Los planes militares de Estados Unidos en Latinoamérica
El pasado 18 de agosto, el Departamento
de Estado de Estados Unidos
enviaba una hoja informativa al
conjunto de cancilleres de la UNASUR:
“El 14 de agosto de 2009, los
gobiernos de Estados Unidos y
Colombia llegaron a un acuerdo
provisional ad referendum sobre el
Acuerdo de Cooperación en Materia
de Defensa (DCA). El acuerdo
se encuentra ahora bajo revisión final
para su posterior firma”.
Dicho episodio despertó en toda
América Latina muchas voces críticas
provenientes tanto desde espacios
institucionales como desde la
sociedad civil y su tejido asociativo.
Dicha cuestión conllevó a que se organizara
a finales de agosto la Cumbre
Extraordinaria de Jefes de Estado
de la UNASUR en la turística
ciudad de Bariloche (Argentina), así
como la posterior Cumbre de
Cancilleres y Ministros de Defensa
en Quito a mediados de septiembre.
En ambas citas, el Gobierno colombiano
se quedó solo ante el resto de
países miembros, defendiendo una
posición de secretismo y falta de
compromiso para asumir las medidas
de confianza que le requieren el
resto de Estados miembros de la
UNASUR, presidida en este momento
de forma temporal por el presidente
ecuatoriano Rafael Correa.
Nueva doctrina militar
Según el informe Un Continente bajo
amenaza, emitido en agosto por
el Observatorio Latinoamericano de
Geopolítica, la política militar estadounidense
ha pasado de preparar
“escenarios entre bloques relativamente
similares o equilibrados a
guerras asimétricas en dos sentidos:
a) Guerras entre Estados con
enormes diferencias de potencialidad
bélica, de movilidad y de manejo
de otro conjunto de mecanismos
de presión económicos y políticos;
b) Guerras contra no-Estados, con
reglas de juego inciertas que no se
circunscriben a las establecidas en
los códigos internacionales y sin
restricciones fronterizas equivalentes
a las de los Estados”.
Un funcionario de Defensa brasileño,
el comandante de fragata Nelson
Morantes, desde similar visión,
indica: “La lógica militar estadounidense
desarrollada tras el 11-S plantea
la posibilidad de conflicto bélico
por parte de los EE UU con los llamados
‘Estados fallidos’. Nuestro
ejemplo en el continente sería Haití,
si bien en la actualidad los norteamericanos
lo enfocan más a Venezuela
y Bolivia e incluso Ecuador;
así como la posibilidad de conflictos
con organizaciones tipo al-Qaeda, lo
que en nuestro continente se traduciría
en organizaciones populares,
ecologistas o indígenas. Por hacer
una correlación, la al-Qaeda de
Afganistán serían las organizaciones
mapuches del Sur de Chile”.
En contraposición a los riesgos
indicados, la política militar de los
EE UU para América Latina ha pasado
a contemplar cuatro modelos
de posicionamiento militar diferenciados
en el continente.
El primero son las bases grandes,
modelo Guantánamo, con instalaciones
militares completas, equipo
y un cuerpo de efectivos militares
acompañados de familia y larga
permanencia.
El segundo modelo son las bases
de carácter mediano, modelo Soto
Cano (Palmerola) en Honduras, con
instalaciones que permitan misiones
largas, pero con personal que
se renueva cada seis meses.
El tercero son las bases pequeñas,
las llamadas FOL (Foreign
Operating Locations), rebautizadas
políticamente como Cooperative
Security Locations (CSL). Se trata
de bases como Manta, Curaçao o
Comalapa, con muy poco personal
pero con mucho desarrollo en materia
de comunicaciones tanto para
monitoreo como para garantizar las
conexiones y el envío de información
a los centros de acopio y procesamiento
que hay en territorio estadounidense
(Network, Centric
Warfare). Son bases de respuesta
rápida y articulación regional, sobre
todo dirigida al entramado de
las bases micro.
Y, por último, las bases micro:
posiciones que permiten posarse
para despegar (lily pads), a la manera
de los saltos de rana –saltando
para avituallarse y tener mayor radio
de acción–, permitiendo que
con una secuencia bien planeada
de estas bases se pueda abarcar un
área muy amplia, a manera de nodo
para operaciones de respuesta
rápida, y con mucho menos costo
que las anteriores. Un ejemplo sería
la base Iquitos en Perú.
Para los analistas Ana Esther Ceceña
y Rodrigo Yedra, “el cambio en
las características de las bases en
América Latina se pone en marcha
en 1999 con la instalación de las tres
FOL (Manta, Curaçao y Comalapa)
que sustituyen a la base de Howard
en Panamá”. Y prosiguen: “No se
trata de bases de EE UU, sino de bases
de los países en cuestión en las
que se aprueba el uso de las instalaciones
por el personal estadounidense.
Pero, por encima de la figura
jurídica con la que se legaliza la ocupación,
son bases supuestamente
administradas por el personal local,
que no conoce lo que ocurre dentro
ni las operaciones que hace el personal
situado en la base en los territorios
de alrededor”.
En este sentido, el propio presidente
Correa advirtió públicamente
en varias ocasiones de la posibilidad
de que algún avión estadounidense
que operaba desde el FOL de Manta
formase parte de la operación de
ataque a Angostura, el 1 de marzo
del año pasado, donde murió el entonces
número dos de las FARC,
Raúl Reyes, todo ello bajo el total y
absoluto desconocimiento de las autoridades
locales ecuatorianas.
Bases en Colombia
Según la hoja informativa emitida
por los EE UU, el Acuerdo de Cooperación
en Materia de Defensa con
Colombia profundizará la cooperación
bilateral en asuntos de seguridad
en los temas de producción y
tráfico de drogas ilícitas, terrorismo,
contrabando de todo tipo, desastres
humanitarios y naturales.
Sin embargo, según fuentes de
rio coordinador de la Seguridad
Interna y Externa de Ecuador,
esto es una falacia: “Bases de
las características de las que se
quieren articular en Colombia carecen
de efectividad para los objetivos
que se indican. Antes de que
Ecuador recuperase la soberanía
de la Base de Manta, suceso que se
dio el mes pasado, en los últimos
cinco años de control estadounidense
se produjo un incremento
del tráfico de drogas en el Pacífico,
a pesar del patrullaje que diariamente
se realizaba desde allí”.
El analista y profesor universitario
argentino Gilberto Bermú0
dez explica a DIAGONAL: “Las
naves, aeronaves y equipos superan
largamente las verdaderas
necesidades de control a grupos
ilegales armados y narcotraficantes.
Sobre los objetivos reales de
estas bases hay varias interpretaciones.
La mía es que, a pesar de
que el presidente Uribe lo niegue,
existen veladas intenciones de
constituirse en bases para un
control extraterritorial”.
“El problema real es Palanquero,
madre de las bases colombianas,
ya que es el centro operativo
de las Fuerzas Armadas colombianas
y pasará a ser el eje del control
estadounidense en Sudamérica”,
indica a este periódico Armando
Acosta, miembro del Polo
Democrático Alternativo y militante
de los movimientos por la paz
en Colombia.
Según Acosta, “Palanquero tiene
una pista de más de tres kilómetros
de longitud, desde ella pueden despegar
tres aviones de combate al
mismo tiempo cada dos minutos,
tiene una infraestructura de hangares
para centenar y medio de
aviones y puede albergar a 2.000
efectivos militares”.
Para los expertos militares de
los 12 países que componen la
UNASUR, con excepción de Colombia,
Palanquero es una “base
expedicionaria, tiene la capacidad
de albergar C-17, aviones de transportes,
y para 2025 se prevé que
esta base tenga la capacidad de
movilizar a 175.000 militares con
sus pertrechos en apenas 72 horas”.
Es decir, una base para movilizar
ejércitos enteros a cualquier
punto del continente.
Para Emilio Lopetegui, militante
social chileno integrado en las redes
antimilitaristas del continente,
la situación es la siguiente:
“Asistimos a una fuerte escala del
gasto militar en la región. Brasil ha
comprado en 2007 y 2008 un número
importante de aviones caza,
barcos y helicópteros, su presupuesto
militar este año es de 24.000
millones de dólares, aproximadamente
un 1,47% de su PIB. En este
momento los brasileños desarrollan
un programa importante
en materia militar con los franceses.
El programa incluye la fabricación
de un submarino de propulsión
nuclear y cuatro convencionales.
De igual manera, los demás países
de la zona, a su escala, incrementan
su gasto militar. Colombia
es cuatro o cinco veces más pequeño
que Brasil, pero tiene un presupuesto
este año de 10.000 millones
de dólares, un 2,82% de su PIB, inigualable
por ningún otro país latinoamericano”.
Lopetegui nos indica que el año
pasado en Suramérica se gastaron
34.100 millones de dólares en adquisición
de equipos militares, y
concluye: “Este año será peor”.
El profesor Bermúdez explica:
“Colombia es un Israel en nuestro
continente. Con las siete nuevas
bases, más los operativos ya existentes
en la actualidad por parte
de las fuerzas militares gringas en
ese territorio, estamos hablando
de que en pocos años Colombia
puede tener una capacidad operativa
similar o incluso mayor a la de
Israel en Oriente Medio”.
LAS BASES
DEL ACUERDO
El acuerdo militar entre EE UU
y Colombia asegura el acceso
continuado de EE UU a instalaciones
colombianas específicamente
acordadas: tres
bases de la Fuerza Aérea
(Palanquero, Apiay y Malambo),
dos bases navales (Cartagena
y Málaga), y dos instalaciones
del Ejército (Tolemaida
y Larandia). De igual manera,
el acuerdo contempla la utilización
de otras instalaciones
militares colombianas previo
común acuerdo.
Escalada militar en la región
Según el informe Military
Balance 2009 del
Instituto Internacional
de Estudios Estratégicos
de Londres, el
gasto total en defensa
de Latinoamérica
aumentó 91% en los
últimos cinco años.
Todas las previsiones
indican que 2009
cerrará con un gasto
sustancialmente
mayor.
Uno de los países con
mayores gastos es
Brasil. El gigante latinoamericano
mantiene
una línea geopolítica
orientada a
consolidar su posición
de primera potencia
regional. Esto, sumado
a su voluntad de
formar parte de los
miembros del Consejo
de Seguridad de la
ONU, así como su
papel protagónico en
la misión de Cascos
Azules en la isla de
Haití, explican este
incremento en su
gasto militar.
Otro país de enorme
potencial militar es
Chile. Recientemente,
la presidenta Michelle
Bachelet envió un pro
yecto al Congreso para
modificar la Ley Reservada
del Cobre, que
destina el 10% del
ingreso por las ventas
de cobre a las Fuerzas
Armadas, lo que les ha
permitido durante años
una fuerte inversión tecnológica
y renovación
permanente de armamento.
Este mismo año,
Chile confirmó la compra
de aviones antisubmarinos
y ocho helicópteros
de fabricación
francesa, además de la
adquisición de 18 aviones
F-16 a Holanda, por
un monto de 270 millones
de dólares. De igual
manera, el presidente
de Venezuela, Hugo
Chávez, anunció la compra
de tanques rusos
para contrarrestar la
presencia estadounidense
en Colombia. Entre
2007 y 2008, Venezuela
compró armas por
valor de 1.531 millones
de dólares a Rusia.
51.000 MILLONES DE DÓLARES EN ARMAS
En 1994, América Latina gastó 17.600 millones de dólares.
En 2003, la cifra había ascendido a 21.800 millones
de dólares, en concordancia con el clima bélico post 11-S.
Según el informe publicado por el centro de estudios
argentino Nueva Mayoría, esta cifra se ha elevado en
2008 a 51.100 millones de dólares.
CHILE LIDERA EL GASTO PER CÁPITA
Chile lidera el gasto militar por habitante, que ascendió a 290
dólares per cápita en 2008, mientras Colombia gastó 115,
Ecuador 89 y Brasil 80. Los militares chilenos se financian con
un impuesto del 10% sobre las ventas brutas de la estatal
Corporación del Cobre, establecido por la dictadura militar
(1972-1990) en la llamada Ley Reservada del Cobre.
EL RÁNKING LATINOAMERICANO EN GASTO MILITAR
Brasil se dejó el año pasado 27.540 millones de dólares en gasto militar
(55%), seguido por Colombia, con 6.746 millones (14%), y Chile, con 5.395 millones (6,5%). Venezuela, por su parte, es el cuarto país sudamericano en
gasto militar y el segundo en inversión, con unos 5.000 millones de dólares
en compras el último año, que consistieron en aviones caza Sukhoi, de origen
ruso, helicópteros, sistemas de defensa aérea y fusiles de asalto.