos... Es
un tema delicado. Tenemos claro
el ámbito de nuestro trabajo, lo
que ocurre es que, a veces, se producen
disfunciones, hay gente que
piensa que la presencia de un partido
puede ser en términos de rentabilización
de determinados movimientos
populares... pero mantenemos
siempre una cierta alerta
respecto a esos casos.
El modelo de Batasuna es el
modelo de la unidad popular, independientemente
de que, en
una estrategia como la que planteamos,
con dos Estados enfrente,
hay que tomar decisiones rápidas
que no permiten, digamos,
hacerlo de manera democrática.
Siempre hemos planteado que
las grandes decisiones deben ser
compartidas con el conjunto de
la militancia. Sólo hicimos una
excepción con el Plan Ibarretxe
porque estábamos convencidos
de que si eso se filtraba, la opción
de buscar un escenario de resolución
del conflicto se podía frustrar.
Cuanta más gente participa
en un proceso de resolución, más
garantías tiene porque más gente
está interesada, porque más gente
se siente partícipe en el proyecto
y en el acuerdo. Eso es lo
que permite a nivel organizativo
habilitar vías que posibilitan la
participación en nuestros debates.
Ahora mismo hemos logrado
que 8.000 o 9.000 personas participen
en el último proceso de debate
interno (Bide Eginez). Nos
gustaría que fuesen más pero,
viendo el contexto europeo, es un
hito que haya 9.000 personas debatiendo
la situación en la que
está Batasuna.
D.: ¿Qué papel pueden desempeñar
los movimientos populares del
resto del Estado en este proceso
de resolución?
A.O.: Siempre hemos mantenido
relaciones con movimientos sociales
en los Estados español y
francés. Es verdad que hubo una
época en la que relajamos mucho
ese nivel de relación y estamos
convencidos de que es un error
porque también sabemos que hay
sectores populares y sociales en el
Estado que son favorables a la salida
en términos democráticos del
conflicto y por lo tanto se pueden
convertir en una voz de referencia
dentro de la opinión pública del
Estado. Creemos que los movimientos
sociales también tienen
un papel que jugar en el proceso
de resolución, es decir, resolver
en términos democráticos el conflicto
es democratizar el propio
Estado. No sería previsible un ascenso
de las posiciones más derechistas
en España ni el recorte de
libertades si el proceso se hubiese
encarrilado en términos democráticos.
Por todo ello, la resolución
del conflicto en Euskal Herria no
afecta sólo a los vascos y las vascas
sino también a la propia naturaleza
democrática del Estado.
Consideramos que a medio o corto
plazo sería interesante que
sectores de los movimientos populares
e incluso de los partidos
políticos se conviertan en una
voz de referencia para su propia
opinión pública. La solución en
términos democráticos es beneficiosa
para todo el mundo.
«EN PROCESOS DE ESTE TIPO TIENEN MÁS IMPORTANCIA LOS GESTOS SIMBÓLICOS Y EMOCIONALES QUE EL PROPIO CONTENIDO POLÍTICO»
DIAGONAL: ¿Cómo debe ser
abordada la parte emocional
del conflicto?
ARNALDO OTEGI: Es un tema
delicado porque, evidentemente,
todo el mundo reconoce
que éste es un conflicto
que ha generado víctimas en
todas las partes. Desde un
punto de vista ideológico, lo
que sostiene la izquierda
abertzale es que los responsables
de la existencia de víctimas
son dos Estados que se
han negado a reconocer la
existencia de un pueblo y de
su derecho a decidir. Independientemente
de eso, es
evidente que las víctimas no
se pueden convertir en los
condicionantes de un proceso
político y democrático, pero
que, por otro lado, habrá que
dar satisfacción a las víctimas
que se han producido en un
lado y en otro. Hasta qué
punto, en qué grado, a unas,
a otras... eso es algo que
tenemos que decidir, y en la
propuesta de Anoeta se planteó
que sea un tema que
aborden ETA y los dos Estados.
Sabemos, porque ETA ya
lo ha planteado públicamente,
que estaría dispuesta a
hacer gestos en ese terreno,
pero todos deberíamos hacer
gestos en esa satisfacción.
En procesos de este tipo tienen más importancia los
gestos simbólicos y emocionales
que el propio
contenido político, y por
eso es imposible pensar
que pueda culminar un
proceso así sin que
tenga tratamiento el
espacio emocional de
dolor y sufrimiento que
ha vivido este país en
todas las partes. Nosotros
no tenemos un
esquema de cómo
podrían ser estos gestos,
pero ha habido
otras experiencias, como
podría ser la irlandesa,
en que ha habido incluso
gestos de petición de
perdón a las víctimas.
Los irlandeses sí que han
hecho una salvedad, las
víctimas inocentes, no
los combatientes, porque
han entendido que, en
un enfrentamiento armado,
los militares son lo
que son y hacen lo que
hacen. Por otro lado,
este tratamiento sí que
debe darse casi en la
conclusión del proceso
porque utilizarlo de condición
primera puede
entenderse como una
dinámica de humillación
de una de las partes frente
a la otra.