¿Podían PP y PSOE haber previsto el estallido?
- MARINA D’OR. Políticos de PP y PSOE habían reconocido la inminencia de la crisis.
Si bien se puede argumentar
que a nivel internacional
era más difícil pronosticar
las turbulencias financieras
derivadas de las hipotecas
subprime y sus consecuencias
sobre el mercado internacional del
crédito (y aun así ya hubo muchas
voces que alertaron sobre los desequilibrios
en los que se estaba incurriendo)
en el ámbito nacional
era más fácil prever el estallido de
la locura inmobiliaria.
Previsibilidad del estallido
En 2003 ya había un informe del
Banco de España que alertaba de
la formación de la burbuja. Por fechas
similares también hubo uno
del servicio de estudios del BBVA
que avisaba de lo mismo. El ex ministro
Solbes, entonces comisario
europeo, alertó en 2003. Miguel
Sebastián advirtió sobre ello cuando
estaba en la oposición, llegando
a publicar varios artículos en distintos
medios. Rodrigo Rato negó la
burbuja mientras se encontraba en
el Gobierno, pero unos meses después,
desde el FMI (presidido por él
en ese momento) se sumó al mismo
carro. El mensaje también se difundió
en revistas económicas como
Financial Times, The Economist,
etc., avisando de la falta de consistencia
del modelo de crecimiento
español y las nefastas consecuencias
que ello iba a tener en el futuro.
Y economistas como Marc Vidal,
José García-Montalvo, Ricardo Verges,
Santiago Niño Becerra llevaban
años alertando de lo que iba a
pasar. Asimismo, los indicadores
macro, sobre todo el déficit corriente,
señalaban desde hace tiempo
que España estaba importando
grandes cantidades de dinero del
exterior que en algún momento había
que devolver.
En resumen, no es cierto que
nadie lo viese ni que fuese imposible
preverlo, más bien todo lo contrario,
con el agravante de que
personas con importantes responsabilidades
en el Gobierno conocían
lo que estaba pasando y no
hicieron nada para intentar evitarlo
ni al menos, para suavizar
sus consecuencias.
Lo que no se hizo
Aunque siempre es fácil hablar de
estas cosas “a toro pasado”, lo cierto
es que en su momento se pudieron
tomar medidas concretas para
atenuar la hinchazón:
1. Limitar el endeudamiento máximo
personal. Se podría haber promulgado
una ley que prohibiese a
la gente endeudarse por más de
cuatro veces sus ingresos brutos
anuales. Se habría detenido antes
la escalada de precios y el sector
bancario no necesitaría ayudas del
Gobierno (el famoso FROB). Estos
límites al endeudamiento son comunes
en otros países.
2. Eliminar la deducción fiscal por
la compra de vivienda (en teoría esta
medida se va a llevar a cabo en
2012, pero hacerlo en ese momento
equivale a cerrar la puerta del establo
cuando ya se han escapado los
caballos). Esta deducción sólo contribuía
a la escalada de los precios,
y en la práctica se había convertido
en una transferencia de rentas hacia
el vendedor.
3. Dar un discurso realista. Parte de
la subida de los precios era debida
a las expectativas de revalorizaciones
futuras. Los sucesivos gobiernos
lo incentivaron, con discursos
del estilo de “los pisos suben porque
la economía va bien”. Cuando
empezó el estallido, el discurso se
cambió a un “aterrizaje suave” de
los precios para pasar a crecer “como
el IPC”. Si en lugar de este tipo
de discursos se hubiese reconocido
abiertamente la sobrevaloración y
se hubiese avisado de las seguras
bajadas de precio que tenían que
ocurrir, quizás la burbuja no se hubiese
hinchado tanto.
4. Penalizar fiscalmente la venta
de viviendas sobre plano antes de
escriturar.
Con una combinación adecuada
de estas medidas, los precios no se
hubiesen recalentado tanto, el sector
posiblemente hubiese construido
menos y el estallido habría resultado
menos violento. Desgraciadamente,
nuestros políticos han demostrado
de sobra que para ellos
no existen los problemas a largo
plazo. Además, tomar alguna de las
medidas anteriores hubiese sido enfrentarse
abiertamente con los intereses
del poderoso lobby constructor
español, con conocidos contactos
con los partidos gobernantes.